Publicado en el suplemento Reportajes de La Tercera, el 22 de diciembre de 2012.
Si bien nadie se sale de la fila, la ansiedad en la oposición hoy es enorme. En torno a la candidata hay una guerra de incondicionalid entre supuestos escuderos y supuestos mejores amigos nuevos. ¿Hasta cuánto durará el juego?
EN PRINCIPIO, era lo más fácil y terminó siendo lo más difícil. ¿Era tan complicado ponerse de acuerdo con los aliados? Para el gobierno de Piñera terminó siendo mucho más traumático que alcanzar acuerdos con la oposición. Los aliados nunca fueron ni su prioridad ni su tema. Por eso el gobierno saltó de un despropósito político a otro, por eso en este las cosas están como están y por eso a estas alturas ya no tiene mucho sentido esperar que el cuadro se revierta. Dicho en corto, cuando hasta las comedias de equivocaciones terminan trivializándose, no es mucho lo que la actual administración podría ganar con una buena gestión política puertas adentro. Por razones de estricta economía política, por la necesidad de invertir los huevos y la energía en las canastas que tengan mayor retorno, a estas alturas lo que procede es simplemente ordenar la casa, terminar bien y enfrentar la elección parlamentaria y presidencial lo mejor que se pueda. El tiempo para juramentos de amor eterno con los partidos -sus partidos- ya pasó.
Los desafíos en evueltos en lo que viene, en todo, caso van a ser arduos para La Moneda. El cuadro de orden y de conductas comedidas que se ha impuesto en la oposición desde que el nombre de Michelle Bachelet se convirtió, aparte de opción imbatible, en talismán milagroso, puede por ahora simplificarle al gobierno el manejo de la coyuntura, pero no le garantizará la gloria.
Algo más de presión
Todo indica que el juego político va a entrar en las próximas semanas a fases delicadas. Sobre todo en el lado opositor. Es probable que como estrategia política el silencio de Bachelet todavía pueda aguantar sin grandes problemas hasta el fin del verano, pero no hay duda de que su presencia en Chile,con ocasión de la Navidad y del descanso que piensa tomarse, está generando presiones adicionales sobre ella. Que a qué vino, qué quiénes están en su círculo, que qué es lo que va a hacer.
Es cierto que los candidatos deben definir sus tiempos políticos en función de los intereses de su sector y no de acuerdo con la agenda de los medios y menos la del gobierno, pero llega un momento en que algo hay que decirles a los correligionarios, a los amigos, a los que están cerca, a los que van a ser tus colaboradores y a tus aliados. Puede ser una perogrullada decirlo así, aunque es cierto: el silencio es efectivo sólo hasta que deja de serlo. ¿Cuándo pasa eso? Cuando se transforma en juego evasivo, cuando deja de ser testimonio de responsabilidad, cuando comienza a herir a tu propia gente. A veces las palabras sobran y eso todos lo entienden. La falta de testimonios, sin embargo, ya es más complicada. Como el gobierno de Piñera lo puede ilustrar, la fórmula de pasar a llevar y maltratar a los tuyos imponiéndoles un cepo a la larga no es buena y se traduce en problemas más temprano que tarde.
La pax bacheletiana impuesta por el silencio de la cuasi candidata es más aparente que real. Hay enorme ansiedad en las filas y dirigencias de la oposición y, como pasa el tiempo y los plazos se acortan, comenzó un verdadero campeonato de incondicionalidades, del cual los medios están siendo testigos. Lo que vemos es una pugna entre supuestos escuderos y supuestos mejores amigos nuevos para asegurar posiciones en lo que va a ser el día de mañana el comando de Bachelet y, después, su gobierno.
