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Ibáñez al pizarrón


Hace 60 años, la tradicional familia Ibáñez revolucionó el ambiente universitario con su Escuela de Negocios, enfocada en crear empresarios y hombres de negocios. De sus inicios, su inspiración y del debate en educación habla Pedro Ibáñez, presidente de la Junta Directiva de la UAI. Aunque, sin querer, también hace su diagnóstico en política: “No tengo tan claro que vaya a ganar Michelle Bachelet”. Por Carla Sánchez M. / Fotos: Verónica Ortíz
Hace dos meses, Pedro Ibáñez se cayó del caballo. Fue un gran porrazo, tanto que se fracturó su hombro derecho y tuvo que entrar a pabellón. Hoy, con el brazo en cabestrillo, se está recuperando. Quiere volver a montar. Quiere volver a desencadenar su energía para emprender nuevas aventuras, aunque a estas alturas se podría decir ya es un graduado, al menos en lo que a negocios respecta.
Hace dos meses sorprendió a todo el mercado con la venta de Tres Montes-Lucchetti, el llamado “pulmón” de Córpora, el holding que preside, al grupo colombiano Nutresa en 758 millones de dólares. Por ahora, no tiene muy claro en qué va a invertir los casi 400 millones de dólares que recibirá. Ni tampoco a qué dedicará su tiempo libre. “Me da lata hablar de negocios”, advierte de entrada. Porque lo que nos convoca no son sus andanzas empresariales, sino que los 60 años de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez, fundada por su padre, Pedro Ibáñez Ojeda.
Si hay algo que ha caracterizado a la familia Ibáñez es su afán innovador. A principios del siglo XX, don Adolfo Ibáñez Boggiano, un comerciante viñamarino que fundó Tres Montes S.A., (hoy tres Montes Lucchetti) y Almac (hoy Walmart Chile), tenía claro que los negocios serían clave para el crecimiento económico del país. Inquieto e idealista, viajó a conocer Harvard y Wharton antes de proyectar una escuela de empresarios, “organizada con un tino superior, para que al formar hombres cultos, estudiosos, con capacidad de investigación, se conservara vivo en sus espíritus el afán de crear, organizar, edificar…”. Reflexiones que sus hijos encontraron varios años después de su muerte en el entretecho de su casa en Recreo, la histórica sede de la Escuela de Negocios, que nació al alero de la Fundación Adolfo Ibáñez.
 “Lo que no me parece es que la comunidad esté financiando a familias que pueden pagar parte o la totalidad de sus estudios. La educación gratis para todos me parece un slogan que no hace mucho sentido”.
“La escuela partió como la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Valparaíso, pero después de un tiempo, la Fundación Adolfo Ibáñez se peleó con la universidad –que quería imponer un cierto modelo ideológico– y terminaron el convenio”, cuenta Pedro Ibáñez, nieto de don Adolfo.
Se independizaron. Convirtieron la casa de don Adolfo en el centro de operaciones. Pero vino el gobierno de la Unidad Popular y tuvieron problemas, porque al no ser universidad no podían dar títulos. Firmaron entonces un convenio con la Universidad Santa María para validar los grados. Su foco en la administración y los negocios, sumado a la mística de estudiar en Viña, la convirtió en una alternativa interesante a las tradicionales escuelas económicas. Por sus aulas desfilaron Thomas Keller, Jonny Kulka, Enrique Ostalé y el propio Pedro Ibáñez (ver recuadro).
No fue hasta fines de los 90 que el fundador de los hoteles Explora se involucró a fondo. A esas alturas, la Escuela de Negocios ya se había transformado hace años en universidad. Y las matrículas de alumnos crecían y crecían. “Hasta ese minuto estaba ocupado en muchas cosas y no tenía un interés real en meterme en la universidad, pero vimos que era un proyecto familiar muy importante y decidí, con mi tío Manuel Ibáñez (papá de Nicolás y Felipe), tener un rol más preponderante y actualmente soy el presidente de la junta directiva”.
Hoy está concentrado en organizar el proceso de transición, en el que la nueva generación podrá acceder a integrar la junta directiva. “No dudo que dentro de la familia Ibáñez va a haber hijos o sobrinos muy capaces de participar en la junta directiva, pero vamos a dejar la posibilidad abierta –en caso de que no hubiese miembros de la familia calificados para participar–, que pueda renovarse sin ellos”, cuenta en su oficina de Córpora, proyectada por el arquitecto José Cruz, el mismo que diseñó la enorme sede en Peñalolén.

“Jamás hemos sacado un peso”

No es fácil entrevistar a Pedro Ibáñez. De partida, piensa algunos segundos antes de contestar cualquiera de las preguntas y responde con calma. Y si el tema en cuestión no le interesa, rápidamente lo cambia.
