por Juan Guillermo Tejeda
Diario Las Últimas Noticias
Viernes 14 de septiembre de 2012
Al cumplir cincuenta años en pantalla,
Don Francisco, Mario Kreutzberger,
se dibuja como un símbolo de continuidad,
un ícono de los sábados de este medio siglo,
primero en blanco y negro, luego en color,
al principio de la balbuceante televisión local,
finalmente en un esplendor latinoamericano
con base en Miami.
Hay quien, en el entusiasmo del aniversario,
ha vitoreado a Kreutzberger como un líder de opinión.
Lo cierto es que él ha sido más bien
un líder de la falta de opinión
o de, en caso de tenerla, ocultarla.
Según explica, porque necesita el aplauso,
y en caso de pronunciarse a favor de algo
perdería la mitad de sus fans.
Don Francisco ha convertido
en digna y rentable la humillación
de callar ante lo insoportable, ante el horror.
Cuando los chilenos estábamos muy desanimados
porque a la gente la hacían desaparecer
en recintos oficiales, él los animaba
con sus concursos y sus pasos de baile.
Esta vía, la del silencio sonriente y animoso
en ambientes de horror extremo,
ha probado ser exitosa, al menos en rating.
Don Francisco añade a este
disimulo ideológico y conceptual
la predilección por lo popular,
entendiendo por popular
no lo honestamente vernáculo,
ni tampoco las protestas masivas
en busca de dignidad,
sino la refocalización en un mundo
de guatones y chistes básicos.
El cruce del guatonismo básico
con el disimulo ético da como resultado
la persistencia triunfal
de nuestro presentador estrella.
Quizás haya ido él por el camino correcto.
Como Julio Iglesias,
que cuando le preguntaron
por los sufrimientos del pueblo,
se limitó a poner ante la cámara
el lado más fotogénico de su rostro,
y con una sonrisa destacando
sobre el bronceado cutis susurró:
no soy un cantautor, soy un entertainer.
Los entertainers son en el mundo anglosajón
el equivalente a lo que nosotros llamamos animadores.
Seres que saben que la vida es un asco,
desinteresados en cambiarla ya,
pero con buena voluntad para hacernos sonreír
cuando soportamos un trabajo humillante
o una situación afectiva o económica desesperada.
Nosotros nos consolamos un poco,
y ellos se hacen ricos y famosos, que lo merecen.
Los entertainers
han sido poco valorados
por la crítica intelectual,
pero mucho por el público.
Los cantautores e intelectuales
nos azotan con sus malas noticias
y sus enojos, en tanto que
Julio Iglesias y Don Francisco
logran esbozar una leve sonrisa
mientras soportamos este infierno
en espera de la noche final
o del cielo eterno.
Los Beatles, que lograron ser
a la vex entertainers y cantautores,
también cumplirían cincuenta años
en estos días, pero se disolvieron
antes, o los disolvieron.
Don Francisco, en cambio, ha prevalecido.
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