La lucha de Ameneh Bahrami
por Natalia Núñez.
Diario El Mercurio, Revista Ya, martes 16 de agosto de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/08/16/ya/_portada/noticias/7FD81267-3A96-4584-8C71-F300AACC576D.htm?id={7FD81267-3A96-4584-8C71-F300AACC576D}
Su cara, sus manos, sus brazos
quedaron completamente desfigurados en noviembre de 2004
cuando salía de su trabajo y el iraní Majid Mohavedi
le roció ácido como venganza por no querer casarse con él.
Ella tuvo que someterse a 19 dolorosas cirugías para reconstruir su rostro.
La justicia llegó siete años más tarde,
cuando un veredicto la autorizó a aplicar la Ley del Talión
y hacerle exactamente lo mismo que le habían hecho: dejarlo ciego.
Pero a último minuto, esta mujer de 31 años
decidió perdonarle la vista a su victimario.
"Lo hice por Dios, mi familia y mi país", dice en esta entrevista exclusiva.
Hacía tiempo que la andaba rondando.
La llamaba por teléfono.
Le pedía a su mamá que intercediera por él.
Que le hiciera lobby con la linda joven
que había conocido en la Universidad de Azad, en Teherán.
Que lograra una audiencia con su familia para pedir su mano.
El iraní Majid Mohavedi tenía una obsesión que se llamaba Ameneh Bahrami,
una linda chica musulmana que en ese entonces, año 2004, tenía 24 años.
Pero ambos venían de mundos diferentes.
Él, un chico campesino, sin educación,
muy apegado al islam y a la idea de que las mujeres
tienen que rendir obediencia a los hombres.
Ella, una chica citadina, moderna, desenfadada,
independiente, dispuesta
a mostrar los hombros y a peinarse con chapes.
Ella, estudiante de ingeniería electrónica,
ya le había dicho que "no" varias veces.
Le había inventado un cuento para que la dejara en paz.
Que ya estaba comprometida.
Que se iba a casar con otro. Majid no pudo soportar.
Y el 4 de noviembre de 2004, hace siete años,
mientras Ameneh salía de su trabajo como vendedora
en una empresa de ingeniería médica llamada Saadat,
decidió desquitarse sin piedad.
Mientras Ameneh esperaba en el paradero la micro
que la llevaría hasta su casa, él se acercó
con un frasco rojo en la mano
y se lo arrojó a la altura de la frente.
Fue la última vez que Ameneh
vio la luz del día sobre el centro de Teherán.
Podía sentir cómo el ácido sulfúrico
de ese frasco rojo le penetraba la piel,
la quemaba, la deformaba.
Al principio pensó que lo que le había lanzado Majid
era agua caliente por cómo le dolía.
Un conductor que pasaba por ahí
se acercó para asistirla y le arrojó agua fría.
Pero el daño ya estaba hecho.
Su cara, sus ojos, sus manos,
sus antebrazos, estaban destruidos.
Los doctores iraníes que la atendieron
le recomendaron que viajara a Barcelona
porque ahí había doctores especializados
que podrían curarla, reconstruirla, rearmarla.
Hizo maletas y mientras partía a España,
su victimario permanecía en la cárcel.
A comienzos de 2005 el doctor español Ramón Medel
recibió en Barcelona a una mujer sin rostro.
En su consulta del Instituto de Microcirugía Ocular,
IMO, en la localidad del Prat, conoció a Ameneh Bahrami.
Ella no hablaba una gota de español.
"A nivel vertebral de la parte de la cara
tenía un melting que es un fundido
de los tejidos de los párpados con la conjuntiva.
En la parte del ojo tenía todo un magma
y una quemadura gravísima.
No tenía párpados, ni cejas,
y estaban realmente fusionados
los cuatro párpados", recuerda al teléfono.
Él terminó haciéndole más de diez cirugías.
Se volvieron amigos. Logró salvarle
la visión parcial de uno de sus ojos.
Ameneh pudo hacer su vida en España
durante dos años, entre 2005 y 2007, gracias a eso.
Aprendió el idioma. A tropezones, pero se hacía entender.
El doctor Medel veía cómo esta mujer iba transformándose,
creciendo, integrándose a la sociedad catalana de a poco.