Se nota que le fascina la arquitectura y el diseño. Su oficina tiene varios libros –algunos incluso en el suelo–, esculturas, modernos sillones y muestras de género sobre un mueble. Es tímido y se ríe poco. Pero si hay algo que lo hace sonreír es el moderno edificio que ideó junto al arquitecto José Cruz (Premio Nacional de Arquitectura) en Peñalolén. “Es lejos lo más importante de la arquitectura moderna en el último tiempo. Un landmark en Santiago”, comenta orgulloso sobre la construcción de los modernos edificios curvos que se entrecruzan, totalizando 25 mil metros cuadrados y en el que estudian más de 3.500 alumnos, entre pregrado y postgrado.
“Primero que todo, no tengo tan claro que vaya a ganar Michelle Bachelet (…) Todavía faltan 3 meses para la elección y es mucho tiempo, pueden pasar muchas cosas”.
-En sus comienzos, ¿la Escuela de Negocios tenía fines de lucro?
-No, nunca. En su testamento, don Adolfo Ibáñez dejó una plata y las ideas para hacer una escuela de negocios. Mis papás y tíos formaron la fundación –que por su origen no tiene fines de lucro-, la que dio inicio posteriormente a la universidad. Para nosotros, el lucro nunca ha sido tema y jamás hemos sacado un peso, ni siquiera como gastos de representación.
-¿Usted no recibe un sueldo?
-No, yo no recibo nada.
-Pero es el Presidente de la Junta Directiva...
-Sí, pero no recibo nada. Tampoco lo hace ningún miembro de la familia ni de la junta directiva. Hoy estamos estudiando pedirles mayor involucramiento y la posibilidad de darles un pequeño honorario a los directores, porque es toda gente de empresas, abogados importantes. Ninguno de ellos necesita que les paguemos y están muy contentos de poder dar su ayuda en esa forma, pero sería una manera de decirles que su tiempo vale. Pero hay muchos directores que se oponen, por lo que es algo que está en discusión.
-¿La UAI opera con la figura de la Universidad del Desarrollo, donde los fundadores son dueños de una inmobiliaria que arrienda las instalaciones a la casa de estudios?
-Tenemos algunas propiedades que son de la fundación –que las arrienda la universidad– y otras que son de la propia universidad. Pero como ninguna de las dos tiene fines de lucro, plata que entra se utiliza en construir nuevos campus o edificios. Todos los excedentes que se pudieran producir se reinvierten, sea a través de la universidad o de la fundación.
-En la discusión del lucro, ¿se ha satanizado el término?
-Sí; el término lucro se ha “peyorizado”. El lucro en sí no tiene nada de malo, la gran mayoría de la gente se mueve por algún fin de lucro. Lo que sí es muy malo es que la ley prohíbe a las universidades lucrar, entonces, si lo hacen, es una situación claramente ilegal.
-¿Y lo hacen?
-No sé lo que ocurre en cada caso, prefiero no dar una opinión. Pero la ley es bastante absurda, porque debiera permitir instituciones con y sin lucro y que cada una de ellas expresara cuáles son sus fines.
-Michelle Bachelet ha planteado una reforma profunda que implica educación superior gratuita para todos los jóvenes en 6 años, lo que será financiado con una reforma tributaria, ¿está de acuerdo con ello? De pensar la educación como un derecho y no un bien de mercado…
-La educación es algo a lo cual toda la gente debiera tener acceso, sea porque sus familias tienen los recursos y si no, obviamente me parece necesario y normal que la comunidad –a través de un ente como el Estado– lo financie. Lo que no me parece es que la comunidad esté financiando a familias que pueden pagar parte o la totalidad de sus estudios. La educación gratis para todos me parece un slogan que no hace mucho sentido.
-Si se llegase a aplicar en Chile, ¿cree que no va a funcionar?
-De repente las cosas se ideologizan de tal forma que el mundo se vuelve irracional. En el reinado de las ideologías puede pasar cualquier cosa.
-Federico Valdés, de la UDD, está muy preocupado por los anuncios de educación gratuita y aranceles fijos. Él cree que las universidades privadas van a quebrar… ¿es usted igual de lapidario?
-Nosotros tratamos de separar lo que es consigna, de las cosas que efectivamente pueden aplicarse en un país moderno y semi desarrollado como es Chile hoy. No me parece que esta locura ideológica de los años 60 se pueda repetir en la década que estamos viviendo. En consecuencia, si hablan de fijaciones de tarifa, una cosa completamente extemporánea hoy día, tendríamos que volver a la fijación de precios. ¿Por qué se van a fijar sólo los precios de las universidades? Tendrían que fijarse nuevamente los precios de la economía, lo cual sería una cosa loca de pensar en el mundo de hoy.
