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Reflexiones en torno al debate presidencial en Estados Unidos



por Rolf Lüders  Diario La Tercera 12/10/2012


El riesgo de subestimar el impacto negativo que tiende a tener sobre el crecimiento y la reducción de la pobreza -en la actualidad- la expansión del ámbito de la acción estatal. 
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La semana pasada se llevó a cabo en EE.UU. el primer debate entre Barack Obama y Mitt Romney. Este se centró en temas económicos, dejando en evidencia las importantes diferencias entre ambos. Diferencias del mismo tipo, pero extremas, se dieron en Venezuela, entre Hugo Chávez y Henrique Capriles, y existen, más moderadas, entre la centroizquierda y la centroderecha chilena.
Aun a riesgo de caricaturizar, Barack Obama sostuvo que lo que tenía que hacer EE.UU. para permitir que su economía recupere sus tasas históricas de empleo era invertir más en educación y entrenamiento, además de desarrollar nuevas fuentes de energía, apoyar a las pymes que invierten en EE.UU., y reducir el déficit fiscal. Mitt Romney, a su vez, argumentó que para lograr tal recuperación había que reducir las tasas de impuestos y el gasto fiscal, reducir regulaciones, y descentralizar decididamente el gasto hacia los estados de la unión.
Obama, tal como lo hace la centroizquierda de nuestro país, prefiere un mayor rol estatal, principalmente para regular más la actividad de los privados y para redistribuir ingresos. Al hacerlo, minimiza relativamente el efecto negativo de mayores tributos y regulaciones, y magnifica relativamente los beneficios de una mayor igualdad económica. En cambio, Romney, tal como la mayor parte de la centroderecha chilena, es partidario de limitar la expansión del Estado. Es cierto que en último análisis, el asunto es uno de preferencias (menor o mayor libertad individual; mayor igualdad o mayor crecimiento). No obstante, al optar por una mayor injerencia estatal hoy en Chile, no hay que olvidar que eso, ceteris paribus, se hace a costa de menor crecimiento.
Relacionado con el tema anterior está aquel del gasto público en educación, gasto que en Chile representará aproximadamente el año próximo un nada despreciable 20% del gasto fiscal. Una parte de este gasto es definitivamente inversión en capital humano y aumenta la productividad, y propende a una mayor tasa de crecimiento. No obstante, en ocasiones este gasto tiene mero carácter redistributivo. Por ejemplo, la rebaja de tasas de interés sobre los créditos, el tratamiento tributario de gastos de educación y una parte de las becas adicionales son claros ejemplos de simples transferencias. Nótese, además, que variaciones en aquella parte del gasto en educación que es de inversión sólo tienen efectos sobre el crecimiento en el mediano y largo plazo. En el corto plazo, su impacto en el crecimiento -por los desincentivos que genera la correspondiente mayor tributación- tiende a ser negativo. 
En resumen, el debate entre Obama y Romney dejó en claro las importantes diferencias existentes entre ellos en cuanto al rol del Estado. Me quedó la impresión de que Obama, tal como lo hace nuestra centroizquierda, subestima el impacto negativo que tiende a tener sobre el crecimiento y la reducción de la pobreza -en la actualidad- la expansión del ámbito de la acción estatal. El aumento del gasto público en educación es, al menos en Chile, deseable, pero sus efectos positivos serán menores mientras mayores sean las meras transferencias y, en todo caso, solamente se notarán a mediano y largo plazo. 

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