En Croacia y República Checa: Abejas hallan minas y "miden" la polución

Huelen explosivos a 3 km de distancia y su miel sirve para detectar contaminantes.  

Diario El Mercurio, lunes 9 de septiembre de 2013

http://diario.elmercurio.com/2013/09/09/ciencia_y_tecnologia/mas/noticias/DFC1B8D4-6566-49A1-9423-E63F5F790D94.htm?id={DFC1B8D4-6566-49A1-9423-E63F5F790D94}
 

Expertos de la Facultad de Agronomía de Zagreb han logrado que las abejas identifiquen el olor de explosivos. "En la naturaleza, las abejas asocian el perfume de las flores con la comida. Nosotros las alimentamos en espacios en que hay olor de explosivos, para que, cuando las soltemos, busquen ese mismo olor en terrenos minados", dice Nikola Kezic, jefe del proyecto.

Su equipo realiza esta investigación hace cinco años en el centro croata de desmantelamiento de minas (HCR-CTRO), que colabora con países como Colombia y Chile.

"Cuando soltamos a las abejas, seguimos sus movimientos con cámaras termográficas, que graban las nubes de calor que las abejas emanan al volar", dice Kezic. De esta forma se obtiene una imagen que muestra los puntos de mayor concentración de abejas y que marcan los lugares "sospechosos de contener minas".

"Mientras a los perros hay que entrenarlos durante años, las abejas aprenden a buscar explosivos en cuatro o cinco días", asegura el profesor, que agrega que el inconveniente es la breve memoria de estos insectos.

"Su memoria dura sólo para una salida al terreno, luego hay que repetir el entrenamiento. Pero eso no es ningún problema. Tengo 100 colmenas y preparo cada una para una fecha determinada", relata.

Las abejas pueden sentir el olor del explosivo a tres kilómetros, por lo que el sistema es ideal para limpiar terrenos de entre 100 y 500 metros de longitud.

En tanto, en Praga (República Checa) las abejas están siendo usadas para medir la polución del aire. Roman Kuttelwascher, un técnico de aeropuertos y apicultor aficionado, usa colmenas para medir los niveles de contaminación al analizar la miel que producen. Esto permite que el aeropuerto Vaclav Havel recoja importantes datos sobre la presencia de químicos nocivos en el ambiente.