“Para mí, en todo caso, la política es la actividad más importante que puede existir en el país, mucho más que la de los empresarios”.
-En el escenario de que Michelle Bachelet fuera reelecta, ¿no le preocupa el futuro de las universidades privadas?
-Veo que esta reforma profunda a la educación, tal como está planteada, es una cosa ideológica y me resulta difícil concebir que como país pudiéramos caer nuevamente en ideologías que están completamente superadas. Ahora, si volvemos a caer en eso, quiere decir que nos merecemos cualquier cosa.
¿El triunfo de Bachelet?
-Los cambios a la educación que plantea Bachelet implicarían una reforma tributaria, ¿está de acuerdo con un alza de impuestos?
-Primero que todo, no tengo tan claro que vaya a ganar Michelle Bachelet.
-¿Piensa que la candidata de la Nueva Mayoría es ganable?
-Todavía faltan 3 meses para la elección y es mucho tiempo, pueden pasar muchas cosas. Hoy día hay algunos indicios –como publicó el CEP– de que tendría más ambiente la candidatura de Bachelet, pero de ahí a que la gente vaya a votar mayoritariamente por ella y por programas como los que está planteando, creo que todavía hay un trecho para eso.
-Pero las encuestas la posicionan con una ventaja difícil de superar…
- La única que ha habido es la del CEP y fue una encuesta muy abierta.
-La Alianza cuestionó la validez de la encuesta (donde Bachelet obtuvo 44% de aprobación en la consulta abierta presidencial y Matthei un 12%). ¿Fue oportuno haberla dado a conocer, considerando que la primera encuesta tras la renuncia de Golborne fue cancelada?
-Ha sido una tradición del CEP dar a conocer todos los datos abiertamente, me parece bien que así haya sido.
-Muchos sostienen que hubo un error metodológico, pues la candidata de la Alianza aún no había sido oficialmente proclamada…
-La verdad que no me atrevería a juzgar eso porque hoy, con los cambios que se han producido con el voto voluntario, las metodologías de las encuestas han cambiado mucho, tanto que ya nadie se atreve a hacer encuestas.
-Este ha sido un año agitado para el CEP, Arturo Fontaine, su director histórico, dejó el cargo y también renunció Carolina Segovia, la “dama de las encuestas”.
-Estuve en el directorio del CEP durante 30 años y me parece que la salida de Fontaine fue porque cumplió una etapa, llevaba más de 30 años al frente del centro de estudios. Todos cumplimos etapas en la vida.
-¿Era necesaria una renovación?
-Todas las instituciones tienen que renovarse en algún momento dado. Uno puede pensar –y yo lo comparto– que Arturo es una persona magnífica como director del CEP, pero imaginar que tiene que seguir para siempre es como pensar que uno es inmortal, es como pelearle a la mortalidad. Todos, en algún momento, tenemos que hacer un paso al lado y dejar espacio para que llegue gente joven.
-Algunos dicen que su estilo era demasiado personalista…
-No creo, el CEP siempre ha tenido un comité ejecutivo, en el cual participan 5 directores, que se reúne semanalmente y está muy encima de todas las actividades, no veo que nadie se mandara solo dentro del CEP, por lo menos a mí no me tocó ver eso.
-Volviendo a las elecciones, usted participó en la campaña de Allamand…
-No, yo no participé en ninguna campaña. Sí era partidario de Allamand en las primarias.
-¿Se decepcionó un poco con la actitud que tomó Allamand tras las primarias?
-Prefiero no meterme en esa área.
-¿Va a apoyar a Evelyn Matthei?
-La Evelyn es una candidata que me merece mucho respeto y que representa bien la mayoría de las ideas que tengo. Hoy no existe una persona que lo representa a uno en un 100%, pero ella es una buena candidata.
-Sus antepasados se han caracterizado por su vocación de servicio público, ¿nunca le ha tentado la política?
-Nunca me han ofrecido ser candidato y tentaciones tampoco he tenido. En lo posible, hay que tratar de darse cuenta para lo que uno sirve y para lo que no.
-¿Por qué piensa que no sirve para la política?
-Me tocó conocer a muchos políticos, mi padre y mi suegro lo eran, y uno veía las aptitudes que ellos tenían para estar en la arena política. Hay que asumir cuando uno no tiene ese bicho que lo hace ser capaz de aguantar una profesión tan difícil, y a veces tan ingrata. Para mí, en todo caso, la política es la actividad más importante que puede existir en el país, mucho más que la de los empresarios.
-¿Los empresarios debieran tener un rol más relevante en política?
