Estoy tan convencido,
Dios mío, de que velas
sobre todos los que esperan de ti,
y de que nada puede faltar
a quien aguarda de ti
todas las cosas,
que he determinado vivir
de ahora en adelante
sin ningún cuidado,
descargando en ti
todas mis inquietudes.
«En paz dormiré y descansaré,
porque Tú, Señor,
me has confirmado
singularmente en la esperanza» (Salmo 4, 10)
Despójenme
en buena hora los hombres
de los bienes y de la honra;
quítenme las enfermedades
las fuerzas e instrumentos de servirte;
pierda yo por mí mismo tu gracia, pecando,
que no por eso perderé la esperanza;
antes la conservaré
hasta el último suspiro de mi vida,
y serán inútiles los esfuerzos
de todos los demonios del infierno
por arrancármela.
«En paz dormiré y descansaré».
Que otros esperen de sus riquezas y talentos;
que se apoyen en la inocencia de su vida,
o en el rigor de la penitencia,
o en la abundancia de las buenas obras,
o en el fervor de las oraciones.
En cuanto a mí, Señor,
toda mi confianza
es mi confianza misma:
«Porque Tú, Señor, me has confirmado
singularmente en la esperanza».
Confianza semejante a nadie falló jamás:
«Nadie esperó en el Señor y quedó confundido».
Por tanto, estoy seguro
de ser eternamente bienaventurado,
porque finalmente espero serlo,
y porque eres Tú, Dios mío,
de quien lo espero:
«En Ti, Señor, he esperado,
no quede avergonzado jamás». (Salmo 30, 2; 70, 1)
Bien conozco, demasiado conozco
que por mí soy frágil y mudable;
sé cuanto pueden las tentaciones
contra las virtudes más robustas;
he visto caer las estrellas del cielo
y las columnas del firmamento;
pero nada de eso logra acobardarme.
Mientras mantenga firme mi esperanza,
estaré a salvo de toda desgracia;
y estoy seguro de esperar siempre,
porque espero también esta esperanza invariable.
En fin, para mí es seguro
que nunca será demasiado
lo que espere de Ti,
y que nunca tendré menos
de lo que hubiere esperado.
Así, espero que me sostendrás firme
en los riesgos más inminentes
y me defenderás en los ataques más furiosos,
y harás que mi flaqueza triunfe
sobre los más espantosos enemigos.
Espero que me amarás siempre
y que yo te amaré sin interrupción;
y para llegar de un solo vuelo
con la esperanza
hasta donde pueda llegarse,
te espero a Ti mismo de Ti mismo,
oh Creador mío,
para el tiempo y la eternidad
Amén
San Claudio de la Colombière
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