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Esto de cambiar tiene riesgos. No hacer nada, también...‏



Análisis económico de la abstención y voto voluntario
por Guillermo Larraín
Diario La Segunda, Lunes 05 de Noviembre de 2012

Es evidente que el principal y más preocupante resultado de las últimas elecciones municipales es la abrumadora abstención. Nadie lo esperaba y por dos razones, una instrumental y la otra de fondo.
La razón instrumental es que las encuestas fracasaron estrepitosamente. El Ministerio del Interior, que gasta un dineral en encuestas, esperaba que hubiera un incremento en la votación delorden de 1.500.000 personas. Dado que el número de votantes no subió, sino que incluso bajó, el error es del orden de 3 millones de votos. Es un error grosero que amerita de parte del gobierno una explicación y de parte del público, una demanda al Sernac.
En efecto, las encuestas no son sólo instrumentos privados de medicióndel grado de penetración de un candidato y su mensaje. Por un lado, se usan para dirimir al menos parcialmente batallas políticas internas en los partidos y, por otro, son usadas por políticos y medios de comunicación con el interés de orientar e influir en el público.
Es claro que la fe pública está puesta en juego y ello amerita una mínima regulación de estos instrumentos. No se trata de que todas las encuestas repliquen la encuesta del CEP o de la UDP, pero sí debe haber ciertos criterios básicos comunes que prohíban malas practicas e incluso sancionen en caso de uso doloso.
El uso e impacto de las encuestas puede ser no menor, pero en un sentido impensado. Vimos varias justo antes de las elecciones, dandocomo ganadores a todos los emblemáticos que luego perdieron. En el margen, esas encuestas pueden haber afectado negativamente la participación de electores de derecha.
En efecto, antes del voto voluntario se pensaba que a la gente le gustaba subirse al caballo ganador y, por lo tanto, había una tendencia a publicar encuestas triunfalistas de verdad o mentira. El voto voluntario cambió las cosas en el sentido de que una encuesta triunfalista induce a los electores a sentir que la carrera está ganada y por lo tanto el valor marginal del voto es cero. En dicho caso, es razonable abstenerse.
La encuesta es un instrumento que fácilmente puede transformarse desde una buena estimación de lo que puede ocurrir a un instrumento de propaganda que induzca al público a error. Esto ratifica que las encuestas públicas ameritan un mínimo de regulación.
A pesar de lo anterior, dudo que haya sido el triunfalismo de las encuestas lo que redujo la participación. Esa es una explicación económica que si bien puede ser válida, lo es en el margen, y difícilmente explica el fenómeno de la abstención masiva. Tampoco creo que la masividad de la abstención tenga que ver con el hecho de que el transporte no haya sido gratuito ese día. No es que ello no sea importante, pero sería raro que eso explique la masividad delfenómeno.
Una explicación más de fondo es que los temas que interesan a los ciudadanos son más de naturaleza nacional y no tanto local. En efecto, los grandes temas que movilizaron a ciudadanos durante 2011 fueron educación, medio ambiente y los abusos de La Polar, en todos los cuales los alcaldes y concejales tienen poco o nada de injerencia. Esta es una lectura positiva, porque supone que el próximo año la participación sí será importante. Habrá que ver.
Esa sería una situación deseable, pero dudo que sea así. Desde un punto de vista económico, lo que tiende a dominar es el escaso valordel voto de cada ciudadano particular. Medido de esta forma, cada voto pesa un 0,00001% del padrón. En este contexto, sin una gran épica asociada a un candidato o un programa es difícil inducir una gran participación.
A esto se agrega la crítica hecha por muchos sectores de que el binominal hace irrelevante la elección popular, porque los cupos parlamentarios los definen las cúpulas partidarias. Es difícil que haya una gran épica asociada a la elección parlamentaria y por lo tanto es difícil que caiga significativamente la abstención en esa elección.
Lo que va quedando es la elección presidencial. Ahí sí puede haber épica, pero puede ser épica populista. Francisco Díaz, cientista político de Cieplan, decía que le elección presidencial no está ganada, porque el voto voluntario puede botar hasta el más grande. Yo agrego que puede elevar hasta el más pequeño.
Por todo lo anterior, hay una probabilidad distinta de cero que el descontento con el modelo económico y el sistema político se encarne en una candidatura presidencial populista que gane fuerza, pero que no tenga representación parlamentaria. Sería segunda vez.
Y ese patrón no puede seguir porque es el germen de la inestabilidad. Es necesario con urgencia una reforma política seria —es decir, al menos eliminación del binominal y de supermayorías en el Congreso— que genere condiciones sostenibles de gobernabilidad: genuina competencia en la representación política y mayor capacidad de adaptación del marco legislativo a las necesidades y deseos de los ciudadanos.
Esto tiene riesgos. No hacer nada, también.  

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