FloraHolland Aalsmeer:
El Wall Street de las flores
Diario El Mercurio, VD, sábado 22 de diciembre de 2012
Alrededor de 20 millones de flores frescas y plantas se subastan en este mercado todos los días. Ubicado en Aalsmeer, a 14 kilómetros de Ámsterdam, es el más grande del mundo en su tipo, con una superficie bajo techo de un millón de metros cuadrados, algo así como 250 canchas de fútbol.
Desde Aalsmeer, HolandaTexto, Beatriz Montero Ward Fotografías, Carla Pinilla G. El día parte muy temprano de lunes a viernes en el mercado de flores de Aalsmeer, uno de los seis que opera la cooperativa FloraHolland, formada por alrededor de seis mil productores. A las cinco y media de la mañana las salas de subasta, una para plantas en macetas y dos para flores de corte -en cajas y en agua- comienzan a recibir a los primeros compradores, en su mayoría comerciantes mayoristas, exportadores o representantes de grandes empresas de retail. Acompañados de un café o té bien caliente, porque a esa hora, sobre todo en invierno, el frío cala los huesos, toman asiento en las graderías de estos enormes anfiteatros, con capacidad para alrededor de 1200 personas y puestos equipados con computador y un timbre para participar directamente en el remate.
Previo a eso, durante toda la noche llegan hasta el patio central de este recinto, el más grande del mundo en su tipo, con un millón de metros cuadrados de superficie de suelo bajo techo, cientos de camiones con flores que se descargan ordenadamente en carros y que enseguida se trasladan hasta una cámara de frío. A las 4:30 horas éstos se movilizan hasta el hall central donde se ordenan según las especies que llevan y se chequea acuciosamente la calidad de las mismas. Por último, los carros conectados unos con otros se arrastran a través de un sistema de rieles (como un tren) hasta las salas donde esperan los interesados.
Son las seis de la mañana y los rematadores ya están en sus posiciones en unas casetas en lo alto, ubicadas a ambos costados de los escenarios. Los grandes relojes proyectados en pantallas -especiales para marcar el ritmo de una "subasta holandesa", que a diferencia de la inglesa se inicia con un elevado precio que desciende hasta ser aceptado- ya están iluminados y sus agujas comienzan a moverse rápidamente a medida que los carros desfilan repletos de variadas y coloridas especies provenientes de Holanda, Etiopía, India, Ecuador, Colombia... y los pujadores van haciendo sus ofertas en tan sólo algunos segundos.
Es realmente un espectáculo. En cada pantalla junto al reloj se proyecta una foto de lo que en ese momento se está vendiendo más información adicional. Ésta incluye el nombre del productor, la variedad, el color, el número de botones por vara, el largo de la vara, el diámetro del botón, el estado del corte (con botón bien abierto, semi o cerrado), el número de varas por ramo, el total de ramos y la nota con que se calificó esa producción (A1, A2 y B). Lo último en informarse, antes de que la imagen desaparezca y pase la siguiente, es el valor alcanzado.
Son entre ocho y diez mil carros con flores los que se venden todos los días entre las 6 y las 11 am, un número que aumenta de manera considerable en fechas especiales como Navidad, el día de la madre y San Valentín. Y desde allí todo lo subastado parte de inmediato a sus destinos finales, ya sea vía terrestre o área. Así por ejemplo, si alguien compró liliums y tulipanes para abastecer a las florerías de Manhattan, su pedido estará en Nueva York esa misma tarde, entre 7 y 8 pm.
La historia de este mercado se remonta a 1911, cuando los productores de flores de Aalsmeer, a 14 kilómetros de Ámsterdam y muy cerca del aeropuerto de Schiphol, decidieron establecer allí dos centros de subastas de flores: uno en Bloemenlust, en el lado este de la ciudad y otro en el centro mismo. Estaban aburridos de sentirse en manos de agentes que además de manipular los precios no eran pagadores confiables, y pensaron que unidos en una colectividad podían volverse más fuertes. Creyeron, también, que ofreciendo exclusivamente sus productos en las subastas forzaban a los compradores a comercializar sólo a través de este sistema (muchas veces llamado de relojes), mucho más transparente y limpio, que tiene como fin generar un precio justo.
En 1972 ambas subastas se unieron y a partir de enero de 2008 pasaron a formar parte de FloraHolland, entidad que cuenta con más de nueve mil proveedores, tres mil quinientos clientes y más de cuatro mil empleados, y en la que se transa el 90 por ciento de las flores que se producen o llegan a Holanda.
En cifras, para tener una idea de la magnitud de este mercado en Aalsmeer, en 2008 se subastaron 11 billones de flores cortadas y 800 millones de plantas, por un total de 2,4 billones de euros. Es de no creerlo cuando se piensa que se trata de un tipo de bien tan perecedero y efímero, que sólo satisface necesidades estéticas y emocionales. Y es que con flores decoramos, expresamos alegría y también pesar.
Desde Aalsmeer, HolandaTexto, Beatriz Montero Ward Fotografías, Carla Pinilla G..
