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GENIALIDADES DE UN ANÓNIMO CONOCIDO


Cuando todo se ha perdido,
lo único que permanece
es el recuerdo de cosas 
que jamás ocurrieron.

Es la capacidad de fabulación
de la memoria la que
reconstruye los remembranzas
de lo que nunca existió,
porque cuando lo vivimos
no teníamos la perspectiva
para apreciar y querer
ese intangible que no
era posible de atrapar
en las urgencias
de la cotidianeidad.

Es así que tenemos que
construir desde un presente,
sin mucho futuro en este mundo, 
los precursores de nuestro propio pasado,
para dotarlos de sentido
en lo que nos queda de vida.

Inventar a partir de cosas que percibíamos
sin mayor reflexión, esa realidad que ahora
permanece como una estampa que se desvanece
como las luces de una sala de exhibición
pronta a comenzar la función
produciendo la memorable sensación de intimidad,
la de encontrarse inmerso en el medio de  la magia 
que tantas veces ha sido descrita y recordada,
esta vez, al interior de una manzana
en algún lugar del casco histórico 
de Santiago,  la capital de Chile, 
(aunque Valparaíso representaría mejor 
nuestra alma soñadora y aventurera);
el centro mismo de nuestro pequeño universo
y al mismo tiempo abandonado
a una experiencia en un universo sin referencias.

Ese lugar aparentemente protagónico del cosmos
sería (o fue más bien) un insignificante locus marginal
en la periferia del mundo conocido:
un planeta rocoso localizado
a razonable distancia de una estrella mediana
en el brazo de una galaxia espiral más o menos regular
de un grupo local que forma una ínfima
parte de las miles de millones de estrellas
y de las, a su vez, miles de millones de galaxias 
que conforman el universo conocido.

Pero la ciencia y el arte mismos
nos enseñan a cada rato
que es bueno estar en la periferia,
en la frontera de lo desconocido:
proporciona perspectiva,
un punto ventajoso 
para observar y explorar.

En el caso astronómico, si nos encontramos
demasiado cerca de la fuente de luz
nos incineraríamos como polillas.

Mientras la sala del teatro
permanecía iluminada 
la expectación era calmada
mediante la contemplación
de las peculiaridades 
de la arquitectura interior
de esos teatros desaparecidos;
sus decorados, detalles de
la albañilería de los muros y techos;
los cortinajes,  el diseño de las butacas,
la pendiente del piso de parquet o alfombra
que nos colocaba en la posición justa
para, de un momento a otro, 
sumergirnos en la pantalla
y caer bajo la atracción
de ese sumidero representado
por el agujero negro que esconde
un proyector a punto de encenderse
e irradiar ese grueso y potente haz de luz 
sobre el cual emprenderíamos a horcajadas
nuestro viaje sin retorno hacia experiencias 
y emociones desconocidas e inolvidables.

El comienzo, eso sí, era un anticlímax simpático.
Los famosos réclames, la publicidad de aquella época,
con una mezcla de ingenuidad e ingenio infantil
que precedía al noticiario  UFA ('El Mundo al Instante' 
-un llamado nasal del locutor que se adivinaba más bien gordito-, 
un sudamericano de buena dicción y culto
pero sobre todo bien alimentado por los alemanes,
es decir bueno para los embutidos y la cerveza) 
y el equivalente nacional: el noticiario Emelco, 
como el anterior, en clave magazinesca, pero con énfasis local.

Normalmente, las sinopsis
de los próximos estrenos,
al igual que el plato de fondo,
podían comenzar, por ejemplo,
con un  León rugiente 
de la Metro Goldwin Mayer
que nos hacía recordar a las fieras
del circo Las Águilas Humanas.

Eran los tiempos de la CCN 
la cadena de cines dominante in illo tempore
-Compañía Cinematográfica Nacional-
(no confundir con la cadena noticiosa televisiva, CNN
surgida cuando la empresa nacional había ya desaparecido
o estaba por hacerlo).

Pero para continuar este trayecto imaginario
es necesario volver  al centro de Santiago,
el mismo que, aparentemente ,
no ha cambiado demasiado.

