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Piezas y partes de la historia del modelo‏

Jobs decía 
que para entender la vida 
había que unir los puntos. 

Con la historia pasa igual.

El libro "Los Descubridores", de D. Boorstin, 
enseña cómo pequeños avances tecnológicos 
tuvieron efectos gigantescos sobre la historia del hombre, 
desde la brújula hasta el telescopio. 

El 2013 se cumplen 40 años del Golpe, 
pero también 100 años 
desde que el químico alemán Fritz Haber 
inventó el proceso de fabricación del salitre sintético.

El invento de Fritz 
tuvo efectos devastadores 
sobre la economía chilena, 
que vivía del salitre y que incluso 
había peleado una guerra por él.

A partir de la masificación de ese invento, 
el consenso económico chileno en torno al liberalismo, 
que impregnaba desde el Código Civil 
hasta la función del Estado, desapareció. 

El golpe de gracia a ese consenso 
se lo dio la crisis del 29, 
que hizo dudar al mundo entero 
respecto del capitalismo. 

Todos los países empezaron 
a experimentar con modelos 
alternativos a la democracia capitalista 
y conocimos la expansión del fascismo, 
del comunismo y sus derivados, 
con sus secuelas de odio, opresión y violencia.

Nuestro nuevo consenso fue darle al Estado 
el rol de motor del desarrollo. 

Así el Estado llegó a tener 
desde hoteles hasta empresas azucareras, 
lo que representaba más del 50% de la economía. 

Para financiarse, el Estado se endeudó 
hasta que no le prestaron más; 
se gastó la plata de las pensiones 
hasta que no quedó nada; 
emitió dinero hasta que la inflación 
se hizo insoportable. 

Los empresarios competían 
por los favores del Estado, 
y no por los de los consumidores. 

La calidad y el precio 
de un producto o servicio 
no eran el origen de la riqueza, 
sino que conseguir del Estado 
una protección arancelaria, 
un subsidio o una fijación 
de precio conveniente. 

Del mismo modo, 
los sindicatos consiguieron 
desde los carnés portuarios 
hasta la propina legal.

Ese modelo de Estado y economía 
entró en decadencia sin alcanzar la gloria 
y colapsó con Allende, que con su delirio 
aceleró lo que era inevitable: su derrumbamiento. 

Las crisis económicas 
siempre generan crisis políticas 
y esta no fue la excepción.

Nuestro modelo pre-73 
terminó con la pérdida de fe 
de todos los actores en nuestra democracia, 
porque no fue capaz de generar prosperidad, 
convivencia civilizada y protección de derechos. 

Todos los chilenos eran demócratas, 
pero a nadie le gustaba la democracia que tenían, 
y por eso la violencia invadió las calles. 

Llegamos a ese punto 
por un consenso económico errado 
y por una izquierda desilusionada de la democracia, 
de la economía privada, y que trató de armar 
una revolución a la cubana, en medio de la Guerra Fría, 
en el patio trasero de Estados Unidos.

Desatada la violencia, todos se armaron, 
y por eso en 1973 a nuestro modelo 
político y económico lo mataron entre varios. 

Unos por demasiado revolucionario; 
otros, por demasiado burgués. 

Los militares solo le extendieron 
el certificado de defunción. 

Después devino la tragedia, 
porque si los goles de la U 
se gritan en la reja de la Garra Blanca, 
el resultado de la violencia 
es tan previsible como reprochable.

Desde el año 1990 
consensuamos otro "modelo", 
al que se acusa de estar en crisis. 

La verdad es que los chilenos 
debemos estar orgullosos 
del modelo de economía privada que tenemos, 
que ha sacado a millones de la pobreza, 
generando empleo, prosperidad 
y estabilidad a nuestra democracia. 

Si no queremos vivir 
crisis políticas y económicas de verdad, 
no inventemos una crisis de mentira del "modelo".

El modelo en crisis 
es el de la gestión del Estado 
en seguridad, salud y educación pública. 

Eso reclaman los chilenos en la encuesta CEP, 
y en eso tenemos que trabajar soluciones inteligentes. 

Si queremos solucionar 
la calidad universitaria regalándola; 
mejorar los colegios públicos 
desfinanciando a los subvencionados; 
arreglar la salud pública 
gastando más en un hoyo negro; 
garantizar la seguridad 
debilitando el orden público 
y el rigor de la ley, 
nuestros problemas 
de los últimos cien años 
los problemas se van a escalar
y crecer como burbuja
para reventar más temprano
que tarde con consecuencias
tanto o más devastadoras 
que en el pasado.

Extracto adaptado y levemente alterado de columna
de Gerardo Varela, Diario El Mercurio, sábado 14 de septiembre de 2013

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