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Modelos económicos, modelos culturales...y los obispos FRANCISCO JOSÉ COVARRUBIAS


por Francisco José Covarrubias
Diario El Mercurio, sábado 6 de octubre de 2012


"Impresiona cómo en Chile y en otras naciones de la Tierra se ha manifestado un profundo malestar ante el modelo cultural que ha impuesto la globalización" nos advirtió la Conferencia Episcopal hace pocos días.

Impresiona, más bien, cómo la Iglesia chilena se terminó comprando -en el último vagón del último tren- la tesis de los "movimientos sociales".
Algunos han salido a rasgar vestiduras y a decirles a los obispos que no se metan en lo que no les incumbe. No se trata de eso. Decirles a los curas que se dediquen exclusivamente a rezar las novenas y El Angelus es absurdo. Tienen derecho a participar del debate y a dar su opinión. En el pasado reciente han tenido aciertos notables, como cuando alzaron la voz para condenar las violaciones de los derechos humanos de la dictadura (donde también surgieron voces conservadoras que los mandaron de vuelta a las sacristías).
El problema es haberse comprado una tesis errónea. Y eso les ha pasado muchas veces a lo largo de la historia en el ámbito económico.
Basta recordar la embestida de los Padres de la Iglesia (siglo IV) contra la sola existencia de propiedad privada: "Todas las riquezas provienen de la inequidad" (San Jerónimo), "la propiedad privada es una desviación de la economía de Dios" (San Juan Crisóstomo).
Una vez que la propiedad privada estuvo propagada por todas partes, y habiendo transcurrido mil años, Tomás de Aquino la justificó, dándose cuenta de que era la única forma de abordar la escasez. ¿Y qué dijo respecto del lucro? Lo aprobó tibiamente: "aunque en su esencia no entrañe ningún elemento honesto o necesario, tampoco implica por esencia nada contrario a la virtud". Hasta ahí todo hubiera estado bien si no hubiese sido porque agregó un nuevo error: la condena a la existencia de préstamos con interés. Cobrar por el uso del tiempo es pecado, señaló. Y esa fue la tesis de la Iglesia Católica por 500 años. Hasta que se dieron cuenta que era absurdo mantenerla...
Por cierto, no todo ha sido malo. Por ejemplo, el levantamiento de la voz frente a la explotación de los trabajadores en el siglo XIX -aunque tardío- fue valiente y necesario. Pero el historial, en general, no ha sido bueno.
"Chile ha sido uno de los países donde se ha aplicado con mayor rigidez y ortodoxia un modelo de desarrollo excesivamente centrado en los aspectos económicos y en el lucro", nos advierten nuestros obispos sin decirnos el modelo que les habría gustado.
Culpar al lucro de todos los males, y dar a entender que él ha destruido al país, a las familias y a las personas es erróneo. El "modelo chileno" no ha sido perfecto, pero ha sido el que le ha permitido a sus habitantes dar el mayor salto cualitativo en comparación con su historia y con el mundo.
Es entendible que los miembros de la Iglesia al ver la pobreza, la injusticia y la desigualdad se violenten. Pero en cierta forma lo que están viendo es la expresión propia del "pecado original". No se trata de que no condenen lo malo y rechacen los abusos. Se trata que lo hagan con una perspectiva más profunda en vez de plegarse a los cantos de sirena.
Los empresarios no son buenos por naturaleza. Están dispuestos "a todo" con tal de enriquecerse, aunque sin quererlo -y sin saberlo- generan un beneficio social. Santificar a los empresarios es tan absurdo como endemoniarlos. Es necesario que existan, hay que darles espacios para que emprendan, pero hay que tenerlos "a rayas" para controlarlos. Pero para decir esto último no es necesario oír a Camila Vallejos, es preferible leer al propio Adam Smith...

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