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George Soros



Por Alicia González / El País
Revista Qué Pasa 06/09/2012
George Soros es uno de los hombres más ricos del mundo y, tras su pasado como especulador, uno de los filántropos y pensadores económicos más conocidos y sorprendentes. Nos recibe en su casa en la costa este de EE.UU. para hablar de cómo ve la salida de Europa a la crisis.
En la Gran Depresión los estados tenían muy poca deuda pública cuando estalla la crisis, y ahora los niveles de deuda pública de partida ya eran muy elevados. Si Keynes viviera hoy no abogaría por las mismas políticas que recomendó entonces porque su análisis partía de que había una deficiencia de demanda, que se podía suplir con gasto público y déficit para ir hacia el pleno empleo y, una vez logrados esos resultados, intentar equilibrar el presupuesto. La deuda, en ese caso, se podía emitir para convertirse en un estímulo contracíclico. Ésa no es una opción en estos momentos. 
Estamos repitiendo los mismos errores que en la Gran Depresión. Porque la idea que está impulsando Alemania de que se puede reducir la deuda contrayendo el crecimiento es no entender cómo funciona la economía. La deuda es un indicador que se mide en relación al PIB. Si reduces el denominador, el PIB, aumenta el peso de la deuda. Es un error básico que no se explica, especialmente por parte de Alemania.
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“Buenos días, soy el mayordomo del señor Soros. Síganme, por favor”. Un amable ayudante nos da la bienvenida a la casa donde George Soros (Budapest, Hungría, 1930) pasa estos días de principios de julio. Pese a la formalidad que uno esperaría encontrar en la casa de un multimillonario -ocupa el puesto número 20 del mundo, según Bloomberg-, el mayordomo entrado en años viste unas bermudas beige, deportivas blancas con calcetines a juego y un polo azul marino con un nombre bordado en español: El Mirador. “Es el nombre de la casa”, explica. El Mirador es una gran casa ubicada en una de las zonas de veraneo más exclusivas de la costa este de Estados Unidos, a unas dos horas y media de Nueva York en auto.
A diferencia de quienes le rodean, George Soros nos recibe impecablemente vestido, aunque de manera informal. Su despacho, no muy grande pero acogedor, está lleno de libros de filosofía, su gran pasión, amontonados por todos lados y con notas sobresaliendo de sus páginas. Soros sonríe amable pero crea una barrera muy perceptible a su alrededor. Este mes de septiembre sale a la venta su último libro en español La tormenta financiera en Europa y en Estados Unidos, con artículos sobre la crisis de deuda.
-Usted vivió los años posteriores a la Gran Depresión, ¿ve similitudes entre aquellos tiempos y el momento actual?
-Hay similitudes, pero también hay grandes diferencias. La más importante es que en la Gran Depresión los estados tenían muy poca deuda pública cuando estalla la crisis, y ahora los niveles de deuda pública de partida ya eran muy elevados. Si Keynes viviera hoy no abogaría por las mismas políticas que recomendó entonces porque su análisis partía de que había una deficiencia de demanda, que se podía suplir con gasto público y déficit para ir hacia el pleno empleo y, una vez logrados esos resultados, intentar equilibrar el presupuesto. La deuda, en ese caso, se podía emitir para convertirse en un estímulo contracíclico. Ésa no es una opción en estos momentos. Luego, además, Europa tiene un problema específico derivado de la construcción del euro. Así que la política hoy en día va a tener que distinguir entre los estímulos que eventualmente se puedan rentabilizar y la que se dirige simplemente a mantener un nivel de consumo que no es sostenible. O un estado de bienestar que no se puede mantener, especialmente en Europa.
-¿Cree que hemos aprendido la lección de aquellos errores?
-Desgraciadamente, estamos repitiendo los mismos errores que en la Gran Depresión. Porque la idea que está impulsando Alemania de que se puede reducir la deuda contrayendo el crecimiento es no entender cómo funciona la economía. La deuda es un indicador que se mide en relación al PIB. Si reduces el denominador, el PIB, aumenta el peso de la deuda. Es un error básico que no se explica, especialmente por parte de Alemania.
-En sus artículos es muy crítico con la posición alemana. ¿Está de acuerdo con quienes dicen que Alemania ya ha llevado a Europa a la catástrofe dos veces durante el último siglo, con la Primera y la Segunda Guerra Mundial, y que ésta puede ser la tercera ocasión?
