El Ataque
Este es el paisaje humano de esta película:
el Presidente Sawyer (Jamie Foxx),
un papanatas que ha ganado su cargo
con la inverosímil promesa
de retirar todas las tropas del Medio Oriente;
el guardaespaldas aspirante al servicio secreto
Cale (Channing Tatum), dueño de un total
de dos o tres neuronas; su hija Emily (Joey King),
una adolescente rebelde que no es tan rebelde
como para no querer conocer la Casa Blanca;
el jefe del servicio secreto Martin Walker (James Woods),
que quiere vengar a un hijo muerto en combate;
el vocero Raphelson (Richard Jenkins),
traidor hasta de sí mismo;
el "sociópata y psicópata" Killick (Kevin Rankin)
y otros cuantos sujetos del mismo tipo.
El paisaje material: la cúpula del Congreso,
la estatua de Lincoln y, por supuesto,
las numerosas salas de la Casa Blanca,
incluyendo el pasadizo secreto
por donde John F. Kennedy
solía llevar a Marilyn Monroe.
En pocas palabras: la patria con sus pecadillos.
Son los ingredientes de una comedia
disfrazada de superproducción apocalíptica,
como muchas de las películas
del alemán Roland Emmerich.
En los primeros 30 minutos del metraje
-después de habernos presentado
a su repertorio de incompetentes-,
un terrorista hace estallar
una bomba en el hall del Congreso.
Pero es un ataque de distracción,
según lo que dice alguien,
porque el objetivo es el palacio presidencial.
No se sabe muy bien
en qué consiste la distracción,
dado que en el mismo momento otro grupo
inicia un asalto armado a la Casa Blanca,
secuestra al Presidente y asesina a toda su guardia.
Entonces Walker, con la pistola humeante,
le revela al Presidente que él dirige la operación
con uno de los muchos toques de humor de esta película: "Considérelo como mi renuncia".
(Otro pertenece a una asistente que anuncia:
"Señor, el mercado de acciones está colapsando",
y otro es el velador del Presidente, lleno de parches de nicotina).
Las motivaciones de Walker y su grupo son imprecisas:
dinero, venganza, anarquía, misiles nucleares, un holocausto;
en fin, el desorden del orden mundial.
Por supuesto, quienes salvan
al Presidente Sawyer y al planeta
son el forzudo Cale y su hija Emily,
que con sus pocas luces duplican en talento
a la banda de terroristas, mientras
los políticos se traicionan unos con otros.
Es el mundo de Emmerich.
Plano como una tabla
y lleno de sujetos improbables,
amenazas infumables
y unas pesadillas de fin de mundo
que deberían sacar más risas que escalofríos.
El caso es que hay gente que se las toma en serio
y luego cree que Emmerich es un cineasta épico
y no el humorista desatado al que se le ocurre,
por ejemplo, que las aspas de unos helicópteros de guerra
toquen suavemente los semáforos de Washington
mientras cargan sobre la Casa Blanca.
Hilarante.
White House down.
Dirección: Roland Emmerich.
Con: Channing Tatum, Jamie Foxx, Joey King,
Richard Jenkins, James Woods.
131 minutos.
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Ascanio Cavallo
Diario El Mercurio, Sábado 14 de Septiembre de 2013
La lucidez y el despliegue
ResponderEliminardel lenguaje analítico en columnas como ésta,
es decir la elaboración en lenguaje escrito
de una reseña y un comentario crítico
de obras realizadas en otro lenguaje, el visual,
como es el caso del cine, es un desafío no menor
a lo hora de probar el uso del idioma y justifica con creces
el ingreso de Ascanio Cavallo a a Academia de la Lengua.
Por la misma razón, alguien como Héctor Soto,
más temprano que tarde debería ser considerado
para ser incorporado, al igual que Ascanio lo hace ahora,
entre esos ilustres académicos, justamente
para reforzar a los próceres que velan no tanto
por la "pureza" de nuestro idioma
(la lengua es un órgano vivo que evoluciona)
sino por el desarrollo de sus posibilidades
que la conduzcan a nuevos esplendores.