Columnistas
Miércoles 10 de julio de 2013
"Basta con observar el comportamiento de las alcaldesas Tohá y Errázuriz -esas Bachelet en miniatura- respecto de sus liceos, para comprender lo que significa, en la práctica, ignorarlo todo sobre el timón, sobre el gobierno..."
Demos gracias a la candidata Bachelet, porque ella misma ha determinado las coordenadas de su eventual Presidencia.
Sintiéndose casi ganadora y sin que el entrevistador la acosara, ha declarado que "se va a hacer difícil gobernar para cualquier Presidente, porque la gente ya no está por que le den cualquier cosa: está por pedir lo que sienten justo".
Con esas palabras, obviamente la candidata socialista no se está refiriendo a sus contradictores en la próxima elección, sino que está situándose a sí misma bajo esas presiones.
¿Se imagina usted lo que habría pasado si alguien hubiese afirmado que ella tenía miedo de asumir la Presidencia? Ese comentario habría sido calificado como campaña del terror. Pero hoy, pronunciado por la postulante desde sus propios labios, no es más que el simple reconocimiento de su temor.
Está asustada, porque la complica mucho esa ecuación de conceptos con los que ella entiende el gobierno: "dar y pedir". Unos piden y ella, el Gobierno, debe dar. Suena a legítima transacción, pero como no se está hablando de relaciones contractuales, sino de gobernantes y gobernados, el binomio "pedir y dar" desvirtúa por completo la función ejecutiva.
Porque, ¿sabrá la candidata que gobierno es sinónimo de timón? ¿Habrá considerado que cuando fue investida años atrás para gobernar no lo fue para dar, sino para conducir? ¿Recordará que no recibió un mandato para hacer grata la travesía, sino para llegar a puerto?
Timón es el instrumento que utilizan quienes gobiernan de verdad. Usan el timón quienes establecen un rumbo (pero Bachelet afirma que se guiará por lo que pida la gente); quienes conocen la gravedad de las tempestades (pero Bachelet sostiene que todas esas tormentas son justas); quienes lideran a la tripulación (pero Bachelet intenta subir a su barco a gentes sin compromiso con el capitán); quienes combaten con los filibusteros (pero Bachelet asume que no hay peligro alguno en esos comunistas que cercan su nave para llevarla a un puerto desconocido).
Que la candidata entiende poco y nada de gobiernos y de timones queda aún más claro cuando afirma que si la gente empieza a tomarse las calles, "no va a ser responsabilidad de una Presidenta, sino de un sistema político incapaz de responder a los desafíos de Chile". O sea, lo que nunca haría un verdadero capitán: echarles la culpa de sus impericias al constructor de la nave, o al personal de a bordo, o a la mar gruesa. Un capitán de verdad toma el timón y conduce: si triunfa sobre los acontecimientos, es el héroe. Si no, muere con la nave. Lo otro es para los ideólogos de la navegación.
Y no son simplemente imágenes o especulaciones. Basta con observar el comportamiento de las alcaldesas Tohá y Errázuriz -esas Bachelet en miniatura- respecto de sus liceos, para comprender lo que significa, en la práctica, ignorarlo todo sobre el timón, sobre el gobierno.
El último domingo electoral, durante 11 horas pude recorrer el Liceo de Aplicación, mi actual local desde que el Servel decidió cambiar de recinto a la mesa Nº 1 de Chile. ¿Sabe lo que vi? Un colegio destrozado, pintarrajeado en todas sus salas, patios, baños y pasillos, incluso en sus vitrales. Un buque recién recuperado para la navegación por el Gobierno después del terremoto del 2010, y ahora completamente a la deriva, como una nave que parece fantasma, pero que en realidad va al mando de piratas.
Todo un símbolo de esa gente que "está por pedir lo que siente justo" -como los califica Bachelet-, y toda una señal de esos capitanes incapaces de tomar el timón, aplacar el motín y marcar el rumbo.
Si puede entrar a ese liceo, hágalo: quizás recorra anticipadamente el Chile del 2014
Sintiéndose casi ganadora y sin que el entrevistador la acosara, ha declarado que "se va a hacer difícil gobernar para cualquier Presidente, porque la gente ya no está por que le den cualquier cosa: está por pedir lo que sienten justo".
Con esas palabras, obviamente la candidata socialista no se está refiriendo a sus contradictores en la próxima elección, sino que está situándose a sí misma bajo esas presiones.
¿Se imagina usted lo que habría pasado si alguien hubiese afirmado que ella tenía miedo de asumir la Presidencia? Ese comentario habría sido calificado como campaña del terror. Pero hoy, pronunciado por la postulante desde sus propios labios, no es más que el simple reconocimiento de su temor.
Está asustada, porque la complica mucho esa ecuación de conceptos con los que ella entiende el gobierno: "dar y pedir". Unos piden y ella, el Gobierno, debe dar. Suena a legítima transacción, pero como no se está hablando de relaciones contractuales, sino de gobernantes y gobernados, el binomio "pedir y dar" desvirtúa por completo la función ejecutiva.
Porque, ¿sabrá la candidata que gobierno es sinónimo de timón? ¿Habrá considerado que cuando fue investida años atrás para gobernar no lo fue para dar, sino para conducir? ¿Recordará que no recibió un mandato para hacer grata la travesía, sino para llegar a puerto?
Timón es el instrumento que utilizan quienes gobiernan de verdad. Usan el timón quienes establecen un rumbo (pero Bachelet afirma que se guiará por lo que pida la gente); quienes conocen la gravedad de las tempestades (pero Bachelet sostiene que todas esas tormentas son justas); quienes lideran a la tripulación (pero Bachelet intenta subir a su barco a gentes sin compromiso con el capitán); quienes combaten con los filibusteros (pero Bachelet asume que no hay peligro alguno en esos comunistas que cercan su nave para llevarla a un puerto desconocido).
Que la candidata entiende poco y nada de gobiernos y de timones queda aún más claro cuando afirma que si la gente empieza a tomarse las calles, "no va a ser responsabilidad de una Presidenta, sino de un sistema político incapaz de responder a los desafíos de Chile". O sea, lo que nunca haría un verdadero capitán: echarles la culpa de sus impericias al constructor de la nave, o al personal de a bordo, o a la mar gruesa. Un capitán de verdad toma el timón y conduce: si triunfa sobre los acontecimientos, es el héroe. Si no, muere con la nave. Lo otro es para los ideólogos de la navegación.
Y no son simplemente imágenes o especulaciones. Basta con observar el comportamiento de las alcaldesas Tohá y Errázuriz -esas Bachelet en miniatura- respecto de sus liceos, para comprender lo que significa, en la práctica, ignorarlo todo sobre el timón, sobre el gobierno.
El último domingo electoral, durante 11 horas pude recorrer el Liceo de Aplicación, mi actual local desde que el Servel decidió cambiar de recinto a la mesa Nº 1 de Chile. ¿Sabe lo que vi? Un colegio destrozado, pintarrajeado en todas sus salas, patios, baños y pasillos, incluso en sus vitrales. Un buque recién recuperado para la navegación por el Gobierno después del terremoto del 2010, y ahora completamente a la deriva, como una nave que parece fantasma, pero que en realidad va al mando de piratas.
Todo un símbolo de esa gente que "está por pedir lo que siente justo" -como los califica Bachelet-, y toda una señal de esos capitanes incapaces de tomar el timón, aplacar el motín y marcar el rumbo.
Si puede entrar a ese liceo, hágalo: quizás recorra anticipadamente el Chile del 2014
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