En el centro todavía 
es posible ubicarse
hasta para el más marginal;
la matriz no ha cambiado,
lo formal aunque no la función
en parte se conserva,
al contrario de lo que ocurre
con barrios que surgieron posteriormente
a la consolidación del centro de Santiago.

Hay muchos edificios emblemáticos
que conocí por dentro desde muy niño,
como La Moneda, así como locales comerciales
tiendas por departamento como Los Gobelinos
o lugares para comer, como el salón de té «La Novia»
en la calle Huérfanos.

Pero en la convulsionada actualidad, 
el presente nos toca más bien indirectamente  
a través del conocimiento de las relevantes y decisivas 
funciones, cargos, o responsabilidades que algunos 
de nuestros compañeros de colegio más destacados
han asumido en este largo recorrido:
próceres como Manuel Marfán  vicepresidente 
del Consejo del Banco Central (Agustinas con Morandé),
Jorge Bande, Director de Codelco (Huérfanos)
o Leonidas Vial, socio de una de las más
importantes firmas financieras del país, 
y al que divisé hace no mucho
ingresando al Edificio de la Bolsa de Comercio
por nombrar unos pocos....

Pero, aparte de su relevancia
efectiva y simbólica, al albergar
los edificios desde donde funcionan
las instituciones que administra el Gobierno
y parte importante de los Poderes del Estado,
y de su incensante actividad comercial
hay otros sitios que son los que le dan vida,
los que sin protocolos ni procedimientos burocráticos
dan espacio para que se exprese la vida
en sociedad de los ciudadanos de la República.

Éstos pueden  ser diversos lugares de encuentro
como la calle misma, plazas y parques, 
salones de té, restaurantes, teatros y salas de espectáculos, 
museos, iglesias, mercados, picadas y comederos varios, etc.

Es el espíritu que tan elocuentemente expresó Jorge Bande,
cuando refiriéndose al Hotel de Concón, con un acento
cargado de nostalgia y cariño, lo calificó de algo así como
«el último bastión de Occidente». (Mis disculpas le ofrezco
a Jorge por citarlo recurriendo a mi frágil y muy precaria memoria.

El centro tiene múltiples dimensiones
que es imposible de tratar en una divagación
más bien breve como la que intentamos aquí.

En lo que quiero concentrar mi atención
es en la sensación de interioridad,
de intimidad, de refugio al interior del centro
que se daba en los teatros y  salas de cine, 
aunque  en aquella época esta última expresión
prácticamente no se utilizaba, no se conocía;
se iban a ver películas o en la generación anterior
de nuestros padres, se iba al biógrafo y, si se trataba 
de una representación en vivo,  se iba al Teatro-teatro.

Ahora que acaba de morir el gran Raúl Ruiz
y sin entrar en conversaciones eruditas
o en el intrincado mundo irónico-onírico
del maestro chileno nacido en Puerto Montt
y radicado por fecundas décadas en Francia,
no parece un homenaje tan descaminado
intentar un recorrido por ese espacio céntrico
que nutrió en parte el mundo al que arribó
Ruiz en los años cincuenta y en el cual
desplegó su talento en la primera fase
de su trayectoria creativa hasta que,
bajo el forzado impulso del exilio,
dio el gran salto a Europa y desarrolló
el resto de una camino singularísimo
que lo hizo conocido en todo el mundo.

Tal vez de una manera ardua e intrincada,
que sólo los estudiosos de una obra compleja
y original quizá, algún día puedan pesquisar
esas claves interactivas entre la mente en ebullición
de Ruiz y el entorno primigenio del cual se nutrió.

La propuesta es hacer el ejercicio 
de caminar en la mezcla de imaginación y recuerdo, 
por ejemplo por la calle Huérfanos, 
pasearse por la que fue conocida 
como «la calle de los teatros»,  
y tratar de recordarla (casi) exclusivamente
por dichos recintos:las salas de cine, el biógrafo, 
los cines a los que acudíamos a ver películas.

Iniciemos el recorrido,  entonces, 
a los pies del Santa Lucía
y comencemos a bajar por Huérfanos.

