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Scorsese desnudo y pillado

Scorsese desnudo y pillado
por Héctor Soto
Publicado en el Diario La Tercera, 26 de agosto, 2011
http://blog.latercera.com/blog/hsoto/entry/scorsese_desnudo_y_pillado

Estábamos preparados,
porque la crítica extranjera lo había advertido,
para ver en 'A letter to Elia',
uno de los grandes momentos del reciente Sanfic 7,
un documental tanto de homenaje al cine de Kazan
como una confesión del porqué Martin Scorsese
terminó abrazando el oficio cinematográfico.

Lo que no sabíamos era hasta dónde,
hasta qué zonas de oscuridad esta película
confesional y feroz se podía internar.

Scorsese cuenta
que vio las películas de Kazan
en la adolescencia,
a esa edad en la que todo
-la dificultad de ser
y los problemas de identidad,
la relación con la familia y la sexualidad,
la conciencia moral
y el lugar que podríamos
estar llamados a ocupar en el mundo-
es una duda, una ansiedad o una herida.

No es raro, siendo así,
que títulos como 'Nido de ratas'
y 'Al este del paraíso'
le hayan pasado a Scorsese
como una aplanadora por encima.

Tenía 14, 15 años.

Dice que él hasta ese momento,
con todo lo que le gustaba el cine,
ignoraba que las películas
pudieran hablar
de cosas tan íntimas y dolorosas,
tan reservadas y lastimadas
como las que vio en Kazan.

Cuando lo advirtió,
se sintió no sólo desnudo.
También se sintió "pillado".

Tal como James Dean
en ese increíble melodrama
inspirado en Steinbeck,
él también era hijo
de un padre autoritario
al que quería y amaba
en proporciones encontradas;
él también tenía un hermano
con el cual jamás
había podido entenderse,
y él también se sentía
en medio de una soledad tremenda
y a caballo de una sexualidad incontrolable.

Eso es lo que explica
que haya generado con el cine de Kazan
una relación tan visceral y profunda.

Después conocería a Kazan,
lo entrevistaría, lo iría a ver a su casa
y con los años se la jugaría
para que la Academia
le concediera un Oscar honorario.

Pero jamás le dijo
que lo habían marcado
tanto sus películas.

Preferible era que esa intimidad
quedara entre las películas y él.

Nadie más.

La experiencia de Scorsese
recuerda una verdad que,
de tan obvia, a menudo
perdemos de vista:
que no es igual ver una película
a los 15 que a los 30,
cuando se supone que la conciencia,
por así decirlo, está más arropada.

Kazan a él lo desarmó, claro,
porque además todo su cine
es de una intensidad telúrica
y está hecho de pulsiones
que no vienen del cerebro,
sino del corazón, el sexo y las furias.

Esas películas le hablaron a él
como al hijo de inmigrantes
que aún está inseguro
de su posición en el mundo.

En esas películas,
Scorsese escuchó la voz de alguien
que decidió romper con todo
-con su entorno, su pasado,
su ex partido, el Partido Comunista,
incluso al precio de la traición-
para llegar a ser quien tenía que ser.

Kazan reconoce que ahí se enfrentó
a una de esas disyuntivas
en la cual eligiera lo que eligiera
no tenía más vuelta que perder.

Perdería delatando
"todo lo que hice al final
terminó inscrito en mi cara"
y perdería también no delatando.

Asumió, entonces.

Hubiera sido fácil y hasta más cómodo
mantenerse como borrego en la manada.

Claudicar no supone mucho esfuerzo.

Scorsese va más lejos
y dice incluso que sólo después
de hacer lo que hizo Kazan
pasó a ser un artista autónomo y grande,
necesitado de probar
en cada una de sus películas
el sentido trágico de la vida,
la coherencia de su visión de mundo
y el rigor de su integridad moral.

Qué tiempos, qué  dilemas.

'A letter to Elia' dura sólo 60 minutos.
Son los 60 minutos más sobrecogedores
que el cine ha visto en mucho tiempo.

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