Pero en el año 2007, por culpa de un hongo,
el único ojo que tenía visión, se infectó
y la capacidad visual se le fue para siempre.
Ameneh quedó ciega.
Y ese hecho la hizo replantearse todo.
Quería encarar al culpable y clamar por algo más.
Se juró a sí misma que esto no quedaría impune.
Que llegaría hasta las últimas consecuencias para lograr que se
hiciera justicia.
En 2008, un tribunal condenó a Majid Mohavedi,
el agresor, a recibir diez gotas de la misma sustancia en cada ojo,
en aplicación de la Ley de las Ghesas,
que permite a la víctima obtener venganza o perdonar.
Ameneh tenía derecho a invocar la antigua Ley del Talión
y a echarle, ella misma, esas gotas de ácido
a su victimario para quitarle la vista.
Y cuando se supo esa noticia, ese veredicto,
se desató una polémica a nivel mundial.
Saltaron las organizaciones de derechos humanos
-como Amnistía Internacional-,
abogando por que ese castigo no se aplicara.
Ameneh, que ya llevaba tres años en España,
dio algunas notas sobre su tragedia
y de por qué buscaba aplicar la Ley del Talión.
Carles Francino, un famoso locutor de radio español
de la Cadena Ser, le decía a Ameneh en una entrevista
que le hizo el 4 de marzo de 2009 que pensara bien
esto de aplicar la ley del Talión.
Al aire, el conductor del programa "Hoy por hoy"
le preguntaba que qué mejora iba a tener su vida
si dejaba ciego al tipo que le había desfigurado el rostro,
sus manos y sus brazos, por haber rechazado su propuesta de matrimonio.
Pero Ameneh Bahrami sonaba convencida de que quería venganza,
de que ella misma quería echarle las gotas cuando la justicia le
dijera "llegó la hora".
A esas alturas, en 2009, Ameneh sumaba 19 cirugías en su cara.
Tenía un libro publicado en alemán llamado "Ojo por ojo".
Y guardaba un secreto: no tenía intenciones
de aplicar ese procedimiento a su victimario.
Así lo confirma su hermana menor,
Shadi Bahrami, con quien vive en Barcelona.
"Ella no quería hacerlo y yo con Amir
-un amigo documentalista iraní- sabíamos que no lo haría.
Quería llegar al final sólo para que él tuviera miedo.
Ahora en Irán saben que si alguien
quiere atacar con ácido de nuevo a otra persona,
su sentencia será la Ley del Talión,
pero antes no teníamos esa opción
en casos de mujeres a las que les hacen esto".
La práctica de echarle ácido sulfúrico a una mujer
a modo de despecho ocurre todavía en algunos países musulmanes.
En Bangladesh, por ejemplo, incluso tienen un hospital especializado
con una unidad para quemadas con ácido, el Dhaka Medical College Hospital,
que anualmente recibe unas 250 chicas entre 7 y 20 años en ese estado.
Les dicen "las mujeres sin rostro".
El doctor Ramón Medel dice
que no sabía de la existencia
de este lugar tan especializado.
Pero cuenta que, al menos,
ha debido atender a cuatro mujeres
por lo mismo en el último tiempo.
"Es muy lamentable.
Son una catástrofe casos como el de Ameneh
y otras pacientes que hemos tratado por lo mismo.
Les cambia la vida a la persona afectada
y a toda la familia. Es muy dramático", dice.
El 31 de julio de este año,
siete años después de que le arrojaron ácido,
Ameneh tuvo su oportunidad de hacer justicia
con Majid Mohavedi por haberla convertido en una "sin rostro".
Parada en uno de los pabellones del hospital forense de Teherán,
ataviada con bata de doctor, mascarilla y gorra,
se disponía a cumplir la pena que la justicia había decretado.
Pero a último minuto, sorprendió al mundo
cuando con dos palabras decidió cambiar la historia.
"Te perdono", musitó.
Y él, Majid, cayó a sus pies
llorando de la emoción
porque conservaría los ojos.
-Le dije a mi hermano que estaba conmigo
"por favor, espera, que yo no quiero hacer esto".
Nunca quise hacer esas cosas,
siempre me preguntaron si era una venganza, pero no.
