Diario Las Últimas Noticias
Jueves 27 de diciembre de 2012
Antes de que manadas
de flaites y jaurías de lumpen ABC1
piensen siquiera en encaramarse al bus
para partir, en su nauseabundo peregrinaje anual,
a vomitar hasta el contre en el Paseo Yugoslavo
o en el mirador Gervasoni de Valparaíso
y a convertir en un Niágara de orines malolientes
las escaleras del sufrido puerto principal,
ya será 2013 en Caroline, la isla donde nacen los días.
Sí, aunque resuene a leyenda,
usted ni siquiera habrá pensado todavía
en el helado de piña o en el jaquecoso espumante
con que preparará su satánico brebaje a la romana
cuando en el más oriental de los atolones coralinos
del océano Pacífico central hasta los cangrejos de cocotero
ya se habrán atenazado en un apretado abrazo de Año Nuevo.
Ocurre que Caroline nos lleva la delantera
nada menos que en casi veinte horas.
Ahí la medianoche del año venidero
caerá, silenciosa y plácidamente,
mucho antes de que aquí
se comiencen a encender,
con quinientas medidas de seguridad,
los cohetes y petardos en sus
respectivos disparadores pirotécnicos.
Mucho antes de que los cumbiancheros chiquillos
desempolven sus descamadas chaquetas de lentejuelas
para perpetrar, como en el Año Nuevo pasado
y en el anterior, y en todos los que haya memoria,
"Un año más" y "El galeón español",
y mucho antes que esté bien frío el cola de mono
en los refrigeradores de los hoteles,
desde la tibia noche de Caroline
ya habrán partido hacia nosotros los nuevos 365 días
como una suave marejada perfumada de flores polinesias,
hibisco, tiare, frangipani, como brotando de la cadencia
de los palmares de ese remotísimo rincón del globo
descubierto por Pedro Fernández de Quirós en 1606
y redescubierta por el inglés William Broughton,
quien en un arrebato de Espinita, la habría
bautizado con el nombre de la hija
del primer Lord del Almirantazgo.
Quieta, con su cadencioso ir y venir del oleaje,
la isla ni se enterará de que es Año Nuevo.
¿Qué le importa a ella?
La arena blanca y gruesa recibirá el 2013
como recibe la espuma de ese mar turquesa,
cuando usted ni siquiera haya enchufado la plancha
para pegarle una alisada al ternito
que sacó ayer no más a veinticuatro cuotas.
Nuestra Cumilandia y nuestra Flaitópolis
estarán durmiendo la caña de alguna previa
con mucho olor a patita y cerveza rancia
cuando el dios Cronos baje sobre Caroline
para arrancar la hoja de este 2012,
hacerla una bola y echarla
en el gran papelero cósmico
en medio de una noche azul como cristal,
lejos, muy lejos de este basurero
en que hemos convertido nuestras vidas
y nuestro mundo más próximo,
víctimas de una brutal cultura
de la degradación y del mal gusto.
Quizás por eso la bella Caroline,
la isla donde nacen los días,
conocida también como isla Milenio
desde que fue el primer punto del planeta
en que ocurrió el ya lejano cambio de siglo,
se nos adelanta la mayor cantidad de horas posible,
como para no ser cómplice de una forma de festejar
que se nos ha vuelto un hábito cavernario
y repulsivo hasta lo indecible.
Este es el Antonio Gil que adoro leer. Saludos desde alguna periferia flaitárquica.
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