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Opinión ¿Por qué no voté?


por Jenny del Río 
Diario El Mercurio, Lunes 12 de Noviembre de 2012 
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/11/12/por-que-no-vote.asp


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Soy parte de una nueva mayoría: la del 60% de los chilenos que no fueron a votar en las elecciones municipales del 28 de octubre.
¿Por qué no fui? Se ha dicho que quienes no votamos carecemos de actitud cívica, que somos apáticos, que quisimos protestar, que sufrimos de pereza ciudadana, que buscamos propinarle un duro castigo al mundo político, que fuimos irresponsables e incluso que nuestra actitud fue aberrante.
En mi caso, no voté porque no vivo en la comuna en la cual estoy inscrita y porque no me sentí representada por los candidatos que postulaban. Por lo demás -me dije-, ya no estaba obligada a cumplir con lo que por años consideré un deber ciudadano. Me habían dado esa libertad de elegir y decidí no votar.
He consultado a muchos que optaron por abstenerse por qué lo hicieron. Varios admitieron estar desilusionados con el desempeño de sus alcaldes, y además se manifestaron molestos porque no pocos de los que se repostulaban se dieron por seguros ganadores. Conozco casos de personas que prefirieron no gastar en movilización y que ese día se ahorraron 2.400 pesos. También me dijeron no saber siquiera quiénes eran los candidatos de la comuna, o no sentirse representados por "los mismos de siempre". Una socióloga que se inscribió apenas cumplió los 18 años y que siempre votó nulo porque no la convencían los candidatos, esta vez no fue a sufragar porque su local de votación "le quedaba muy lejos". Pero ella y la mayoría de quienes me confesaron por qué no sufragaron en estas municipales sí votarán en las presidenciales. "Ésa es una decisión de peso", me aseguraron.
Un estudiante de 4° medio que podía votar por primera vez prefirió quedarse estudiando. Los carteles de candidatas muy maquilladas o las frases marketeras sin sentido no lo convencieron. "No me proponen nada", dijo.
Yo, en cambio, recuerdo la emoción y el nerviosismo que sentí al votar por primera vez en las municipales de 1971, cuando el país vivía un clima de tensión y enfrentamiento. Se había autorizado el sufragio a los 18 años, y muchos jóvenes acudimos a las urnas porque sabíamos que nuestro voto era decisivo. Entonces fue reelecto un joven caudillo del norte, el mismo que el pasado 28 de octubre volvió a recuperar ese sillón municipal. Voté por segunda vez para la ratificación de la Constitución de 1980 y ocho años después en el plebiscito del "Sí" y del "No", cuando se reabrieron los registros electorales y se inscribió casi el 92% del total de personas habilitadas. Fue la menor abstención de la historia. El voto valía aún mucho más. Y más épico fue el sufragio que nos llevó a los gobiernos democráticos de los 90 hasta hoy. Pero en una parte del camino se fueron repitiendo los rostros, comenzaron a faltar las propuestas; era uno u otro, los mismos de siempre...
Estoy convencida de que si los próximos candidatos no son capaces de seducir, remover y reencantar a esta nueva mayoría, seguirá imperando el voto duro.

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