-No creo que sea una cosa de gremio, sino que algo personal. Si alguien siente que tiene aptitudes, debe participar en la cosa pública, sea empresario, abogado, artista, o lo que sea, es un deber muy importante si uno tiene esas aptitudes, dedicarle tiempo y esfuerzo a eso. Me cae súper mal cuando la gente dice que le carga la política y los políticos, porque es la actividad más importante y creo que los políticos, en definitiva, son los representantes más genuinos de lo que es la sociedad.
-¿Nuestra sociedad es como la clase política de hoy?
-¿Por qué dicen que es tan mala la clase política de hoy? Si la encuentran tan mala, ¿quiere decir que la sociedad es tan mala? No sé.
-¿Y qué piensa usted?
-En la política de antes, había políticos buenos y malos también. Actualmente, hay gente en la política muy destacada intelectualmente, gente preparada y al lado hay otros no tan preparados que a uno no le gustaría que estuvieran. Hay que reconocer que hoy, con los medios de comunicación, la forma de manejarse en la política ha cambiado, y eso ha llevado a que de repente los políticos asuman algunas actitudes que uno encuentra que son reprochables.
-¿Como cuáles?
-Que anden buscando cámara, que sean populistas, algunas cosas de ese tipo contribuyen a que el nivel de la política baje.
-¿Está de acuerdo con el revisionismo histórico de los 40 años del golpe o cree que ha habido un aprovechamiento político?
-Ahí prefiero no meterme. Hoy día, todo lo que estamos presenciando es limitado a un tema que, si bien es muy importante –su trasfondo son los derechos humanos– se está dejando de lado una parte de la realidad histórica que fue lo que pasó antes del golpe y que vino a explicar por qué ocurrió: la mayoría de la ciudadanía y de la Cámara de Diputados de aquel entonces pidió la intervención de los militares.
-Volvamos a la universidad mejor… •••
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60 años de la Escuela de Negocios de la UAI: Los ex alumnos se confiesan

Por “amor al terruño”, Thomas Keller, presidente ejecutivo de Codelco decidió estudiar en la Escuela de Negocios de la Adolfo Ibáñez. Porteño de toda la vida –nació en el Cerro Alegre- cree que ha sido de las buenas decisiones que ha tomado en su vida. Entró en 1975, cuando la facultad ya funcionaba en la casa de don Adolfo en Recreo.
“La escuela tenía grandes ventajas. De partida la excelencia académica, muy orientada a la gestión empresarial y muy tolerante. Acentué mi formación liberal estudiando ahí”, confiesa Keller, quien integraba el grupo de “los tres chanchitos”, con Gonzalo López (Lápiz López) y Nicolás Ibáñez (Walmart). “Éramos flacuchentos en esa época, pero nos llamaban así porque estudiábamos siempre juntos”, bromea.
Keller fue un alumno destacado, que combinaba los estudios con la música (tocaba en “Leña Húmeda” con Raúl Cruzat y Pancho Puelma). Tanto, que llamó la atención que no hubiera ganado el tradicional premio a la excelencia académica tras egresar. “Ese año cambiaron el criterio para seleccionar. Ya no se trataba sólo de notas, sino que midieron otras habilidades”, recuerda. El premio recayó en su amigo Nicolás Ibáñez. “Mi mamá consideró que era una injusticia tremenda. Ahora con Nicolás nos reímos del tema”, confiesa.
Primero quería ser bombero. Luego carabinero. Pero sentado en la oficina de su padre, Enrique Ostalé, CEO de Walmart para Latinoamérica, dijo “Yo quiero mandar”. La frase sacó risas entre los asistentes a la charla que dio Ostalé en el auditórium de la UAI, en abril de este año a por los 60 años de la Escuela. “En esos cinco años me di cuenta que tenía habilidades para los números, que me gustaba hacer clases (fue decano de la Escuela de Negocios) y que debía hacer un postgrado al egresar. Es una universidad en permanente cambio: a nosotros nos preparaban para ser buenos empleados; hoy, para ser buenos líderes y emprendedores”, dijo en esa oportunidad.
Podría haber estudiado ingeniería comercial en la Católica, pero al final, Alejandro Bascuñán, fundador de los jardines Vitamina, se decidió por la Adolfo Ibáñez y no se arrepiente. “La gente que sale de la UAI tiene una particularidad: tienen una visión práctica de lo que hay que hacer, están dispuestos a meter las manos al barro”, comenta. Entró a estudiar en marzo del 93 y durante tres veranos seguidos tuvo que olvidarse de la playa por las prácticas profesionales.
“Se solía criticar a la escuela por ser como un colegio –entrabas y te graduabas con el mismo curso- pero aquí hice muy buenos contactos”, dice Bascuñán. De hecho, su ex profesor Carlos Cáceres es hoy socio e inversionista en su cadena de jardines infantiles.

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