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Afán de lucro: ¿y cuál es el problema?


Tribuna
Afán de lucro: ¿y cuál es el problema?
por Álvaro Fischer
Diario El Mercurio, Martes 12 de Julio de 2011
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/07/12/afan-de-lucro-y-cual-es-el-pro.asp

Una buena porción de la humanidad se pasó gran parte del siglo pasado
probando un sistema económico que no involucraba al lucro,... y
fracasó. El 9 de noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín, y con esa
caída también se desmoronó la idea de organizar la economía ignorando
los incentivos que genera el llamado afán de lucro. Deng Xiao Ping lo
había comprendido once años antes, dando lugar a la revolución
económica china. Otorgó autonomía a los agricultores para que
vendieran sus productos a precios de mercado, permitió que los
agricultores lucraran, y logró que la producción agrícola se
multiplicara. Al extender ese proceso a otras actividades productivas,
China ha conseguido más de 30 años de crecimiento a un 10% anual. Deng
lo explicó diciendo: "No importa si los gatos son blancos o negros, lo
importante es que cacen ratones". (Traducción: no importa el nombre
que le pongamos al sistema económico, lo importante es que contenga
los incentivos a los que responden los seres humanos).

El afán de lucro está siendo cuestionado en Chile, particularmente
para la educación universitaria. Un senador de la República dijo: "No
es aceptable que el Estado le entregue recursos a un alumno de una
universidad privada, si esos recursos pueden transformarse
eventualmente en utilidades para sus dueños". Y si un paciente hace
uso de la garantía estatal Auge atendiéndose en una clínica privada, y
los recursos estatales con que paga se transforman en dividendos para
los accionistas de la clínica ¿eso tampoco es aceptable? Y si el
subsidio de agua potable otorgado a un poblador de escasos recursos se
transforma en utilidad para la empresa proveedora, ¿tendrá ésta que
devolverlos?; y si el Estado adquiere alimentos para repartirlos a
escolares a través de la Junaeb, ¿esos recursos no pueden formar parte
de las utilidades de las empresas que proveen esos alimentos? Hay una
profunda y errada concepción del problema que, lamentablemente, ha
contaminado toda la discusión.

En el caso de las universidades, lo importante no es que tengan o no
fines de lucro, sino que entreguen los servicios que prometen (de
excelencia o masivos), en un ambiente competitivo, en que las personas
escojan libremente dónde estudiar de acuerdo con sus méritos. Eso
requiere que éstas tengan información respecto de la calidad y
características de esas universidades.

Los problemas de calidad y servicio de aquellas universidades privadas
que sacrifican calidad para bajar sus costos, aumentar sus excedentes
y eventualmente repartirlos de manera abierta o escondida, tiene su
correlato en el otro extremo del espectro, en aquellas universidades
estatales con plantas académicas sobredimensionadas de bajo
rendimiento, en las que los recursos aportados por el Estado se
dilapidan de formas improductivas. Pero también puede ocurrir lo
contrario, que una universidad privada sea eficiente y de calidad
(probablemente sólo lo logrará sin fines de lucro), y que una
universidad estatal sea de excelencia. Lo importante, en todos los
casos, es discriminar cuáles universidades son de qué tipo. Ello se
consigue mediante información respecto de la empleabilidad y los
salarios de los egresados, y acreditando sus procesos, para generar
reputación (positiva o negativa). Si el Estado aporta recursos al
sistema, deberá procurar que esa información esté disponible. Y es
aquí donde debería centrarse la discusión.
Pero, muchos dirán, los seres humanos no sólo se sienten motivados por
generar más riqueza para ellos mismos, sino que también tienen
sentimientos de generosidad y cooperación. Y es verdad. Los primeros
generan conductas individualistas, competitivas y egoístas, y los
segundos, conductas colaboradoras y solidarias. El problema reside en
que las primeras son las que permiten satisfacer de mejor manera la
provisión de bienes y servicios para las personas (como lo mostró
Deng), y las segundas son las que construyen la cohesión social. Ambas
son necesarias y su coexistencia genera tensión. Es parte del
inevitable dilema de la condición humana.

De ahí que no sea el afán de lucro el problema, sino las reglas que se
dé la sociedad para aprovechar de manera inteligente tanto la
competencia como la cooperación. Un esfuerzo persistente en esa
dirección permitirá tener universidades estatales y privadas, con y
sin fines de lucro, masivas o de excelencia, multiplicando así las
opciones para nuestros jóvenes.

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