No apliqué la Ley del Talión por cuatro razones:
primero por Dios, porque yo he dicho
que en el Corán esta ley está bien,
pero su última palabra dice
que cuando una persona no la aplica,
Dios le envía muchos regalos;
segundo, por mi país,
porque la gente iraní
ahora es presionada por los periodistas,
tiene muchos problemas con ellos
pues escriben cosas raras
que no son ciertas ni exactas
respecto de cómo son las personas acá;
tercero, por dos personas,
el doctor Ramón Medel y Amir Sabouri;
y cuarto, por mi familia para que
podamos vivir tranquilos
hasta el último minuto
que estemos en el mundo.
Ameneh viene de una familia numerosa con cinco hermanos.
Shirin, que es su hermana mayor, ha sido como su lazarillo.
Tiene 37 años, vive entre Barcelona y Teherán
llevando y trayendo antigüedades
desde sus tierras para venderlas en España.
Ameneh cree que el gobierno español
tiene una responsabilidad social con ella
por ser desvalida y porque ha vivido allí desde 2005.
"Hace cuatro años el gobierno español
solamente me ayudaba con 400 euros,
pero ya no hay más plata para ayudarme.
Yo uso unas pomadas para mi cara que son muy caras.
Son dos cremas que valen casi 80 euros cada mes", explica.
Pese a todo conserva su coquetería.
Se tiñe el pelo, pinta sus labios con gloss rosa, usa anteojos oscuros.
De a poco, Ameneh comienza a darle forma a su nueva vida.
Su esperanza ahora radica en que Majid
le pague 150 mil euros de compensación.
-Es importante que Majid pague,
pero la ley de Irán ha dicho que ese dinero,
como yo soy mujer, no es 150 mil euros,
sino que 75 mil euros, sólo por ser una mujer.
Pero le he dicho al juez que yo no acepto esta ley,
sé que soy una mujer, pero mi cabeza
¿por qué va a valer menos que la de Majid?
Él es un chico que no tiene educación,
no trabaja, no hace nada de nada, no estudia.
Por eso ¿cómo puede ser que Majid
valga el doble que yo y yo la mitad que él?
Yo no lo acepto.
Mi juez ha dicho que por qué tengo problemas con esta ley
si es de los musulmanes, pero eso no es exacto.
El Corán no dice nada de eso porque lo conozco bastante
y ahí lo que dice es que la mujer es una parte del hombre
y que el hombre es parte de la mujer, eso significa
que el hombre no puede vivir sin la mujer y viceversa.
Ellos lo traducen mal.
El juez dice que si tengo problemas
con esta ley puedo ir al Parlamento y quejarme.
Y voy a hablar con el Parlamento de Irán,
quiero hablar con esas 290 personas
que trabajan ahí porque esto es raro.
Ahora las mujeres trabajan, estudian,
trabajan en casa y cuidan a los niños,
trabajan más que los hombres,
entonces es mejor cambiar esa ley.
Yo pienso que todas las gentes son personas,
hombres o mujeres, y por eso soy
una persona igual que cualquiera.
Quiero los 150 mil euros de Majid.
No quiere pagarlos porque
sabe que yo quiero este dinero.
Él habla mal de mí, de mi familia.
El juez le dijo: "Más vale que le des las gracias a Ameneh
que te ha devuelto la vida y no aplicó la ley del Talión".
Pero hablar mal de una persona no es dar las gracias.
Le dije al juez que un chico como Majid
debería estar trabajando para que pague mi tratamiento.
"Ameneh no llora delante de la gente"
Ameneh no se rinde.
"Es una luchadora", dice su amigo Amir Saroubi,
un documentalista iraní radicado en Nueva York
que la ha seguido hace años
y que prepara una película con su historia.
Él la ayudó cuando Ameneh
estaba en un albergue de Barcelona
durmiendo junto a prostitutas y criminales.
Así lo recuerda ella:
-Como no puedo ver, una asistente social
me ayudó y me dijo que había
unos hospitales en España que podían cuidarme.
Luego me acompañaron a un sitio,
una casa para gente que dormía en la calle.
El primer día pensé que era un hospital,
pero al segundo día me di cuenta
de que no, de que era un albergue.
Yo tenía que hacerme una operación
para la retina y estaba mal ese lugar para mí.
