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Hogar de Cristo: Una mentalidad inclusiva (o una manera de pensar)

Tribuna 

Pablo Walker 
Capellán general del Hogar de Cristo
Diario El Mercurio, Viernes 19 de Octubre de 2012 
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/10/19/hogar-de-cristo-una-mentalidad.asp


El Hogar de Cristo está de cumpleaños. Hace 68 años, el encuentro entre Alberto Hurtado y un hombre "en situación de calle" echó a andar un vínculo que les cambió la vida a un sacerdote y a un país. Se encontró con Cristo Pobre. Ese encuentro fue la semilla de muchos aprendizajes, de transformaciones en lo que entendemos hoy en el Hogar por dignidad, por desarrollo y por patria.
Antes actuábamos en términos de caridad, hoy en perspectiva de derechos. Ayer en un país herido por la Gran Depresión, hoy en uno con pleno empleo y una inequidad brutal: las nuevas oportunidades que tenemos y las nuevas formas de exclusión que hemos fabricado nos desafían a entender de manera distinta el emprendimiento. Emprender e innovar no está reservado a la industria, son tareas de justicia que nos desafían a todos, al Estado, empresas, organizaciones sociales y gente de a pie. Necesitamos políticas públicas que aseguren mecanismos permanentes de inclusión, también fomento de iniciativas privadas para hacer este trabajo. Pero requeriremos además una multitud de manos y de inteligencias en actitud de transformación, para no seguir fabricando sobrantes.
Hoy sabemos que necesitamos un país entero innovando en nuestra forma de relacionarnos unos con otros: buscamos un desarrollo caracterizado por la calidad de los vínculos y no sólo por el monto del PIB. En el Hogar de Cristo quisiéramos colaborar en este esfuerzo. Quisiéramos primero que nada acoger con amor y respeto a los más pobres de los pobres y ser a la vez, con muchas otras organizaciones, desencadenadores de humanidad, activadores de muchas otras iniciativas de inclusión.
Hoy que nadie se engañe, el Hogar de Cristo no es un lugar donde "ir a botar" a los más pobres: el Hogar de Cristo nos los devuelve... Cristo pobre quiere regresar del destierro: quiere volver a un colegio de calidad, a una iglesia acogedora, a un barrio inclusivo, a una familia nutriente, a un empleo digno, a una ciudad amable. Cualquiera sea su rostro, de joven adicto, de viejo solitario, de niña abusada, de mujer con esquizofrenia, de persona con una condición sexual distinta, Cristo pobre quiere salir de su confinamiento, quiere ver reparado su corazón, quiere ser bien tratado y aprender con nosotros el sabio oficio de vivir juntos.
Esto ya está ocurriendo, no es ficción: los jóvenes de las esquinas dejan el callejón y comienzan a volver a la escuela, pero necesitan un compañero de curso como tú; las personas con capacidades psicológicas distintas salen de la reclusión psiquiátrica y vuelven al vecindario, pero requieren un vecino como usted; los viejos se rebelan contra la soledad y vuelven a su barrio, pero requieren una comunidad como la suya; los heridos por la droga dejan la condena social y vuelven a ser mirados de frente por su familia, pero requieren un empleador como usted. Sabemos que es un aprendizaje difícil, necesitaremos la ayuda de Dios o los más grandes ideales. Vale la pena, ¿no será éste el país que nos debemos?
Esto quizás nos implique entender la solidaridad no sólo como la movilización ante una catástrofe, sino como la lucidez de una vulnerabilidad común que nos mueve a tratarnos como iguales. Ese hombre de la plaza, de aspecto temido, también soy yo, es mi padre, mi mejor amigo, mi compatriota. Me da vergüenza acercarme porque temo que me confundan con él, que me contagie el desprecio que sufre y la derrota. Entonces necesito ser liberado de esa ineptitud mediante los aprendizajes mutuos de un vínculo.
Es posible una transformación de mi corazón y de mi mentalidad, puedo hacerme capaz de relacionarme de modo distinto. A esto nos invitaba Jesús: tal vez él saldrá de la calle y yo de mi autosuficiencia. Por eso hoy hablamos de inclusión. La pobreza ya no se entiende sólo en términos de escasez de ingresos, sino de relaciones rotas que hay que reparar, de redes necesarias para enfrentar esa vulnerabilidad transversal de los humanos.
Esta lucidez respecto de la importancia de zurcir los vínculos podría transformar el rostro y la meta de mi país: el éxito individual, el ascenso de los talentosos, el nivelado de la cancha de la competencia, no me bastarán ya como único indicador de logro personal. Hay otra pregunta que nos mueve: ¿será Chile un país humano? De esto nos hablaban nuestros obispos en su última Carta Pastoral.
¿A quién celebramos en el cumpleaños del Hogar de Cristo? A usted: usted es el Hogar de Cristo, incluso si no trabaja en una de nuestras salas cuna o en una hospedería, incluso si no es voluntario ni socio. La manera como a usted le está cambiando la vida el ser amigo de una persona muy pobre o que sufre en su soledad, eso refunda el Hogar de Cristo y el país. Estamos de fiesta: de todo corazón, feliz cumpleaños.

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