Seguramente me voy a olvidar de muchos teatros,
pero el primero que recuerdo es el LIDO
en la vereda sur, entre Miraflores y Mac-Iver.
con dos letreros luminosos:
uno vertical con cuatro círculos celestes
y letras blancas y otro sobre la marquesina
en azul semejando letra manuscrita
y que se hizo famoso por su pantalla envolvente,
Kinopanorama y el sonido Sensarround
en que se exhibía el cine catástrofe
de los años setenta: La Aventura del Poseidón,
Tower Inferno y Terremoto, entre otras,
aunque ciertamente éstas no fueron 
las mejores películas que vimos allí.

Continuamos bajando 
y en la cuadra siguiente,
nos encontramos a mano derecha 
con el cine REX y el PETIT REX 
destinado a representaciones teatrales. 

A continuación y  al mismo lado,
frente a la librería Pax
al fondo de un pasaje 
estaba el TÍVOLI
y en el siguiente
casi al llegar a San Antonio,
estaba el cine HUELÉN
que se especializaba 
en películas para niños.
Dicho edificio albergaba
también el Hotel Santa Lucía,
lugar donde se hospedó
el equipo de Santos de Brasil
con Pelé como su máxima estrella
emergente, en sus primeras 
visitas a Chile antes y después
del Mundial del '62.

El pasaje del cine Huelén
tenía salida también
por la calle San Antonio
y había una escalera
que conducía a un subterráneo
donde se encontraba 
la galería de arte 
del Banco de Chile
en la que expuso
a fines de los años sesenta
nuestro profesor de arte
en el colegio, Pedro Bernal Troncoso.

Al frente, por Huérfanos,
en un angosto pasaje comercial
con salida, también, a San Antonio,
estaba el TEATRO DEL ÁNGEL
que asocio con Ana González.

En la cuadra que sigue,
nos encontrábamos
con el teatro VICTORIA
y su foyer con esculturas clásicas 
y un techo que operaba como tragaluz
constituido por un colorido vitral.

Vecino al Victoria estaba el teatro ÓPERA
que se hizo famoso por su teatro de variedades,
conocido por sus vedettes como Pitica Ubilla:
el célebre Bim-Bam-Bum.

El recuerdo que tengo de dicho teatro
es de coreografias emplumadas
y la actuación del recordado humorista
Manolo González.

Al frente había un pequeño teatro
al que nunca entré, el KING
y cuyo nicho debe haber sido
un cine de corte erótico
cargado a la picaresca,
aunque probablemente
tendría fama de ser más bien picante.
(¿Por las pulgas?)

El cine ASTOR se encontraba
en el último pasaje antes de llegar
a la calle Estado.
Se prestaba para conciertos
y mi padre presenció en los años cincuenta
con gran entusiasmo el despliegue 
de los músicos talentosísimos
de la orquesta de Count Basie.
En los años setenta, cantantes populares
nacionales, como Buddy Richards
cantaron allí y editaron discos
con las grabaciones de tales conciertos.

En la cuadra entre Estado y Huérfanos
se encontraba a mano izquierda
el Cine CENTRAL y en el subterráneo
el HUÉRFANOS, que fue recientemente
recuperado y en estos momentos
están exhibiendo la película de Andrés Wood,
'Violeta se fue a los cielos'.

Cruzando Ahumada, 
después de caminar una media cuadra,
frente a la fuente de soda Mermoz
se encontraba en un subterráneo el cine ROXY.

Cruzando la calle Bandera
a la altura de los Tribunales de Justicia
había un pasaje al que se podía
acceder tanto por Huérfanos 
como por la otra arteria mencionada.

Allí se encontraba el Teatro PACÍFICO
que lo asocio cine de Ingmar Bergman
que vi allí, por lo que el lugar hasta el
día de hoy adquiere para mí una cierta densidad nórdica
algo del espesor que caracterizó al realizador escandinavo.