-Alemania se ha convertido en la fuerza dominante de Europa por el peso de su economía, pero hay que comparar la situación de la Eurozona con el resto del sistema global. La Eurozona es una miniatura del sistema de Bretton Woods que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial y que subordinaba la periferia al centro, siendo Estados Unidos el centro de ese sistema. Eso no era lo que quería Keynes, que buscaba un modelo más equilibrado. EE.UU. quería mantener su papel de potencia dominante y se ganó su derecho a la hegemonía gracias al Plan Marshall. EE.UU. estaba dispuesto a hacer algunos sacrificios para revivir Europa con ese plan y durante muchos años el sistema funcionó. Alemania ahora ha emergido como la economía más fuerte de Europa y podría ocupar el puesto que ocupó Estados Unidos tras la guerra, pero para ello debería preocuparse por el bienestar de la periferia, no sólo por su propio interés nacional. Y ahí es donde Alemania está fracasando en dar respuesta a esa oportunidad histórica. Esa es la tragedia griega de hoy.
-Con su ataque a la libra, en 1992, Europa se dio cuenta de que no podía sobrevivir como una Europa unida con distintas monedas. ¿Podrá funcionar ahora con una moneda única?
-Yo soy un ferviente creyente en una sociedad abierta, una idea que fue inicialmente defendida por Karl Popper. Europa era un bello sueño, un ideal muy inspirador. Pero en lo que se está convirtiendo hoy es muy diferente de esa idea debido a los errores en la introducción del euro y en las reglas impuestas por sus líderes. Están imponiendo una falsa ideología, a través del Tratado de Maastricht y el de Lisboa. Las autoridades, en lugar de reconocer que todos cometemos errores y que si eso sucede debemos corregirlos, insisten en seguir imponiendo unas reglas que claramente no funcionan. En lugar de que la situación mejore, sigue empeorando más y más. Alemania, que en la práctica está dictando la política europea porque en las crisis financieras el acreedor es el que tiene el mando, está haciendo lo mínimo para mantener el euro unido, pero no es suficiente y por eso la situación va a peor. Si estuviera dispuesta a hacer todo lo que hay que hacer, lo máximo, la situación podría empezar a mejorar. Pero para eso hay que empezar por reconocer los errores cometidos.
-Adelante, dígame cuáles son esos errores.
-Los estados miembros renunciaron a un derecho propio cuando delegaron la capacidad de imprimir dinero en el Banco Central Europeo (BCE). El resultado es que cuando los estados se endeudaron lo hicieron en una moneda que no controlaban, igual que en las crisis de los países emergentes en los años 80 y 90. Como consecuencia de ello, los mercados financieros han podido forzar la quiebra de algunos países del euro, algo que nunca pasa si uno se endeuda en su propia divisa. Si tienes control sobre tu divisa, ésta puede perder su valor, provocar inflación, empeorar el tipo de cambio... pero siempre puedes pagar. Cuando se introdujo el euro, los mercados declararon que los bonos soberanos estaban libres de riesgo. Los bancos podían comprar cualquier cantidad de esta deuda sin asumir ningún riesgo y, como resultado, las entidades acumularon deuda de los países más débiles, los de la periferia, España, Italia, Portugal... con el objetivo de ganar unos cuantos puntos básicos más.
Esa inyección de crédito creó un gran boom inmobiliario en España, por ejemplo. Mientras tanto, Alemania, que estaba asumiendo por entonces las deudas de la reunificación y tenía mucha deuda, tuvo que ajustar sus presupuestos, adoptar reformas estructurales, eliminar durante años los aumentos salariales y eso hizo a Alemania mucho más competitiva, frente a países como España. La convergencia de tipos de interés creó esa divergencia de competitividad. Cuando estalla la crisis financiera y quiebra Lehman Brothers en 2008, algunos países tienen que hacerse cargo de sus bancos, que tienen altos niveles de deuda. España, que había manejado sus finanzas muy bien y había emergido como un ejemplo de prudencia presupuestaria, se embarcó en políticas contracíclicas para estimular la economía, que dispararon su deuda. Luego se produjo la revelación griega y los mercados se dieron cuenta de que había un riesgo real de quiebra dentro del euro y la prima de riesgo volvió a hacer su aparición.
