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Ecuación de Estado ( de Ánimo)‏


¿Cómo es que ciertos fenómenos climáticos 
son capaces de generar tanta belleza?
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Haciendo abstracción
de los eventos catastróficos
y demás efectos negativos
causados por fenómenos climáticos,
la contemplación del tiempo
en su dimensión atmosférica
y la forma en que éste se inscribe
en el paisaje circundante
produce momentos inesperados
en que la espontaneidad y el caos
parecieran conspirar para
para que un conjunto de elementos
se conjuguen providencialmente 
y nos terminen brindando,
experiencias estéticas únicas e irrepetibles.

Los sentidos son despertados de improviso,
ciertas fibras internas son convocadas 
al espacio sensible de las emociones silenciosas,
expandiendo a plenitud la conciencia de estar vivo.

Es la sobrecogedora belleza del paisaje,
que no es posible abarcarlo en el lenguaje
ni menos reducirlo a lo que pueda llegar 
a lograrse en una imagen de postal.

La complicidad no buscada -no sabemos-
de elementos cósmicos y terrestres
convergiendo súbitamente 
hacia los sentidos y conciencia
de un transeúnte distraído
o de un navegante temerario,
es lo que produce el momento epifánico.

Pero para que se dé lo anterior 
no es necesario que existan condiciones "ideales".
Muchos son los llamados de la belleza
y tal vez pocos los contempladores y contemplativos.

Ni siquiera es necesario estar bien dispuesto.
La belleza,  como la perfección
de un poema plenamente logrado
-en el que nada falta ni nada sobra-
es en cierto modo inevitable
y no depende de planes cotidianos 
o eventuales estados de ánimo.

Simplemente irrumpe
y nos empapa como
la marejada que se estrella súbitamente
en los roqueríos y paseos costeros.

Tras el baño estético
de un bautizo de pura hermosura,
junto con la serena plenitud
queda la perplejidad
de lo que no se comprende
ni se merece.

Ante un regalo así
se responde solamente
con la mirada y el corazón agradecido,
en un diálogo sin palabras
donde en el aire quedan suspendidos
unos cuantos puntos suspensivos...

Es solamente un intercambio
sostenido, por ejemplo, 
en clave de sol o claro de luna,
y una atmósfera que no
requiere ser musicalizada.

Basta con este polvo en suspensión,
y un pobre barro pensativo -como tan bien 
nos describiera a todos el genio de Vallejo-
para que la magia no desaparezca
cuando el fenómeno se convierta
en algo parecido a lo jamás nunca soñado.

Uno podría concluir esta divagación recogiendo
la observación del gran físico, Eugene Wigner, 
acerca de la irrazonable efectividad 
de las matemáticas en las ciencias naturales 
y mal traducirla en un ámbito diferente, 
como la incomprensible emotividad
provocada por la estética desplegada 
gratuitamente en el paisaje natural.

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