Por eso yo hablé con Amir Saroubi.
Él me ayudó en alquilar una habitación,
con dinero para subsistir e hizo las gestiones
para hablar con el doctor Ramón Medel.
Pero luego de que yo salí de ese albergue,
mi ojo derecho se cayó.
Ahora ya no tengo ojo derecho y el izquierdo tampoco.
Amir la conoció a través de una fotografía que le llegó a su sala de edición.
La llamó, le prestó dinero, la llevó al médico, le pagó un alojamiento
digno y limpio.
Se convirtieron en amigos inseparables.
"Ella siempre ha sido una chica feliz y eso me sorprende.
Cada segundo que estuvo en dolor cuando pasó por 17 cirugías,
perdió su futuro, su hermosa cara y, lo más importante, la vista.
Y eso es sólo la parte médica porque ella estaba peleando con eso
y otros problemas del gobierno de España que sólo la llamó y no la ayudó mucho.
Ella debe ser una mujer tan grandiosa al perdonar a su atacante.
Siempre ha tenido una actitud buena y ha sido optimista con su vida", dice él.
La hermana menor de Ameneh dice que nunca la ha visto llorar.
"Siempre es feliz. Tiene un carácter fuerte,
es muy amable, sociable
y le gusta mucho relacionarse con la gente".
Añade que su hermana era muy linda antes del accidente.
"Ameneh no llora delante de la gente. Yo nunca la vi.
Me parece que cuando está sola llora,
pero delante mío y de la familia no.
Al menos en estos dos años que llevamos viviendo juntas ha sido así.
Pero antes, en el tribunal, sí. Cuando Ameneh estaba explicándole
su historia a todos los presentes, estaba llorando y todo el mundo
se puso a llorar también. Incluso el juez".
Efectivamente, el juez encargado de emitir el fallo,
Aziz Mohammandi, lloró al escuchar su relato
y dijo que éste había sido uno de los casos
que más le había conmovido en su carrera.
Por el momento, Ameneh no podrá terminar
su propia carrera de ingeniería electrónica.
Sacó 106 de puntuación y para aprobar
la licenciatura necesitaba alcanzar los 144.
Pero tiene otros planes para seguir adelante.
Quiere sacar un segundo libro
donde contará cómo es la vida
de diez mujeres en Irán.
Llevará por título algo así como "Crecer de nuevo"
y espera lanzarlo en un año y medio más.
Quiere volver a Barcelona con la esperanza
de que la ciencia avance rápido y le devuelva su vista.
-Hay médicos muy buenos en otros países
que pueden ayudarme con mi tratamiento y cambiar mi vida,
pero no quiero quedarme en Irán porque Teherán
es una capital que tiene muchos habitantes,
hay muchos automóviles y tráfico,
y para una persona como yo
es muy difícil vivir aquí porque no es cómodo.
Y por eso yo quiero salir y venir sólo para visitar a mi familia.
La gente es muy amable, los iraníes me gustan mucho,
pero para recibir tratamientos es mejor que yo viva fuera de Irán.
Pese a todo, Ameneh está alegre.
Sus padres esperan ansiosos a que corte el teléfono
para compartir con ella en el departamento familiar al oeste de Teherán.
Sus hermanos Mohammad de 29 años y Farhad de 27
se enojan por la duración de esta entrevista.
Ambos trabajan juntos como decoradores.
Ella no puede ver sus diseños.
-No estoy acostumbrada a ser ciega, no ver nada no es mi costumbre.
Es difícil, pero no tengo otra manera de vivir.
Yo sigo la vida, ahora quiero aprender inglés,
ya puedo hablar español, pero ya sabes que es muy distinto.
No quiero vivir sintiendo que 'no puedo vivir',
por eso yo sigo y nunca pienso que soy ciega,
o que yo soy diferente a la gente sana.
No. Yo sigo. Nunca pienso en eso.
Esperamos que ojalá en el futuro
exista una operación nueva y que yo,
y mucha gente que está como yo,
pueda ver el mundo.
"Ella no quería hacerlo y yo con amir -un amigo- sabíamos que no lo
haría", dice shadi, su hermana.
CLASE DEL 70 SGC
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La lucha de Ameneh Bahrami
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