por Daniela Desormeaux,
Economista y Magíster en Políticas Públicas
Pontificia Universidad Católica de Chile,
Gerente General de signumBOX
Diario El Mercurio, Economía y Negocios,
Domingo 7 de Octubre de 2012
En febrero del presente año el Gobierno anunció las nuevas medidas de la Agenda de Impulso Competitivo. La medida Nº 7 hacía referencia al "Reimpulso a la industria chilena del litio", para lo cual se iba a buscar un mecanismo para desbloquear las restricciones que impiden su explotación y generar mecanismos que aumenten la competencia e incrementen la inversión.
Ocho meses después no tenemos competencia ni inversión, pero sí un cuestionamiento serio a la forma en que se llevó a cabo el proceso.
Antes de continuar con los hechos, es necesario enfatizar que el litio no es un mineral estratégico, y que en ningún país del mundo -a excepción de Bolivia- tiene un tratamiento especial.
En esta oportunidad no me detendré a analizar las condiciones que se tienen que cumplir para que un mineral sea catalogado como estratégico. Sin embargo, me gustaría aclarar dos ideas que se han puesto últimamente sobre la mesa y que buscan bajarle el perfil a la industria: 1) Que el litio no es relevante porque se encuentra en todos los países del mundo. La disponibilidad de un recurso no es un concepto geológico, sino económico. El caso del salitre chileno es un muy buen ejemplo. Efectivamente, muchos países tienen litio, pero en Chile se produce al más bajo costo.
2) Que el litio no es relevante porque representa un porcentaje muy pequeño del costo de una batería. Eso también es cierto; sin embargo, sin litio no hay batería. En suma, el litio jamás será el "oro blanco" ni tampoco llegará a representar lo que el cobre es para nosotros; sin embargo, es una industria que tiene un futuro interesante por su aporte en nuevas y sustentables tecnologías.
Luego del anuncio de "reimpulso" a la industria por parte del Gobierno en febrero pasado, los ojos de la industria mundial estaban en nuestro país y algunos proyectos de exploración comenzaron a tomar forma en Chile.
Finalmente, llegó el anuncio: el Gobierno proclama con gran entusiasmo por todo el mundo la figura del contrato especial de operación del litio (CEOL), el que sería asignado a través de una licitación de suma alzada, sujeto al pago de un royalty de 7%. La decepción fue tal, que de 66 empresas/consorcios que compraron las bases, sólo tres se presentaron.
¿Por qué? Por dos simples razones: En primer lugar, el Salar de Atacama estaba (en su mayoría) excluido de la licitación. La alta concentración de minerales (no sólo de litio, sino que también de potasio) junto con las favorables condiciones ambientales permite que SQM y Rockwood Lithium, empresas que operan en el Salar a través de contratos con Corfo, tengan importantes ventajas de costos en relación con sus competidores.
La segunda razón es que no había ninguna limitación a que los actuales operadores del Salar de Atacama participaran del proceso y que ofertaran un monto mayor que el resto, para asegurarse de que no entren nuevos competidores al mercado. Y así lo mostraron los hechos.
No es necesario ser conocedor de la industria ni experto en licitaciones para darse cuenta de que el diseño de la misma estaba muy alejado del espíritu planteado en la Agenda de Impulso Competitivo: un remate al mejor postor sin importar que hubiera un proyecto detrás.
Lo que pasó después de la adjudicación de SQM es conocido por todos y está siendo ampliamente debatido. Lo que se debe hacer ahora es reconocer la cadena de errores, transparentar el proceso y discutir qué es lo que queremos como país y cómo lo haremos. La respuesta al qué queremos creo que está en el primer párrafo: desbloquear las restricciones y generar mecanismos que aumenten la competencia, buscando proyectos sustentables y que aporten en la creación de valor.
El cómo, será materia de acuerdo a la normativa legal y sobre la cual debería existir amplio consenso de su aplicabilidad.
No es necesario ser conocedor de la industria ni experto en licitaciones para darse cuenta de que el diseño de la misma estaba muy alejado del espíritu planteado en la Agenda de Impulso Competitivo: un remate al mejor postor sin importar que hubiera un proyecto detrás".
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