El otro teatro que recuerdo en dicha cuadra,
se encuentra en la vereda de enfrente, 
un poco al poniente de donde se encontraba
la Librería de la Editorial Jurídica, actual Andrés Bello. 
El pasaje que lleva el mismo nombre que el teatro,
Cine GRAN PALACE, lo recuerdo no sólo
por sus películas, sino también por sus conciertos:
como los del célebre percusionista 
y vibrafonista Lionel Hampton
o Sergio Mendes y Brasil '66(?). 
También tengo en la memoria misteriosa
en los criterios que escoge para conservar
un concierto de Juan Carlos Duque (ex georgian
de la generación del '71) y su grupo de aquella época: 'Miel'.

Seguramente me he saltado varios otros
cines y teatros que se encontraban 
desperdigados por la calle Huérfanos
o en pasajes aledaños.

Habría que consignar, eso sí, 
que solamente bajar
al Café Santos, y tomarse
un café helado y consumir
de su generosa panera
conversando largamente,
por qué no, de cine, de fútbol,
de amores y desencuentros;
arreglar el mundo, denostarlo,
imaginar nuevas estéticas
o formas de ejercer la justicia,
narra la vida de mil formas
...tratar lo humano y lo divino 
con infinito respeto
y absoluta libertad, 
tal vez sea, también, 
una forma de hacer cine
por otros medios.

Otro de los cines que me falta
mencionar quedaaba en Huérfanos
pasado Teatinos, el TOESCA,
vecino del Edificio Manuel Montt (ex Banco BUF)
donde funcionan los Juzgados Civiles de Santiago.

Nunca entré, pero me parece recordar
que la boletería estaba a nivel de suelo
y había que bajar unas escaleras
para acceder a la sala que quedaba en el subsuelo.

Si continuamos bajando, no recuerdo más teatros,
excepto uno que quedaba frente a la Plaza Brasil,
el Cine ALCÁZAR que fue escenario de una masiva
audiencia georgeana, que regularmente
se escapaba a media semana después del almuerzo
en un fenómeno migratorio estudiantil a gran escala
que se manifestaba en un teatro de bote a bote
con una asistencia compuesta casi exclusivamente de Georgeans.

Los sacerdotes de la Congregación de Santa Cruz 
no podrían haber ignorado  un drenaje 
en la asistencia escolar de tal envergadura
y conjeturo que los curitas de la Holy Cross
evaluaron la situación y consideraron
que esta iniciativa del estamento estudiantil
era compatible con los postulados
de un colegio experimental
en un contexto de cambio acelerado,
por lo que toleraron la asistencia
de estos decididos practicantes de la cimarra
y a la vez que amantes del cine,
pensando que el que estuviésemos
expuestos al cine de Buñuel, la escuela 
de directores franceses de la nouvelle vague
y similares nos desarrollaría el espíritu crítico
o, al menos, nos proporcionaria
algunos de los ingredientes necesarios
para dejarnos perplejos y contribuirían
de paso a nuestra maduración y crecimiento
amén de una profundización de 
nuestra capacidad de apreciación artística:
armazón y desconstructivismo en las estructuras narrativas,
atmósferas oníricas, creatividad y humor, irreverencia,
experimentación y otros ingredientes que se cocinaban
en los swinging sixties.

En retrospectiva, se puede decir
que el objetivo se cumplió
ya que la pulsión hormonal
por contemplar actrices
como la angelical Catherine Deneuve
en situaciones de contenido erótico
no se resolvía de forma tan simple y directa.

La actriz francesa desempeñaba
papeles psicológicos complejos 
que dejaban a los espectadores 
en una nebulosa extraña y ambigua,
situaciones más bien incómodas,
ambivalentes y paradojales,
en que no era tan directa
la conclusión en torno a lo
que el director quiso expresar
(si en verdad tuvo un plan,
¿ven? igual que con Raúl Ruiz),
por lo que el contenido erótico
en muchos sentidos se iba a las pailas
y no quedaba otra que elaborar
un caldo de cabeza difícil de digerir
o no elaborar nada y quedarse
con la hermosura y delicadeza 
de la envoltura y eludir la espesura
conceptual de la propuesta fílmica.

Para no extendernos demasiado
habría que mencionar algunos teatros
y salas de cine que quedaban 
a pocas cuadras del recorrido virtual
que acabamos de concluir.

