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Familia austríaca demuestra que se puede vivir sin plástico y no morir en el intento

En noviembre se cumplen tres años desde el inicio del proyecto:


Usar cepillos de madera o crear productos de limpieza para reemplazar los que vienen en botella son algunas de las iniciativas de los Krautwaschl.  

MARGHERITA CORDANO F. 


La idea nació después de unas vacaciones en Croacia, cuando los hijos de la familia Krautwaschl preguntaron por qué las playas del lugar estaban tan sucias. "Estaban confundidos y no entendían quién debía hacerse cargo del plástico en las orillas", cuenta Sandra Krautwaschl, su mamá. "La duda me hizo pensar y me di cuenta que todos teníamos algo de culpa. Si compramos cosas plásticas, al deshacernos de ellas vamos a generar un daño en la naturaleza", cuenta a "El Mercurio" desde Graz, la ciudad austríaca donde vive.
Su decisión, entonces, fue juntar a su marido y tres hijos para proponerles un experimento. Por un mes, dejarían de comprar cosas plásticas y se las arreglarían con productos hechos de otros materiales. Entre las cosas prohibidas estaban las botellas, los recipientes de comida y los juguetes que no fueran de madera. También se incluyeron objetos como botas de lluvia, sillas de terraza y bolsas de basura.
"Queríamos ver qué pasaba si cambiábamos este aspecto de nuestra vida. Como fueron los niños los de la duda inicial, para ellos no fue un problema entender el sentido del proyecto", explica Sandra.
Hoy, los cinco miembros de la familia Krautwaschl celebran tres años desde que eliminaron el plástico en su casa. Porque aunque en un principio se pensó como algo de 30 días, el desafío fue creciendo y la cruzada del grupo se transformó en mostrar que se puede vivir "sin la necesidad de estimular aún más su producción".
A principios de mes, Sandra Krautwaschl y su familia lanzaron un libro ("Plastikfreie Zone" o "Zona libre de plástico") donde cuentan cómo ha sido reemplazar el cepillo de dientes por uno de madera y cerdas naturales, o cambiar la batidora y aspiradora por cucharas de metal y escobas de paja.
Dejar de usar objetos plásticos no es fácil. Para limpiar la casa por ejemplo, Sandra reemplaza los envases de cloro por vinagre que viene en botellas de vidrio. Eso lo mezcla con ácido cítrico (que viene en bolsas de papel) para crear una sustancia desinfectante. El proceso es más largo, pero "me gusta pensar que cuando limpio mi casa, no contamino en otro lado". A diferencia de otros materiales, el plástico tarda hasta mil años en degradarse.
Sin derrochar
"En el camino me he dado cuenta que muchas veces compré cosas plásticas porque las encontré baratas; no porque las necesitara", reflexiona. Pocos días antes, durante el lanzamiento de su libro (por ahora sólo disponible en alemán) la austríaca explicó que su proyecto busca abrir los ojos ante la forma derrochadora en que se consume plástico. Como ejemplo, menciona que no hay necesidad de comprar juguetes plásticos si existen los de madera.
"Hemos ido aprendiendo, lo que ha hecho que durante estos años hayan surgido historias muy divertidas de nuestros intentos por dejar atrás el plástico. Hubo una vez en que Leonard (10) llenó los baños con hojas de los árboles. Cuando le preguntamos por qué, explicó que era una forma de reemplazar el papel higiénico que viene en paquetes plásticos", cuenta.
Y aunque la idea es eliminar todo rastro de este material, las tareas de sus otros hijos, hoy de 13 y 16, han hecho que sea imposible eliminar el computador. Los Krautwaschl también tienen auto, aunque lo comparten con amigos. "Cuando me veo obligada a tener algo plástico siempre trato de compartir o comprar de segunda mano. La idea es no generar una producción innecesaria".
"Hubo un día en que sacamos todos los elementos plásticos de la casa. Me impresioné al ver que no necesitaba gran parte de lo que tenía".
SANDRA KRAUTWASCHL,
MADRE Y PROPULSORA DE LA INICIATIVA.
 

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