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Condenados al péndulo


Condenados al péndulo
por Antonio Gil
Diario Las Últimas Noticias, jueves 25 de agosto de 2011

El clima de agitación, crispación 
y profunda confusión social y política
que actualmente vive nuestro país
nos produce en el ánimo
una rara, creciente y descorazonadora 
sensación de déjà vu: aquel vago,
incierto, inquietante e impreciso
sentimiento de estar viviendo
algo que ya hemos vivido.

Pero ¿en qué hundido paraje
de nuestro pasado está eso?

¿Se tratará acaso 
de lo ocurrido en 1973,
cuando se da inicio 
a una serie de conflictos gremiales,
siendo el más grave 
el de los trabajadores
del mineral de cobre El Teniente,
que se prolongó 
por más de dos meses y medio,
mientras el proyecto de la Unidad Popular
sobre la educación provocaba 
nuevos y serios enfrentamientos
donde participó activamente
el joven Andrés Allamand,
entre otros próceres de derecha,
los mismos que hoy transitan 
raudos, maduros e investidos
de un nuevo espíritu,
irradiados de poder,
por la vereda del frente:
vale decir, la del orden, el statu quo,
los clamorosos llamados 
a la unidad nacional, a la calma,
salpimentados -cómo no-
con amenazas veladas y no tan veladas,
con las penas del infierno
y la exclusión social, laboral
y de proyección humana
para los promotores y participantes
de esta rara repetición, en clave inversa,
de un pasado que, porfiado,
insiste en retornar?

¿Es posible que estemos viviendo otra vez,
en su esencia, la atmósfera terminal 
de la Unidad Popular, pero al revés?

¿Será la vieja y conocida teoría del péndulo,
a la que parecemos condenados 
desde siempre los chilenos?

¿Es tan pobre nuestro repertorio
de repuestas frente a las coyunturas
que nos ofrece el menú del destino?

Recordamos, 
como algo ya fantasmal y vaporoso,
la política educacional 
del gobierno de la Unidad Popular,
basada en el proyecto denominado 
Escuela Nacional Unificada,
con una fuerte influencia estatal,
inspirada, según sus diseñadores,
en el sueño democratizador
de una educación, tendiente
a fortalecer los principios
y valores de una nueva sociedad.
O en la intención de adoctrinar
al alumnado en los principios marxistas,
según sus detractores.

La educación se instaló entonces,
al igual que hoy, en el centro
del interés y de la discordia.

A ese tema se agregaron,
uno tras otro, los petitorios
de variados sectores
del variopinto zoológico nacional.

Nada bueno 
se comenzó a gestar allí,
como bien sabemos.

Y nada bueno se está cocinando
en esta olla de presión
en que se nos ha convertido
el Chile de hoy.

Pareciera que la raíz de todo
se halla en que nuestro país,
pese a su crecimiento,
no se ha desarrollado
y nuestros recursos mentales,
de un lado y del otro,
carecen por completo de matices.

Y que su único destino es extinguirse
en una espesa majamama
que no entiende ni Cristo.

Creemos, como todos,
que la educación
es la única forma
de acabar con la inequidad.

¿Y qué hacemos?
Parlotear. Cantinflear.

En medio de una gobernabilidd
cada vez más precaria,
sólo nos cabe esperar
que nunca más resuene en Chile
el toque del degüello.

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