El Wall Street de las flores
Diario El Mercurio, VD, sábado 22 de diciembre de 2012
Alrededor de 20 millones de flores frescas y plantas se subastan en este mercado todos los días. Ubicado en Aalsmeer, a 14 kilómetros de Ámsterdam, es el más grande del mundo en su tipo, con una superficie bajo techo de un millón de metros cuadrados, algo así como 250 canchas de fútbol.
Desde Aalsmeer, HolandaTexto, Beatriz Montero Ward Fotografías, Carla Pinilla G. El día parte muy temprano de lunes a viernes en el mercado de flores de Aalsmeer, uno de los seis que opera la cooperativa FloraHolland, formada por alrededor de seis mil productores. A las cinco y media de la mañana las salas de subasta, una para plantas en macetas y dos para flores de corte -en cajas y en agua- comienzan a recibir a los primeros compradores, en su mayoría comerciantes mayoristas, exportadores o representantes de grandes empresas de retail. Acompañados de un café o té bien caliente, porque a esa hora, sobre todo en invierno, el frío cala los huesos, toman asiento en las graderías de estos enormes anfiteatros, con capacidad para alrededor de 1200 personas y puestos equipados con computador y un timbre para participar directamente en el remate.
Previo a eso, durante toda la noche llegan hasta el patio central de este recinto, el más grande del mundo en su tipo, con un millón de metros cuadrados de superficie de suelo bajo techo, cientos de camiones con flores que se descargan ordenadamente en carros y que enseguida se trasladan hasta una cámara de frío. A las 4:30 horas éstos se movilizan hasta el hall central donde se ordenan según las especies que llevan y se chequea acuciosamente la calidad de las mismas. Por último, los carros conectados unos con otros se arrastran a través de un sistema de rieles (como un tren) hasta las salas donde esperan los interesados.
Son las seis de la mañana y los rematadores ya están en sus posiciones en unas casetas en lo alto, ubicadas a ambos costados de los escenarios. Los grandes relojes proyectados en pantallas -especiales para marcar el ritmo de una "subasta holandesa", que a diferencia de la inglesa se inicia con un elevado precio que desciende hasta ser aceptado- ya están iluminados y sus agujas comienzan a moverse rápidamente a medida que los carros desfilan repletos de variadas y coloridas especies provenientes de Holanda, Etiopía, India, Ecuador, Colombia... y los pujadores van haciendo sus ofertas en tan sólo algunos segundos.
Es realmente un espectáculo. En cada pantalla junto al reloj se proyecta una foto de lo que en ese momento se está vendiendo más información adicional. Ésta incluye el nombre del productor, la variedad, el color, el número de botones por vara, el largo de la vara, el diámetro del botón, el estado del corte (con botón bien abierto, semi o cerrado), el número de varas por ramo, el total de ramos y la nota con que se calificó esa producción (A1, A2 y B). Lo último en informarse, antes de que la imagen desaparezca y pase la siguiente, es el valor alcanzado.
Son entre ocho y diez mil carros con flores los que se venden todos los días entre las 6 y las 11 am, un número que aumenta de manera considerable en fechas especiales como Navidad, el día de la madre y San Valentín. Y desde allí todo lo subastado parte de inmediato a sus destinos finales, ya sea vía terrestre o área. Así por ejemplo, si alguien compró liliums y tulipanes para abastecer a las florerías de Manhattan, su pedido estará en Nueva York esa misma tarde, entre 7 y 8 pm.
La historia de este mercado se remonta a 1911, cuando los productores de flores de Aalsmeer, a 14 kilómetros de Ámsterdam y muy cerca del aeropuerto de Schiphol, decidieron establecer allí dos centros de subastas de flores: uno en Bloemenlust, en el lado este de la ciudad y otro en el centro mismo. Estaban aburridos de sentirse en manos de agentes que además de manipular los precios no eran pagadores confiables, y pensaron que unidos en una colectividad podían volverse más fuertes. Creyeron, también, que ofreciendo exclusivamente sus productos en las subastas forzaban a los compradores a comercializar sólo a través de este sistema (muchas veces llamado de relojes), mucho más transparente y limpio, que tiene como fin generar un precio justo.
En 1972 ambas subastas se unieron y a partir de enero de 2008 pasaron a formar parte de FloraHolland, entidad que cuenta con más de nueve mil proveedores, tres mil quinientos clientes y más de cuatro mil empleados, y en la que se transa el 90 por ciento de las flores que se producen o llegan a Holanda.
En cifras, para tener una idea de la magnitud de este mercado en Aalsmeer, en 2008 se subastaron 11 billones de flores cortadas y 800 millones de plantas, por un total de 2,4 billones de euros. Es de no creerlo cuando se piensa que se trata de un tipo de bien tan perecedero y efímero, que sólo satisface necesidades estéticas y emocionales. Y es que con flores decoramos, expresamos alegría y también pesar.
Desde Aalsmeer, HolandaTexto, Beatriz Montero Ward Fotografías, Carla Pinilla G..
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