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El violín...

El violín...
por Franc
isco José Covarrubias 


Diario El Mercurio, sábado 13 de agosto de 2011

Un ex Presidente argentino dijo una vez que el gobierno es como el violín: 
para que suene bien se debe tomar con la izquierda y manejar con la derecha. 
Curiosamente, eso es lo que ocurrió en gran parte de los 20 años de la Concertación.

Es cierto que estuvo influida por enclaves autoritarios, 
por temores de no perder la frágil democracia 
y quizá también por cuotas de responsabilidad 
de sus actores comparativamente mayores que en otras épocas. 
Pero -en el fondo- en los años de la Concertación 
gobernó la centroizquierda con muchas ideas de centro derecha.

Algunas cosas se hicieron mal 
y muchas otras quedaron pendientes, 
pero el "modelo económico Büchi-Foxley" 
derivó en los años más exitosos de la historia de Chile.

El gobierno actual, en cambio, 
ha tomado el violín con la derecha 
y toca cada vez más acordes con la izquierda. 
Posnatales excesivos, leyes "super 8", 
sietes por cientos mal focalizados para los jubilados, 
satanización del retail y hasta el Acuerdo de Vida en Pareja 
(pese a lo sensato que es) dan cuenta de una fórmula inversa 
a la recomendada por el ex Presidente argentino. 

La música no suena bien. 
"La calle" ha tomado el control de la partitura 
y está exigiendo tocar cada vez más a su gusto.

Y si la música no está sonando bien ahora, 
podría sonar peor en el futuro... 
Un próximo gobierno de la Concertación, 
probablemente buscará tomar el violín con la izquierda 
y, ahora sí, tocarlo sólo con la izquierda.

¿Qué le está pasando al Gobierno? 
En parte se ha encontrado con problemas no resueltos. 
Muchas veces se habló de educación, 
muchas de desigualdad 
y los avances fueron claramente insuficientes. 
En parte también hay un problema de credibilidad, 
liderazgo y empatía de sus líderes. 
También hay un contagio de un mundo que está cambiando, 
al ritmo de las redes sociales, sin que nadie tenga claro hacia dónde.

Pero si el gobierno no se ha visto bien, 
la Concertación tampoco se ha visto mejor. 
La muestra más emblemática 
de ello ocurrió el jueves pasado 
con la fotografía que se sacaron 
sus parlamentarios exigiendo un plebiscito. 
¿Plebiscito para qué? ¿Qué se va a preguntar? 
¿Está de acuerdo con que la educación sea de calidad? 
Quién podría no estarlo. No -dirán otros-, 
debieran ser otras las preguntas... 
Podrán pasar meses antes 
de que nos pongamos de acuerdo en ellas.
Aunque se usa en algunas democracias, 
el plebiscito es propio de las dictaduras. 
La usó el propio Pinochet 
y la han usado la mayor parte de los dictadores. 
Si no, hay que preguntarle a Chávez. 
En democracia, en cambio, 
hay un Parlamento cuya función 
es precisamente analizar, parlamentar y deliberar. 
Que sean los propios parlamentarios 
de la Concertación quienes degraden su función, 
da cuenta de que algo anda mal.

El clima político está enrarecido. 
Es evidente que la Concertación 
-con la excepción de la tímida visita 
de Ignacio Walker a La Moneda- 
no le quiere prestar ropa al Gobierno. 
Es cierto que le queda poca, 
pero su deber republicano 
-¿o instinto de supervivencia?- 
debiera velar por llegar a acuerdos con el Gobierno. 
Reunirse sólo para pedir un plebiscito, 
como en el fondo lo hizo ayer el PS y el PPD, 
no va en esa línea. 
La Alianza ayudó al Gobierno 
muchas veces en los 20 años de Concertación. 
Por último, hay un tema de reciprocidad.

¿Podrá volver a sonar el violín como antes? 
Hoy no parece fácil. La debilidad del Gobierno 
para sostener el arco atenta contra ello. 
Posturas intransigentes de la oposición, 
en medio de tuiteos bañados en bencina, 
tampoco ayudan al clima de acuerdo. 
Pero el acuerdo es necesario propiciarlo. 
De lo contrario, no faltarán en el futuro 
quienes promuevan 
-al estilo de muchos líderes latinoamericanos- 
que lo que hay que hacer es romper el violín...

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