Kramer ahora se burla de sí mismo
Joe Black comenta un show en vivo del imitador, realizado esta semana, justo cuando su película "Stefan versus Kramer" traspasó la inédita barrera de los dos millones de espectadores.
Joe Black comenta un show en vivo del imitador, realizado esta semana, justo cuando su película "Stefan versus Kramer" traspasó la inédita barrera de los dos millones de espectadores.
Diario El Mercurio, Reportajes, domingo 7 de octubre de 2012
http://diario.elmercurio.com/2012/10/07/reportajes/reportajes/noticias/CC4CD907-1B6F-4ACF-B36F-247F6602D94B.htm?id={CC4CD907-1B6F-4ACF-B36F-247F6602D94B}
El enorme talento de Kramer quizás no esté radicado en la capacidad de imitar voces, gestos faciales y tics de otras personas. Mi teoría es que su genialidad consiste en ponerse en el lugar de los otros, en los zapatos de los otros, como si lograra meterse dentro de la gente y mirar con sus ojos, comer con su boca, pensar con su cabeza.
De otro modo no se explica la manera en que consigue tal nivel de calidad en sus personificaciones. Ni tampoco que tenga perfecta noción de lo que piensan los chilenos sobre él mismo, sobre Kramer, que esta semana, justo cuando pasó la inédita barrera de los dos millones de asistentes a su película "Stefan versus Kramer", se presentó en vivo en la cena anual de una empresa en Vitacura.
Y su show sorprende, porque este Kramer ya no es sólo la figura de televisión que cobraba 7 millones de pesos por presentación privada, como se comenta entre los gerentes de marketing o de recursos humanos que tienen a su cargo organizar cenas de fin de año. Tampoco el Kramer post Festival de Viña, donde alcanzó un éxito espectacular que lo hizo reajustar en casi el doble su tarifa.
No, este Kramer es el Kramer post película, un Kramer recordman, figura de las tablas, la TV y... el cine.
El rumor es que cobra más de 20 millones de pesos por una hora de presentación y que fija a las empresas requisitos de rockstar: un camarín con toallas blancas, comida y bebidas específicas, atenciones a su numeroso staff, etc...
Es por todo lo anterior que su rutina sorprende. Porque parte burlándose de sí mismo.
Sus primeras imitaciones no son a personajes conocidos (salvo una breve pasada por Diana Bolocco, tan lograda, que uno comienza a buscar a Cristián Sánchez en el público). No, son a personas comunes y corrientes. Gente de la calle. Un tipo en la cola del Servipag, por ejemplo, que le dice que lo encuentra más bajo de lo que parece en le televisión ("te veís igual de cagao que todos nosotros no más"); que luego le pide que imite al "mago Valdivia" y lo critica porque, a su juicio, no le queda bien logrado sin la caracterización física. Ahí, a través del anónimo transeúnte personificado por sí mismo, pone sobre la mesa todo lo que la gente en la calle dice sobre él: que se ha hecho millonario con la película, que probablemente se vaya a poner divo e, incluso, recibe una pequeña reprimenda por hacerle pasar un mal rato al Presidente Piñera durante la última Teletón. "En realidad nosotros queremos más o menos no más al Presidente, pero esa noche lo quisimos más que nunca", le dice a Kramer el "chileno-cualquiera" que lo aborda.
También cuenta que se encontró con un tipo en el baño, frente al urinario, quien luego de reconocerlo y pegarle una estratégica mirada, le dice "Yiaaaa, ¿a quién creís que estái imitando?".
Kramer dice que se siente perseguido, acosado, abrumado y que el éxito que ha tenido, y que no niega, tiene una dimensión desconocida que lo agobia, porque todo el mundo se le acerca y le exige hacer imitaciones, que deben ser perfectas, de lo contrario la gente se decepciona y todo termina mal. "¿Hay algún otro profesional al que se le exija ejercer en cualquier parte? ¿Creen que les pase eso a los ginecólogos? ¿O creen ustedes que a un gásfiter, en un cumpleaños, lleguen y le pidan que se pegue una sopapeada rápida?", se pregunta Kramer.
Pero después de este supuesto desahogo, se lanza con sus imitaciones tradicionales, en una rutina al estilo de lo que transcurre en "Stefan versus Kramer". Es decir, aparecen las sátiras del alcalde Zalaquett, de Jordi Castell, Miguel "Negro" Piñera, Diana Bolocco, el Presidente Piñera, el ministro Hinzpeter...
El que no aparece en ninguna parte del show en vivo es el personaje más maltratado por el filme, el animador Rafael Araneda.
Políticamente, la rutina es similar también a la película. Se ríe de todos, pero a la larga casi todos quedan relativamente bien.
Zalaquett está todo el tiempo quejándose de las imitaciones de las que es objeto. De hecho, en una parte, cuando están en medio de un accidente, desbarrancándose y a punto de morir, en una especie de último deseo Zalaquett le pide a Kramer que, al menos en la otra vida, deje de imitarlo. El alcalde de Santiago también comenta que está en campaña contra Carolina Tohá, con lo que el show adquiere otro toque de actualidad semanal.
En la rutina, todos los personajes son salvados de la muerte por Piñera, quien va en un helicóptero intentando ser un héroe. A su lado, su siempre fiel Hinzpeter, repitiendo una especie de letanía sobre la obligación y el deber.
En algún minuto del espectáculo aparecen brevemente dos personajes que yo no había visto representados por Kramer: el presidente de RN, Carlos Larraín, y el periodista Aldo Schiappacasse. El imitador se divierte tratando de convertirse en ellos, aunque aún le falta para llegar a la perfección que consigue con otros.
No toca a ningún presidenciable, ni a Bachelet, ni a Allamand ni a Golborne. Tampoco a Longueira, a quien, sin embargo, sabe imitar muy bien.
Para el final deja un momento para la música. Se transforma en el vocalista de Pearl Jam y sorprende tocando la guitarra eléctrica como si fuera un rockero en Lollapalooza. Luego se convierte en Jorge González y en Pablo Herrera, en Alberto Plaza y, por supuesto, Arjona.
Nombra muchas veces, con simpatía y respeto a la empresa que lo contrató. Pero también se mofa del público, al que encuentra "cuico".
Y todo el mundo se ríe también de sí mismo y él lo pasa estupendo.
Parece como si fuera un niño jugando a hacer reír a sus compañeros de colegio durante el recreo. Pero ahora eso lo ha transformado en una celebridad. Una de las pocas que van quedando en Chile.
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