Querida Camila.
Te escribo esta carta abierta y espero que ello no te represente un
inconveniente, pues me he enterado de que tu correligionario y, al
parecer, jefe, o al menos maestro, Jaime Gajardo, tiene predisposición
contra los judíos y yo soy seguidor de las enseñanzas de un judío que
vivió en Galilea hace más de dos mil años.
Bueno, primero quería felicitarte, no por la argollita de la nariz,
que no va conmigo ni me la explico, pero supongo que alguna buena
razón tendrás par habértela puesto ahí, un lugar tan incómodo (¿no
molesta al sonarse?); ni felicitarte por el verde de tus ojos, que si
bien me gusta mucho no es mérito tuyo; pero sí felicitarte porque
hablas de corrido y dices las cosas pan-pan, vino-vino, mientras la
gente chilena en general habla entrecortado y no dice las cosas de
frentón.
Claro, hablas de corrido, pero, perdona la franqueza, solemnes
tonterías, por lo que te oído en la tele. Las dos cosas esenciales que
repites son "educación gratuita y de calidad" y "no al lucro en la
educación".
En la primera no estoy totalmente en desacuerdo, te voy a decir,
porque, si tú has leído mi blog, te habrás enterado de que soy
partidario de que la plata del Estado para educación sea entregada
directamente a los pobres, mediante vouchers o vales, para que ellos
elijan el colegio o la universidad o instituto al que vayan sus hijos,
lo que es muy parecido, sino igual, a "educación gratuita para los
pobres". Porque, supongo, tú, como buena comunista, no querrás que los
ricos también tengan educación gratuita, cuando perfectamente la
pueden pagar.
Y la plata para eso, Camila, créemelo, está. Mejor dicho, sobra. Ése
es un dato duro. Lo que pasa es que se dilapida, filtra, malgasta.
Bueno, pero el problema de tu postulado es que si la educación fuera
gratuita, y no puede haber lucro, el único que podría proporcionarla
sería el Estado. Y se ha probado, en Chile, al menos, que el Estado es
peor educador que los particulares. Cualquier estadística o
investigación lo confirma. Entonces, "educación gratuita y de calidad"
sólo es posible si no la entrega el Estado, sino los particulares. Ése
es, como suele decirse, "un hecho de la causa".
Lo malo es que los particulares no trabajan "por bolitas de dulce".
Pregúntale a tu correligionario, Jaime Gajardo, si él, como profesor,
admitiría hacer clases gratis. Es seguro que te va a contestar que no,
y que hoy está mal pagado y debería ganar más. Entonces, ya llevamos
tres conclusiones "duras": el Estado tiene la plata, enseña peor que
los particulares y los particulares no trabajan, enseñando, en este
caso, "por bolitas de dulce". Es decir, persiguen fines de lucro.
Luego, bueno, no puedes, simplemente no puedes tener a la vez
educación gratuita, de calidad y sin fines de lucro.
Tú pides que en la Constitución se garantice esa educación gratuita,
de calidad y sin fines de lucro. Bueno, escribirlo no cuesta nada. A
los políticos les encanta hacerle al país promesas de ese estilo. Lo
que costaría en este caso sería cumplirla. Y, como recién vimos, eso
no es posible. Si es por poner en la Constitución cosas que todos
queremos, ¿por qué no garantizarles en ella a todos los chilenos (y
chilenas, por supuesto, eso ahora siempre hay que precisarlo) ser
felices? Por supuesto. Así es que establecer esa garantía
constitucional no cuesta nada. Cumplirla es otra cosa, pero el
cumplimiento de las promesads nunca ha sido un problema que preocupe
demasiado a los políticos, y por eso es que después caen en las
encuestas.
Bueno, yo quería decirte estas cosas, en la certeza de que después de
leerlas y reflexionar sobre ellas vas a llegar a la misma conclusión
que yo: el dinero que el Estado gasta en educación debe ir
directamente, a través de vouchers o vales para educación, a las
familias pobres, que podrán elegir el mejor colegio, instituto o
universidad para sus hijos. Como la Constitución garantiza la libertad
de enseñanza, esos colegios, institutos o universidades serán fundados
por particulares que tengan vocación de enseñar, y competirán entre
ellos para ser los mejores. Para eso deberán poder diseñar sus
programas de enseñanza con completa libertad. Pues el Ministerio, no
sabe hacer buenos programas, como se ha probado reiteradamente en
Chile. Este es otro "dato duro".
Y, por supuesto, en un sistema de real libertad de enseñanza la PSU
desaparecerá sola, porque el único papel que hoy cumple es servir para
cobrar al Estado el costo de la educación universitaria, y según mi
plan el Estado les entregará todo ese costo directamente a las
familias chilenas pobres, hayan o no dado PSU sus hijos.
Bueno, eso era lo que quería decirte a través de esta carta. No es
necesario que me la contestes. Sólo que la leas y la entiendas. Con
eso me daría por contento, pues tendría la seguridad de que ambos
estamos completamente de acuerdo. Muchos saludos. (Viene mi firma, que
es bastante legible).
Publicado por Hermógenes Pérez de Arce.
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