Devolvámonos, divisando a la distancia
estos casi completamente desaparecidos
recintos, convertidos en locales comerciales
de multitiendas, sucursales bancarias, restoranes,
o templos religiosos, principalmente evangélicos.

No muy lejos de la Plaza Brasil,
en el barrio Yungay, en la calle Cueto
está el Teatro NOVEDADES.
Actualmente pertenece 
a la Municipalidad de Santiago
y está dedicado a una diversidad
de actividades artísticas.
(Seguramente el poeta y músico 
Mauricio Redolés, prócer de dicho barrio
ha actuado infinidad de veces allí).

Hacia el sur el Teatro CARRERA 
en la Alameda junto al barrio
Concha y Toro.

Cruzando la Alameda
y caminando por Almirante Latorre
en dirección a la Escuela de Ingeniería
de la Chile, más o menos a mitad de camino, 
a la altura de Grajales, existía un Teatro, 
el MANUEL RODRÍGUEZ,
frente a una plaza de igual nombre.

He oído de la existencia de un Teatro MONUMENTAL
en Alameda con General Velázquez ( o cerca de ahí).

Volvamos al centro y recorrámoslo
más o menos aleatoriamente,
intentando mencionar
un conjunto significativo
de las salas céntricas
que existían hace unas cuatro décadas.

El cine REAL en Compañía al lado de Los Gobelinos
y frente al Hotel City. Tengo una imagen
de una arquitectura interior elaborada,
color crema, balcones y otros elementos decorativos.

Al Teatro CERVANTES, [hoy convertido en lugar 
de apuestas hípicas a distancia (Teletrack)] 
se entraba a la sala por un costado; el único
acceso a la sala era un amplio pasillo
que obligaba a cruzar delante de 
espectadores que se encontraban sentados
de la mitad hacia atrás de la sala.

Recuerdo que una vez llegué
a uno de esos rotativos
en mitad de la función
dispuesto a ver alguno de los 
films emblemáticos de Charlie Chaplin.
Lo primero que observé
fue el reflejo de la luz del film, 
en blanco en negro por supuesto, 
la semipenumbra se iluminaba
con las caras sonrientes de los espectadores
y las risas de los mismos competían
con la música que acompañaba al film,
generalmente compuesta por el propio Chaplin.
Todo este preámbulo que sucedía
mientras uno intentaba encontrar
un asiento en el menor tiempo posible
y no perderse nada de lo que estaba
proyectándose en el telón el que estaba
inundado por la gracia, simpatía  y la clásica estampa
de ese melancólico vagabundo y genial de Charlot.

Continuamos con el SANTA LUCÍA 
en Alameda con San Isidro
frente a la Biblioteca Nacional, 
los famosos Cinerama: La Conquista del Oeste,
Grand Prix, y varias más. Recuerdo en particular 
Khartoum porque no quedaban entradas disponibles
y sólo conseguí en cuarta fila, que en dicho
film era como caer entre las patas de los caballos.

Probablemente la última vez que estuve
al interior dicho teatro,
fue para el film de Led Zeppelin 
a mediados de los años setenta:
'The Song Remains the Same'.
El recuerdo más claro que tengo
es el trayecto de salida mientras
continuaba sonando la música
zeppelinesca hasta la Alameda misma.

Años después, 
como la mayoría de los cines 
-céntricos y de barrio-
fue convertido en la sede central
de una cadena de librerías,
para finalmente ser demolido
y construir un nuevo edificio
(que cuenta con una piscina
desde la cual se contemplan
los techos de la Biblioteca Nacional
y las fuentes y edificaciones
del cerro Santa Lucía que 
se construyó en tiempos de Vicuña Mackenna.)

Un teatro al que nunca ingresé
es el Cine ALFIL en Alameda
entre Santa Rosa y San Francisco,
a pasos de la Iglesia del mismo nombre.

El cine IMPERIO,
se encontraba en un pasaje 
del mismo nombre que daba 
a la calle Estado
entre Agustinas y Huérfanos:
allí vi entre varias películas
'El Último Grumete de la Baquedano'
(la novela de Coloane que todos
habíamos leído de niños en el colegio
y que llevó al cine
nuestro amigo y compañero,
el genial Jorge López.