¿Cuánto puede durar este juego? Mientras ella no hable, todos se portan bien, nadie se sale de la fila y mantiene al menos la posibilidad de calificar. Pero las cosas necesariamente se van a desordenar el día que hable, que opte, que corte, que decida. Es lo que ocurre en las candidaturas demasiado personalistas y el candidato o la candidata tienen las llaves de todo. De momento ella lo es todo y los partidos nada. La cosa obviamente será distinta cuando haya un proyecto, un programa, porque ahí tanto los partidos como sus dirigentes quedarán menos expuestos al chisme, al capricho, a la inquina y al humor personal de la candidata. Ahora lo están y eso explica que en el entorno de Bachelet medio mundo ande como pisando huevos. Nadie tiene la seguridad de estar adentro y cualquier error por estos días puede significar quedar afuera.
Bachelet y las primarias
Lo que la candidata haga o deje de hacer en las próximas semanas será crucial en su campaña. Su gran desafío será sumar. Sumar a gente seguramente muy distinta aunque también muy necesaria. En el maldito sistema binominal habrá que abrirle paso como sea al PC, a las dirigencias estudiantiles que estuvieron en primera línea el año pasado, a lo que siga en pie de los movimientos ciudadanos, eso sí que cuidando -y esta es la cuadratura del círculo- de no inclinar demasiado la embarcación hacia un solo lado, porque la gran sangría de la Concertación en la pasada elección fue más por el centro que por la izquierda. Si eso vuelve a repetirse en proporciones parecidas al 2010, bueno, la Alianza podría comenzar a sacar cuentas alegres para proyectarse a un segundo mandato.
Un dilema no menor, aunque sólo para después que vuelva a Chile, es cómo se va a manejar Bachelet en las primarias. En la Concertación hay una cierta cultura de diversidad que le ha permitido al bloque restaurar las confianzas asociativas. Pero no está claro que Bachelet la represente con genuina propiedad. Las fisuras que dejó en su relación con Soledad Alvear una competencia que por lo demás nunca se trabó en serio indicaría que ella tiene un problema por ese lado. Quizás tiene un exceso de buena memoria y eso es un lastre para política. Aquí las lagunas mentales se agradecen. Obviamente quien peor lo podría pasar si la epidermis se pone demasiado sensible es Andrés Velasco, no sólo por ser el candidato que en principio más califica para una primaria en el sector, sino también porque no tiene un partido detrás suyo que le cuide las espaldas.
Silencio, por favor. La función está por comenzar.
EN PRINCIPIO, era lo más fácil y terminó siendo lo más difícil. ¿Era tan complicado ponerse de acuerdo con los aliados? Para el gobierno de Piñera terminó siendo mucho más traumático que alcanzar acuerdos con la oposición. Los aliados nunca fueron ni su prioridad ni su tema. Por eso el gobierno saltó de un despropósito político a otro, por eso en este las cosas están como están y por eso a estas alturas ya no tiene mucho sentido esperar que el cuadro se revierta. Dicho en corto, cuando hasta las comedias de equivocaciones terminan trivializándose, no es mucho lo que la actual administración podría ganar con una buena gestión política puertas adentro. Por razones de estricta economía política, por la necesidad de invertir los huevos y la energía en las canastas que tengan mayor retorno, a estas alturas lo que procede es simplemente ordenar la casa, terminar bien y enfrentar la elección parlamentaria y presidencial lo mejor que se pueda. El tiempo para juramentos de amor eterno con los partidos -sus partidos- ya pasó.
Los desafíos en evueltos en lo que viene, en todo, caso van a ser arduos para La Moneda. El cuadro de orden y de conductas comedidas que se ha impuesto en la oposición desde que el nombre de Michelle Bachelet se convirtió, aparte de opción imbatible, en talismán milagroso, puede por ahora simplificarle al gobierno el manejo de la coyuntura, pero no le garantizará la gloria.
Algo más de presión
Todo indica que el juego político va a entrar en las próximas semanas a fases delicadas. Sobre todo en el lado opositor. Es probable que como estrategia política el silencio de Bachelet todavía pueda aguantar sin grandes problemas hasta el fin del verano, pero no hay duda de que su presencia en Chile,con ocasión de la Navidad y del descanso que piensa tomarse, está generando presiones adicionales sobre ella. Que a qué vino, qué quiénes están en su círculo, que qué es lo que va a hacer.
