Sería natural que Piñera piense en volver al poder en 2017, tal como sus predecesores. Una de sus ventajas es que aún concita mucho apoyo en la derecha.
por Andrés Benítez - Diario La Tercera 21/09/2013
SE HA convertido en tema de conversación frecuente. Cada paso que da el Presidente Piñera -como su planteamiento frente al 11 de septiembre- es interpretado como un gesto estudiado para su posible reelección en 2017. Incluso, en más de alguna entrevista reciente, le han preguntado sobre el tema y la respuesta ha sido la esperable: que él sólo está preocupado de gobernar hasta el último día. O que su mujer, Cecilia Morel, se lo tiene prohibido.
Ficción o realidad, lo cierto es que el tema no tiene nada de particular. Desde el regreso a la democracia, todos los presidentes, salvo Aylwin, han querido reelegirse. Partiendo por Bachelet, que ahora es candidata. Pero también lo intentó Frei y perdió. Lagos coqueteó con la idea, pero luego desistió, probablemente porque vio que no tenía opciones. Por ende, si Piñera está pensando lo mismo, sería natural.
Ahora, surge la pregunta de por qué un mandatario que tiene una baja tasa de aprobación podría pensar en volver a postularse. Y, sobre todo, por qué sus opositores se lo toman tan en serio, casi como una amenaza. Para que ello sea así, algún mérito tendrán que reconocer en Piñera. De lo contrario, no se entiende tanto revuelo. En esto pueden existir varias hipótesis.
La primera es que si Bachelet vuelve a ser presidenta, es indudable que su desempeño será comparado con el del actual gobierno, partiendo por los datos duros, como el crecimiento económico y la creación de empleos, cosas que hoy se dan por obvias, pero que cuando no se logran son un gran dolor de cabeza. También será muy relevante lo que pase con el nivel de agitación social que ha caracterizado a estos años. Si no se contiene, entonces el descontento ya no tendrá un color político, liberando de alguna manera a Piñera de algo que le ha costado muy caro en términos de popularidad.
Segundo, en el mismo escenario de que Bachelet gana la elección y suponiendo que salva el primer escollo, esto es, realiza un buen gobierno, nada indica que ello signifique que la Nueva Mayoría tenga ganada la elección el 2017. Ya está comprobado que el aura de la candidata no se transmite, como sucedió el 2005 cuando terminó su mandato con récord de aprobación, pero no fue capaz de reelegir a su coalición. Lo cierto es que, sin ella, cualquier elección se torna muy competitiva.
Tercero, y esta vez por el lado de la Alianza, la ventaja es que Piñera sigue concitando mucho apoyo en la derecha. En la última encuesta CEP, es el mejor evaluado por las personas que se identifican con su sector. Su mandato tiene un nivel de aprobación de 81% entre quienes dicen ser de derecha o centroderecha. Las mismas personas, en un 70% de los casos, opinan que se ha manejado con destreza y habilidad, en tanto, un 80% señala que les da confianza. Incluso un 59% de ellas responde que les resulta cercano. Ahora, para volver a ser competitivo, tiene que crecer en los sectores de centro o independientes, que son la mayoría y donde las cifras hoy no son buenas.
Por todo esto, si bien la idea de un Piñera compitiendo el 2017 es todavía muy prematura, no es raro que sea tema de conversación y preocupación para todos aquellos que, de uno u otro lado, aspiran a llegar algún día a la presidencia.
Ficción o realidad, lo cierto es que el tema no tiene nada de particular. Desde el regreso a la democracia, todos los presidentes, salvo Aylwin, han querido reelegirse. Partiendo por Bachelet, que ahora es candidata. Pero también lo intentó Frei y perdió. Lagos coqueteó con la idea, pero luego desistió, probablemente porque vio que no tenía opciones. Por ende, si Piñera está pensando lo mismo, sería natural.
Ahora, surge la pregunta de por qué un mandatario que tiene una baja tasa de aprobación podría pensar en volver a postularse. Y, sobre todo, por qué sus opositores se lo toman tan en serio, casi como una amenaza. Para que ello sea así, algún mérito tendrán que reconocer en Piñera. De lo contrario, no se entiende tanto revuelo. En esto pueden existir varias hipótesis.
La primera es que si Bachelet vuelve a ser presidenta, es indudable que su desempeño será comparado con el del actual gobierno, partiendo por los datos duros, como el crecimiento económico y la creación de empleos, cosas que hoy se dan por obvias, pero que cuando no se logran son un gran dolor de cabeza. También será muy relevante lo que pase con el nivel de agitación social que ha caracterizado a estos años. Si no se contiene, entonces el descontento ya no tendrá un color político, liberando de alguna manera a Piñera de algo que le ha costado muy caro en términos de popularidad.
Segundo, en el mismo escenario de que Bachelet gana la elección y suponiendo que salva el primer escollo, esto es, realiza un buen gobierno, nada indica que ello signifique que la Nueva Mayoría tenga ganada la elección el 2017. Ya está comprobado que el aura de la candidata no se transmite, como sucedió el 2005 cuando terminó su mandato con récord de aprobación, pero no fue capaz de reelegir a su coalición. Lo cierto es que, sin ella, cualquier elección se torna muy competitiva.
Tercero, y esta vez por el lado de la Alianza, la ventaja es que Piñera sigue concitando mucho apoyo en la derecha. En la última encuesta CEP, es el mejor evaluado por las personas que se identifican con su sector. Su mandato tiene un nivel de aprobación de 81% entre quienes dicen ser de derecha o centroderecha. Las mismas personas, en un 70% de los casos, opinan que se ha manejado con destreza y habilidad, en tanto, un 80% señala que les da confianza. Incluso un 59% de ellas responde que les resulta cercano. Ahora, para volver a ser competitivo, tiene que crecer en los sectores de centro o independientes, que son la mayoría y donde las cifras hoy no son buenas.
Por todo esto, si bien la idea de un Piñera compitiendo el 2017 es todavía muy prematura, no es raro que sea tema de conversación y preocupación para todos aquellos que, de uno u otro lado, aspiran a llegar algún día a la presidencia.
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