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Chile se apuró demasiado


Columna de Andrés Oppenheimer:
Chile se apuró demasiado
Diario El Mercurio, domingo 28 de agosto de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/08/28/reportajes/reportajes/noticias/4C31C250-63F3-4E3F-87CD-D2F47D660677.htm?id={4C31C250-63F3-4E3F-87CD-D2F47D660677}

El destacado analista estuvo en Chile hablando sobre su libro de
educación "Basta de Historias..." y debatió en esa ocasión con Carlos
Peña. También entrevistó a Camila Vallejo y al ministro de Educación,
Felipe Bulnes, en la semana del paro de la CUT, y luego escribió este
análisis sobre la situación chilena.


Las protestas estudiantiles que paralizaron a Chile esta semana han
sido vistas en gran parte del mundo como un síntoma del fracaso del
sistema universitario abierto a la iniciativa privada que rige en el
país. Sin embargo, son en parte del resultado del éxito del sistema, y
en parte consecuencia de sus excesos.

Antes de examinar qué cosas se hicieron mal en Chile, recordemos que
este país tiene uno de los mejores sistemas educativos de América
Latina.
En el último test internacional PISA de estudiantes de 15 años, en las
disciplinas de matemática, ciencia y comprensión de textos, Chile
obtuvo el primer lugar en Latinoamérica, muy por delante de México,
Brasil y Argentina.

Con respecto a la educación superior, Chile ha ampliado su cobertura
educativa más que la mayoría de sus vecinos: el número de estudiantes
universitarios en Chile ha aumentado desde 200.000 hace dos décadas a
casi un millón en la actualidad. Casi el 50 por ciento de los
estudiantes chilenos en edad universitaria están en la universidad, un
porcentaje mayor al de la mayoría de los países de la región.

Y más importante aún, el 70 por ciento de los estudiantes
universitarios chilenos de hoy son hijos de personas que nunca
asistieron a la universidad.
Pero la conclusión que saqué tras entrevistar a los líderes del
movimiento estudiantil, académicos y funcionarios del Gobierno en días
recientes, es que la fenomenal expansión del sistema universitario
chileno se realizó demasiado rápido, con escasa planificación y sin
suficiente regulación.
Chile permitió que las universidades privadas compitieran libremente
con las universidades estatales, pero no implementó la condición de
que todas las universidades privadas se adhirieran a altos estándares
académicos, y eso condujo a la creación tanto de universidades
privadas de primer nivel como de universidades mediocres.

Como la mayoría de los estudiantes de clase trabajadora que accedieron
a las universidades no podían afrontar el pago de sus cursos, Chile
adoptó un sistema usado en Australia, que permite que los estudiantes
empiecen a pagar por su educación una vez que se gradúen y consigan un
empleo.
Teóricamente, todo sonaba espléndido, pero los planificadores no
tomaron en cuenta que, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos
o en China, donde las familias tienen el hábito de ahorrar para la
educación universitaria de sus hijos desde que éstos son pequeños, en
Chile nunca existió una cultura familiar de ahorro para la educación.

Con la explosión de estudiantes de los últimos años, los nuevos
graduados se encontraron con deudas de hasta 40 millones de pesos y la
incapacidad de pagar sus préstamos estudiantiles. Y como sus padres
habían funcionado como garantes de sus préstamos, toda la familia se
encontró con deudas enormes, lo que ayuda a explicar el amplio
respaldo de muchos adultos al movimiento.

Lo que es peor, a diferencia de lo que ocurre en Australia, donde a
los graduados se les exige pagar un cierto porcentaje de sus salarios
cuando consiguen un empleo, en Chile tienen que pagar una suma fija,
independientemente de sus ingresos.

Los estudiantes universitarios de hoy -muchos de los cuales
participaron en las protestas de los estudiantes de secundaria del
2006- se dieron cuenta de que estarían estrangulados financieramente
en cuanto se graduaran. Así que decidieron salir a la calle -esta vez
con el apoyo de los profesores y los sindicatos- para exigir una
educación universitaria gratuita.

"Por supuesto que tienen razón cuando exigen una educación más
asequible", me dijo el ministro de Educación Felipe Bulnes en una
entrevista, agregando que el Estado no podría pagar una educación
totalmente gratuita, especialmente para los sectores más ricos. "La
clave es determinar qué es posible y qué es imposible, y la velocidad
con la que podemos avanzar".

Hasta ahora, el gobierno del Presidente conservador Sebastián Piñera
ha ofrecido inyectar más fondos gubernamentales a la educación
superior, bajar las tasas de interés de los préstamos estudiantiles y
ofrecer becas a los estudiantes más pobres. Pero los líderes
estudiantiles, alentados por el apoyo popular, exigen más.

Camila Vallejo, la dirigenta estudiantil de 23 años que ha fascinado a
este país con su belleza y su carisma, me dijo en otra entrevista que
la federación estudiantil también está exigiendo que el Gobierno
prohíba la existencia de universidades con fines de lucro. Vallejo,
que es militante del Partido Comunista, agregó que su movimiento
quiere "cambios estructurales" que acaben con "el modelo educativo
neoliberal".

Mi opinión: en el apuro por unirse al Primer Mundo y copiar los
sistemas universitarios de Estados Unidos, Gran Bretaña, China e India
-los países con las mejores universidades del mundo-, Chile se
apresuró demasiado. Un poco de gradualismo hubiera sido mejor.

Los estudiantes tienen razón al exigir que el Gobierno haga algo para
resolver la situación financiera de los graduados, y que haya mayor
regulación del sector. Sin embargo, estos excesos pueden corregirse
sin copiar los desastrosos sistemas universitarios estatistas de
varios países de la región.
Si los excesos del libre mercado educativo se resuelven, Chile saldrá
de este trauma convertido en un país mejor.

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