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Es saludable que Chile haya recobrado la confianza en su propia capacidad de crecer y de enfrentar los embates externos...‏



Con sano optimismo
por Juan Andrés Fontaine 
Diario El Mercurio, Domingo 18 de Noviembre de 2012 
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/11/18/con-sano-optimismo.asp


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Llama la atención el clima de optimismo que se respira en Chile. Según las encuestas de confianza del consumidor, el año pasado el ambiente era más bien de pesadumbre, tal vez por las alzas del Transantiago, los combustibles y los alimentos, o por la alarma causada por las protestas estudiantiles. Pero este año, la baja de la cesantía y el mejoramiento de los salarios han encumbrado los índices de percepción económica. El buen ánimo se extiende también a los empresarios e inversionistas, sobreponiéndose a los explicables temores que despierta el enfriamiento de la economía mundial, el oscuro panorama energético y la ebullición electoral que comienza a hacerse sentir. Su entusiasmo no se restringe sólo a las oportunidades que ofrece Chile, pues también incursionan resueltamente en Colombia y otros países de la región.
Hay quienes ven todo esto con preocupación. Atribuyen las buenas expectativas sólo a una bonanza pasajera del cobre y otras materias primas. Temen que se estén incubando excesos de gastos, endeudamientos temerarios, burbujas inmobiliarias. Advierten otros que el optimismo puede conducir a compromisos fiscales inabordables, alimentados por el populismo político que suele proliferar en tiempos de abundancia. Son, sin duda, aprensiones válidas: conocemos demasiadas experiencias de algarabía económica que terminan en llanto y rechinar de dientes. Por eso, las autoridades fiscales y monetarias han de mantenerse vigilantes. Pero esta vez no hay aún síntomas verdaderamente inquietantes.
El actual clima de optimismo parece fundarse en un hecho objetivo: el mundo emergente crece con vigor, pese a las tribulaciones por las que atraviesa el mundo desarrollado. Ello es consecuencia de la apertura, la liberación de mercados y la prudencia macroeconómica con que hoy se conducen las principales economías emergentes del Asia y de América. Los buenos precios del cobre son una consecuencia, no una causa de ello. Naturalmente, esta favorable situación puede no perdurar, pero ha demostrado reveladora capacidad de resistir las malas rachas que soplan desde el Viejo Mundo.
Es saludable que Chile haya recobrado la confianza en su propia capacidad de crecer y de enfrentar los embates externos. No habíamos recobrado tal seguridad desde que la crisis asiática de casi 15 años atrás nos pillara desprevenidos. Pero ahora hay que responder a las buenas expectativas creadas entre los consumidores, inversionistas y empresarios. El Gobierno debe retomar con convicción y decisión esa agenda de reformas para impulsar la inversión -especialmente en energía- y la competitividad, sin la cual los buenos resultados que hoy exhibimos en crecimiento económico, creación de empleos, nacimiento de empresas y aumento de ingresos pueden terminar haciéndose sal y agua.

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