Nunca antes en su trayectoria musical -seis publicaciones solistas (álbumes y EPs), una en el dúo Taller Dejao, incontables colaboraciones- Gepe se había sentido tan seguro al controlar la dirección de sus canciones como ahora con GP. “Muchas de las canciones son tal cual imaginé que iban a sonar”, dice sobre el disco presentado en estos días con la avanzada de un vigoroso single de reggaetón-andino, que prueba la libre diversidad del álbum y el desprejuicio de su autor.
“Creo que tiene que ver con que maduré un poquito. En mis anteriores discos la inseguridad me mataba, y la inseguridad más ansiedad es una pésima mezcla. Tuve que aprender, obviamente, y creo que insistir y apostar a equivocarme fue una buena escuela. Ahora, que tengo 31 (años), ya me siento músico, me siento con la responsabilidad de serlo y, además, lo disfruto porque tengo el control sobre algunas cosas... y las que no, es porque nunca las voy a poder controlar. Es lindo así. Lo que cambia, claro, es que ahora hay mucha más gente dispuesta a alabar o triturar este disco. Pero ese estrés también es bacán.
-Te titulaste de diseñador, lo que puede ser una estupenda formación para un músico pop.
-Mi trabajo con la música ha sido intuitivo y autodidacta. Si te fijas, la mayoría de los músicos con un lenguaje propio, o al menos mis favoritos, caen a la música desde otros lados. Estudié Diseño con mucha concentración, y quizás lo que me quedó fue acostumbrarme a que todo lo que me pasa, lo que vivo y lo que veo, lo integro. Tiene que ver con ser curioso, relacionar información y luego editarla hacia un determinado fin. Más que músico, creo ser por siempre un melómano: ésa es mi verdadera dedicación, y por eso mi música suena tanto a tantas otras músicas.
-Con el folclore andino habías trabajado antes, pero ahora recorre casi todo este nuevo disco.
-En parte, es música con la que me topé en las marchas estudiantiles y en tocatas. Chinchín Tirapié, La Chicha y Su Manga, Lakitas San Lorenzo: son grupos que me encantan, me vuelven loco. Esa disonancia en los bronces, esa energía, esa melancolía típica de estrofas y estribillos que no alcanzan a desarrollarse narrativamente. La melancolía es algo propio de este lado de la cordillera, y qué le vamos a hacer. Eso es: un sonido qué-le-vamos-a-hacer.
“GP”, de Gepe. quemasucabeza.com
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