El metal tranquilo de mi voz
parece el título de un bolero
y el «seguramente
mis palabras serán olvidadas
y el metal tranquilo de mi voz
ya no llegará a ti…»,
el fragmento de la letra
de una canción de amor
aunque la cadencia
y el tono de despedida
se parecen más
al del bolero de Ravel
en clave fúnebre.
Allí está por sobre
el fracaso estrepitoso
anunciado y buscado;
del drama y la comedia
como preámbulo de la tragedia;
de la utopía delirante y hegemónica
que desemboca inexorablemente en catástrofe
de la que nadie que buscó con tanta perseverancia
el poder puede declararse inocente.
De esa suma sin fin de errores y horrores,
de los de antes y los del después,
de los que se cernían sobre el horizonte
cualesquiera fuese el desenlace,
algo hay que aprender sin dejarse
llevar por los manipuladores interesados
de allegar el agua a su propio molino
para efectos de triturar al adversario
que nunca se verá como su hermano
aunque pertenezcamos a la misma patria.
Para que todo ese dolor
nos haga conmovernos
y nos mueva a reparar,
a consolar, a escuchar,
a dialogar y a compartir.
Pero allí está la poesía
para rescatarnos del naufragio
el metal tranquilo de su voz,
la nueva primavera
y las anchas alamedas
y ese timbre aguardentoso
reconocible y entrañable
la voz del que sabe
que ha llegado su hora
y por quién doblan las campanas…
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