Frente al Imperio quedaba el FLORIDA.
Al frente, en la misma calle Estado,  
había un pequeño cine 
al que tampoco entré nunca,
que se llamaba CAPRI.

El Teatro SANTIAGO 
en Merced frente a la Casa Colorada
tenía una especialidad: las películas mexicanas
del tipo de las de Jorge Negrete y Miguel Aceves Mejías,
que fascinaba a un público femenino de corte popular.

El CONTINENTAL en calle Nataniel a pasos de la Alameda, 
era otro que daba películas mexicanas, su especialidad 
eran las películas de Mario Moreno, 'Cantinflas'.

Subiendo por la Alameda, 
a cuadra y media de la Plaza Baquedano,
estaba el cine NORMANDIE.
Casi vecino  del edificio de la Unctad 
(después Diego Portales
hoy GAM - Gabriela Mistral).
Creo que todavía existe como Cine Arte ALAMEDA.

Por un tiempo el NORMANDIE, como marca
y como vocación de cine-arte, se trasladó
a un recinto que había heredado a su vez
el nombre de TOESCA, cuando se terminó
el teatro del mismo nombre de calle Huérfanos.

Por ubicación, este teatro debe ser el mismo
al que asistí en mi infancia en tiempos
de don Jorge Alessandri, a una función
de una comedia musical 
protagonizada por Silvia Piñeiro
y Emilio Gaete, del cual no recuerdo
su nombre, pero que incluía una canción
al final de la obra que aludía al Paleta
con el siguiente estribillo:
'Todo Presidente Debe Ser Casado'.

El BIÓGRAFO en Lastarria con Villavicencio.
es muy posterior, de los años ochenta.,
y es la palabra que siempre le escuché
a mi madre para designar el mundo
de la exhibición de películas.
Ella no iba al cine, iba al biógrafo.
(Parece que el nombre se debe 
a la marca Biograph, de las  proyectoras de cine 
que llegaron al país por aquellos años).

En Villavicencio a fines de los años sesenta
y comienzos de los setenta actuaban
en una teatro más o menos improvisado,
los mimos de NOISVANDER.

Había un par de cines en 21 de Mayo
con Monjitas, el  NILO y el MAYO, 
en uno de esos, creo que en el primero
vi  'A Hard Day's Night' de Los Beatles
(la única vez que entré a dicho cine).

Me parece que hay (o había)
en la calle Monjitas en la vereda norte
caminando desde la calle Estado hacia el oriente 
otro teatro o sala de cine. (No recuerdo su nombre).

En la Plaza Italia,  el Teatro Baquedano
(hoy perteneciente a la Universidad de Chile) 
que contaba un tercer "balcón" 
con butacas llamado Paraíso porque estaba
(casi) en el cielo y donde el chico Sanz
lanzaba esos flatos  que sabía producir  a voluntad
con la capacidad de articular incluso palabras
en dicha clave eructiva.

Después estaban los cines de barrio:
el Oriente (ver el libro de Gustavo Munizaga
dedicado a la obra de su padre Escipión,
en que aparecen imágenes y planos originales)
El Golf, Las Condes, Las Lilas, Pedro de Valdivia,
California, Italia, Regina, Rialto, Macul, ...
...y en otros barrios (sin mencionar otros
para no alargar más la cosa).

Me quedan infinidad de Teatros-teatros
de aquella época: el Teatro Antonio Varas,
la Sala Camilo Henríquez, el Teatro Cariola,
el Teatro Caupolicán, La Comedia...y un largo etcétera....
hasta llegar a los teatros y cines de hoy.

Pero ese trabajo es propio que lo cubran
las nuevas generaciones de cinéfilos
y amantes del teatro.

Un amigo de Raúl Ruiz, junto con acusar el golpe
de la dolorosa partida del cineasta y compadre de juventud,
cuenta que cuando tenían con Ruiz unos 20 años, una de las
cosas que aprendieron por aquella época fue lo siguiente: 
no es lo mismo terminar una película que completarla.

Terminemos aquí.

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