Es cierto que los candidatos deben definir sus tiempos políticos en función de los intereses de su sector y no de acuerdo con la agenda de los medios y menos la del gobierno, pero llega un momento en que algo hay que decirles a los correligionarios, a los amigos, a los que están cerca, a los que van a ser tus colaboradores y a tus aliados. Puede ser una perogrullada decirlo así, aunque es cierto: el silencio es efectivo sólo hasta que deja de serlo. ¿Cuándo pasa eso? Cuando se transforma en juego evasivo, cuando deja de ser testimonio de responsabilidad, cuando comienza a herir a tu propia gente. A veces las palabras sobran y eso todos lo entienden. La falta de testimonios, sin embargo, ya es más complicada. Como el gobierno de Piñera lo puede ilustrar, la fórmula de pasar a llevar y maltratar a los tuyos imponiéndoles un cepo a la larga no es buena y se traduce en problemas más temprano que tarde.
La pax bacheletiana impuesta por el silencio de la cuasi candidata es más aparente que real. Hay enorme ansiedad en las filas y dirigencias de la oposición y, como pasa el tiempo y los plazos se acortan, comenzó un verdadero campeonato de incondicionalidades, del cual los medios están siendo testigos. Lo que vemos es una pugna entre supuestos escuderos y supuestos mejores amigos nuevos para asegurar posiciones en lo que va a ser el día de mañana el comando de Bachelet y, después, su gobierno.
¿Cuánto puede durar este juego? Mientras ella no hable, todos se portan bien, nadie se sale de la fila y mantiene al menos la posibilidad de calificar. Pero las cosas necesariamente se van a desordenar el día que hable, que opte, que corte, que decida. Es lo que ocurre en las candidaturas demasiado personalistas y el candidato o la candidata tienen las llaves de todo. De momento ella lo es todo y los partidos nada. La cosa obviamente será distinta cuando haya un proyecto, un programa, porque ahí tanto los partidos como sus dirigentes quedarán menos expuestos al chisme, al capricho, a la inquina y al humor personal de la candidata. Ahora lo están y eso explica que en el entorno de Bachelet medio mundo ande como pisando huevos. Nadie tiene la seguridad de estar adentro y cualquier error por estos días puede significar quedar afuera.
Bachelet y las primarias
Lo que la candidata haga o deje de hacer en las próximas semanas será crucial en su campaña. Su gran desafío será sumar. Sumar a gente seguramente muy distinta aunque también muy necesaria. En el maldito sistema binominal habrá que abrirle paso como sea al PC, a las dirigencias estudiantiles que estuvieron en primera línea el año pasado, a lo que siga en pie de los movimientos ciudadanos, eso sí que cuidando -y esta es la cuadratura del círculo- de no inclinar demasiado la embarcación hacia un solo lado, porque la gran sangría de la Concertación en la pasada elección fue más por el centro que por la izquierda. Si eso vuelve a repetirse en proporciones parecidas al 2010, bueno, la Alianza podría comenzar a sacar cuentas alegres para proyectarse a un segundo mandato.
Un dilema no menor, aunque sólo para después que vuelva a Chile, es cómo se va a manejar Bachelet en las primarias. En la Concertación hay una cierta cultura de diversidad que le ha permitido al bloque restaurar las confianzas asociativas. Pero no está claro que Bachelet la represente con genuina propiedad. Las fisuras que dejó en su relación con Soledad Alvear una competencia que por lo demás nunca se trabó en serio indicaría que ella tiene un problema por ese lado. Quizás tiene un exceso de buena memoria y eso es un lastre para política. Aquí las lagunas mentales se agradecen. Obviamente quien peor lo podría pasar si la epidermis se pone demasiado sensible es Andrés Velasco, no sólo por ser el candidato que en principio más califica para una primaria en el sector, sino también porque no tiene un partido detrás suyo que le cuide las espaldas.
Silencio, por favor. La función está por comenzar.
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