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Abuelas y abuelos...‏



Otra vez me defiende la investigación

por Nicolás Luco
Diario El Mercurio, lunes 12 de noviembre de 2012
 
Confieso que como papá sentí una subterránea rivalidad con mi mujer por el cariño de los hijos. Debería haber superado tal competencia. Pero todavía palpito cuando ellos me hacen algún cariño.
Bueno, tampoco he superado el espíritu de competencia por el afecto de nuestros nietos. Yo creo que me quieren más porque soy capaz de hacer diabluras, mi mujer más bien educa. Y ahora que el mayor tiene 16 años me nace una relación nueva, yo también he crecido.
A veces me comunico con ellos por Facebook (mi señora no tiene). Les entiendo casi todo menos que lean poco (la mayoría) y tanto videojuego. Pero en general estamos bien, ellos y yo.
El sociólogo Kurd Knudsen me apoya en mi rivalidad por el cariño de los nietos. Publicó en septiembre, en "Acta Sociológica", un estudio que dibuja las relaciones de abuelos y abuelas con ellos. Abarcó a 5.500 abuelos en Austria, Dinamarca, Francia, España... once países europeos.
En resumen, gano yo: las abuelas son mejores cuando los nietos están chiquititos; el abuelo, cuando más grandes. La edad crítica, dice, son los 70 años del abuelo. Ahí alcanzo el rol primordial.
A los 70, claro, un porcentaje de mujeres están viudas. Pero un hombre de 70 probablemente tendrá su mujer. Ella le ha enseñado el puente con los nietos. Se inspira en ella y pasa a instalarse como avistador de mundos para estos adultos en ciernes. Eso, dice el noruego Knudsen, ocurre en la Europa de hoy.
Voy a observar de reojo a mis consuegros, a ver qué tal lo hacen con nuestros nietos. Otra competencia.
A mi favor tengo que puedo contar historias curiosas de la vida real. Por ejemplo, ¿por qué las cebras tienen rayas? Bueno, porque su piel no atrae a los tábanos y otros insectos picadores, como publicaron científicos suecos y húngaros en el "Journal de biología experimental" el verano pasado. Experimentaron en un campo infectado de tábanos cerca de Budapest. Contaron tábanos: los atraen más los caballos oscuros. Los tentaron con simuladores de piel de cebra: cuanto más angostas eran las rayas, menos atraían a los tábanos. Conclusión: con piel de cebra los tábanos no pican.
La semana pasada en el mismo Journal de Biología Experimental dieron a conocer otra perla que publicaron estas páginas: aunque los cocodrilos y lagartos parezcan acorazados, disfrutan de tal delicado sentido del tacto que pueden percibir irregularidades que nuestros dedos no identifican.
O les puedo contar que ayer, en la Universidad de Stanford, dieron a conocer un trabajo de nanotecnología (trabajo en lo mini mini mini): construyeron una piel sintética capaz de repararse a sí misma, como la nuestra después de un corte. Además es sensible a la presión. Maravilloso. Manipularon cadenas de átomos que forman un material plástico y las unieron con un átomo de hidrógeno. Esta unión es débil, se interrumpe fácilmente. Si se le mete cuchillo a esta "piel", se corta. Pero a presión, el hidrógeno disponible vuelve a reconciliar las cadenas plásticas; o sea, se autorrepara, y más rápidamente que la real. Además, como meten átomos de níquel, la "piel" conduce la electricidad y puede transmitir señales al cerebro cuando la presionan o estiran, como, por ejemplo, cuando se saluda a otra persona.
¿Qué tal? Como mientras más envejezco mejoro mi posición, le ganaré de todos modos a la abuela en el cariño de mis nietos. No sé si a mi consuegro, que es bueno para el fútbol y más simpático que yo.

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