Basada en relatos de Hernán del Solar , "La noche de enfrente", película póstuma del director chileno que ya está en cartelera, es sólo el último capítulo de su larga y personalísima relación con la literatura.
por Daniel Olave
Diario El Mercurio, martes 9 de octubre de 2012
Lo suyo era el lenguaje. Raúl Ruiz admiraba su construcción y su riqueza. Pocos cineastas chilenos -o artistas locales en general- han tenido tal fascinación por el idioma, por las formas del habla y la escritura en todo sentido, como Ruiz, que a través del lenguaje unía aquellas dos pasiones suyas: el cine y la literatura.
El realizador de "La noche de enfrente" adaptó en ésta, su obra póstuma, precisamente un libro. Y de un gran escritor chileno, injustamente poco valorado: Hernán del Solar. Tomando tres de sus cuentos, "Rododendro", "Pata de Palo" y "La noche de enfrente", realizó una cinta única y personal.
Cada película de Ruiz era una muestra de su genio y de una mirada original y a ratos desconcertante, así como de un mundo que él nutrió con las letras universales. En sus entrevistas y conversaciones citaba siempre más intelectuales, filósofos y escritores que otros cineastas. "Raúl Ruiz apoyaba sus juicios esencialmente en la literatura, hablando de personajes universales como de seres vivos, citando a sus nutrientes, Chesterton, Mauriac, Stevenson, Conrad", escribió el periodista y escritor chileno Waldemar Verdugo Fuentes.
El mismo Verdugo Fuentes anotaba en la revista "Norte/Sur", de la Secretaría de Cultura de México (enero 2012), que Ruiz "decía que de la literatura lo que le interesaba eran los procedimientos que están en los textos y que no están en el cine; consideraba que un buen escritor era más un inventor de procedimientos visuales que literarios; para él, Marcel Proust inventó el 'zoom' y el fundido encadenado, lo que consideraba más fácil hacerlo en cine que escribirlo".
"Los tópicos de Ruiz vienen de todos los rincones más diversos del mundo de la literatura. O mejor, de sus mundos confundidos en una suerte de argamasa fabulesca", escribió su amigo, el poeta Waldo Rojas. Ya en sus primeros largometrajes hechos en Chile hay múltiples adaptaciones, siempre a su singular manera. En "El tango del viudo" (1967), a partir de un relato de Daphne du Murier; "Tres tristes tigres" (1968), basada en la obra de Alejandro Sieveking; "La colonia penal" (1970), inspirada en Franz Kafka; "Nadie dijo nada" (1971), cuyo guión se basó en la obra del caricaturista y escritor británico Max Beerbohm; "El realismo socialista" (1973), sobre escritos de Cesare Pavese, y "Palomita Blanca" (1973), adaptación de la popular novela del chileno Enrique Lafourcade.
Cosmopolita, culto y enciclopédico, Raúl Ruiz desarrolló una extensa y destacada carrera en Francia, donde llegó a versionar a grandes figuras de la literatura universal: desde William Shakespeare (en "Ricardo III", coproducción franco-suiza de 1986), hasta el mismísimo y prácticamente inadaptable Marcel Proust, en "El tiempo recobrado" (1999), basada en el último de los siete tomos de "En busca del tiempo perdido". E incluso, a Dante Alighieri en la miniserie británica "TV Dante", en la que participan John Gielgud y Francisco Reyes.
En sus películas también acudió al universo literario de Robert L. Stevenson ("La isla del tesoro"); Samuel T. Coleridge, en "Las tres coronas del marinero", inspirada en "Las Rimas del viejo marinero"; Pedro Calderón de la Barca: usó "La vida es sueño" para su filme "Mémoire des apparences"; Honoré de Balzac ("La mansión Nucingen"), y Camilo Castelo Branco ("Misterios de Lisboa"). Y otro chileno, Federico Gana, en "Días de campo" (2004).
Una vez le preguntaron a Raúl Ruiz cómo era un día cualquiera de su vida, y él respondió: "todos iguales". ¿No se aburre?, le inquirieron: "No, porque leo muchos libros".
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