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A punto de colapsar, la ciencia continuó hasta el final...‏


Estaban medio congelados, al borde de la inanición,
atacados por la ventisca y deprimidos
por la derrota ante los noruegos,
pero aun así Edward Wilson,
uno de los cinco integrantes
de la expedición británica al Polo Sur,
liderada por Robert Scott,
se dio tiempo para tomar muestras fósiles
en un remoto glaciar antártico.

Era el verano de 1912.

Sería uno de los últimos actos de ese grupo.

Días más tarde todos sus integrantes
murieron congelados y los encontraron un año después.

Para sus compatriotas fueron unos héroes,
pero el tiempo los transformó injustamente
en sinónimo de derrota y mala planificación.

Ahora, un nuevo libro,
"An empire of ice" (Un imperio de hielo),
del ganador del Pulitzer Edward J. Larson,
da a conocer que su esfuerzo no fue en vano.

Las piedras que había recolectado Wilson
resultaron contener restos fosilizados
de una flora del paleozoico
conocida como Glossopteris ,
prueba definitiva de la conexión
entre la Antártica y el resto de los continentes,
evidencia que había sido buscada
infructuosamente por décadas.

Desventaja fatal

"Si la carrera al Polo Sur
eventualmente consumió a Scott,
nunca fue a expensas de la ciencia.

Sus dos expediciones
y también la de Ernest Shackleton,
entre 1907 y 1909,
arrojaron un enorme bagaje científico",
afirma Larson en el prefacio de la obra.

Pero al poner Scott la ciencia
como un objetivo prioritario
en su conquista del Polo Sur,
"fatalmente quedó en desventaja
en su competencia
frente al noruego Roald Amundsen,
un aventurero polar de probada habilidad
a quien sólo le importaba ganar la carrera", dice el autor.

Amundsen había arribado a la Antártica de improviso.

El noruego originalmente
tenía prevista una expedición al Polo Norte,
pero a mitad de camino su barco emprendió rumbo al sur.

Y mientras el grupo de Scott
estaba ocupado tomando
muestras geológicas, meteorológicas y biológicas,
se instaló en un campamento costero
cien kilómetros más cerca del Polo Sur
que el de su oponente y emprendió el trayecto de inmediato.

Scott optó por que lo acompañaran
sólo cuatro de sus hombres
y dejó a los otros 27,
entre científicos y oficiales navales,
en el campamento base
realizando mediciones científicas
o haciendo exploraciones paralelas.

El grupo del noruego,
acompañado por el buen tiempo,
llegó al objetivo el 14 de diciembre de 1911.

Scott y sus compañeros, castigados por el clima,
lo harían recién el 17 de enero de 1912.

El libro, editado por Yale University Press,
no sólo se queda en el duelo entre estos dos colosos.

A través de sus 326 páginas da cuenta
de la heroica era de la ciencia antártica
y el enorme esfuerzo que demandó conocer,
por ejemplo, la ubicación del polo sur magnético,
la biología del pingüino emperador,
la condición continental de ese territorio
y su pasado geológico.

"Para mi investigación recurrí
a fuentes que son habitualmente
subestimadas por los historiadores,
que simplemente se concentran
en la carrera al polo", asevera Larson a "El Mercurio".

Es así como se sumergió en diarios,
revistas y las notas tomadas
por los científicos durante las expediciones.

También revisó las publicaciones científicas,
casi completamente olvidadas,
que ellos produjeron
y las notas y registros de conferencias
de las sociedades científicas
que apoyaron estas expediciones,
como la Royal Society
y la Royal Geographic Society.

La investigación también implicó visitas a terreno.
Con el apoyo de la National Science Foundation,
Larson pudo recorrer virtualmente
todos los lugares visitados por los científicos
en las dos expediciones de Scott y en la de Shackleton.

"Esto fue clave para mi investigación
y para comprender qué fue lo que los científicos vieron.

De esa forma pude entender la importancia
de lo que descubrieron y apreciar mejor sus increíbles esfuerzos".

Diario El Mercurio, martes 16 de agosto de 2011, por Richard García
http://diario.elmercurio.com/2011/08/16/ciencia_y_tecnologia/ciencia_y_tecnologia/noticias/403A02FA-4DF5-4023-84A8-E69A0CB445DC.htm?id={403A02FA-4DF5-4023-84A8-E69A0CB445DC}

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The Weather and its Role in Captain Robert F. Scott and his Companions' Deaths
Krzysztof Sienicki
(Submitted on 4 Nov 2010 (v1), last revised 13 Aug 2011 (this version, v3))

A long debate has ensued about the relationship
of weather conditions and Antarctic exploration.

In no place on Earth is exploration,
human existence, and scientific research
so weather dependent.

By using an artificial neural network simulation,
historical (Heroic Age) and modern weather data
from manned and automated stations,
placed at different locations of the Ross Ice Shelf,
and the Ross Island, I have examined
minimum near surface air temperatures.

All modern meteorological data,
as well as historical data of Cherry-Garrard,
high correlations between temperatures at different locations,
and artificial neural network retrodiction
of modern and historical temperature data,
point out the oddity
of Captain Scott's temperature recordings
from February 27 - March 19, 1912.

I was able to show that in this period
the actual minimum near surface air temperature
was on the average about 13˚F (7{˚C) above
that reported by Captain Scott and his party.

On the basis of the mentioned evidence I concluded
that the real minimum near surface air temperature data
was altered by Lt. Bowers and Captain Scott
to inflate and dramatize the weather conditions.

Comments:
12 pages, 6 figures, preprint. Dec. 3rd 2010:
e-mail added and few (5) spellings Capitan to Captain corrected.
Jul. 12th, 2011: Color figures added

Subjects:
History and Philosophy of Physics (physics.hist-ph);
Atmospheric and Oceanic Physics (physics.ao-ph)
Cite as:        arXiv:1011.1272v3 [physics.hist-ph]

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