-Así que los mercados también cometen errores, no sólo los políticos.
- Así es. Primero al considerar que la deuda de los países más débiles está libre de riesgo y luego al darse cuenta de que pueden hacer quebrar a los países, a no ser que las autoridades los protejan de esos excesos. No lo están haciendo y por eso está fracasando la política. Es muy complicado, es una combinación de crisis soberana, de crisis bancaria, divergencia competitiva y también una crisis política. Hay que poner esos cuatro elementos juntos porque, después de todo, Europa no es una nación, es una unión de países y cuando tienes una crisis cada país trata de protegerse a sí mismo y no piensa en los otros. Por eso Alemania tiene que cambiar su actitud en 180 grados, tiene que dar marcha atrás. En 1989 Alemania dijo: “Ya no tenemos política exterior alemana, ya sólo tenemos política exterior europea” y hoy dicen justo lo contrario “no queremos ser el pagador” de Europa.
-Con semejantes retos, ¿cree que el euro va a sobrevivir?
-Ahora soy muy, muy pesimista sobre su futuro como consecuencia de su erróneo liderazgo. Hay un serio riesgo de que se produzca un accidente, al estilo de Lehman Brothers, cuando el sistema financiero realmente se rompió. Pero lo que es aun peor es que si evitas un accidente y haces lo mínimo para mantener el euro unido, entonces, la Europa que salga de ahí será casi seguro lo contrario de una sociedad abierta. Y ahí el verdadero peligro es que Europa quedará permanentemente dividida entre acreedores y deudores. A los primeros siempre les irá mejor que a los segundos porque estos tienen que pagar tipos de interés mucho mayores por el capital y eso se convierte en una desventaja permanente que ampliará las diferencias entre ambos. Así, la llamada periferia estará permanentemente deprimida y dependiente del centro, que acaparará toda la inversión y el talento, y que dejará a la periferia permanentemente en crisis. Ése es el destino que le depara a España y a Italia.
-¿Puede Europa conjugar los intereses políticos de los países y sus necesidades financieras?
- Alemania tiene una fuerte líder en Angela Merkel. Los alemanes le creen, confían en que protegerá sus intereses. Pero para Merkel va a ser muy difícil, si no imposible, convencer a los alemanes de que la sigan en el empeño de lograr una Europa próspera, porque esos son intereses a largo plazo. A menos que lo consiga, los países deudores van a tener que hacer un frente común, aunque tampoco es fácil. Merkel, como buena política, sabe bien cómo dividirlos. En ese contexto, las dinámicas políticas llevarán al auge de gobiernos nacionalistas extremistas en buena parte de Europa, lo que resulta terrorífico porque eso provocará reivindicaciones imposibles de unos contra otros y mucho resentimiento y hostilidad. En esa posición Europa estará peor de lo que estaba hasta entonces, pero lo peor es que ése es el escenario más probable.
-¿La decisión del Banco Central Europeo de hacer todo lo que sea necesario para salvar financieramente a los estados, siempre que éstos soliciten oficialmente esa ayuda es el camino adecuado para garantizar la supervivencia del euro?
-No. Es un paso en la dirección adecuada, pero no va lo suficientemente lejos para atajar la raíz del problema, el hecho de que los estados miembros no controlan la divisa en la que tienen denominada su deuda. Pone un límite a la escalada de la prima de riesgo, pero no es suficiente para hacer que baje a niveles sostenibles.
-Dice que no es muy optimista respecto al euro, ¿eso significa que pone su dinero donde dice su boca, por utilizar una expresión americana?
-Bueno, lo interesante es que esta crisis no ha forzado necesariamente a la baja al euro, de hecho aunque la crisis empeora la moneda se mantiene relativamente estable. Yo hace mucho que no soy un inversor activo en el mercado financiero, pero si lo fuera no estaría necesariamente corto en euros y sí en otros activos, como en acciones europeas o en bonos italianos o algo así.
-¿George Soros sería el mismo personaje que conocemos si se hubiera quedado en Europa?
-Si hubiera sido mejor estudiante habría podido dar clases en Kalamazoo, en la Universidad de Michigan. Sería profesor de economía. Pero no fui un buen estudiante, aprobé mis estudios pero sin grandes notas.
-¿Pero siempre en Estados Unidos, no en Europa?
-Me temo que sí.

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