the tree of life

Cine: Luz
por Rodrigo Fresán | Escritor argentino
Revista Qué Pasa, 13/10/2011
http://www.quepasa.cl/articulo/guia-del-ocio/2011/10/11-6731-9-cine-luz.shtml

Pocos directores de cine han estado tan cerca de la literatura como
Terrence Malick. Se me ocurren casos aislados de películas/novelas -La
Dolce Vita, Rushmore, Magnolia, 2046 son las primeras que saltan de mi
memoria-, pero no recuerdo otra filmografía completa que sea, también,
bibliografía. Así, Malick ha escrito sobre el asesino en serie como
prócer nacional (Badlands), sobre el triángulo amoroso como fuerza de
la naturaleza y conflicto de clases (Days of Heaven), sobre una
percepción diferente y lírica de la épica triunfalista de la Segunda
Guerra Mundial (The Thin Red Line), sobre la fundación del imperio
americano y la fundición de sus primeros y auténticos pobladores (The
New World) y, ahora, por fin, en The Tree of Life sobre sí mismo
(infancia texana, padre amorosamente feroz, hermano menor y suicida a
la guitarra) y sobre todos nosotros. Es decir: sobre el principio y el
final del universo tal como lo conocemos. Y Malick parece conocerlo un
poco más que nosotros. The Tree of Life no es perfecta (yo eliminaría
todas las secuencias en el presente y en ese futuro final y sin fecha
y, con ellas, a la totalidad de Sean Penn) porque su Tema y su Mensaje
es, justamente, que hay que aspirar a la perfección no en la obra sino
en la vida. Lo comprenden ese jefe de familia frustrado (un monumental
Brad Pitt) y ese pequeño hijo llamado Jack O'Brien (el que sus
iniciales conformen el nombre Job no es casualidad): el verdadero
éxito pasa por descollar en el sutil y fino arte de existir. Y de ser
feliz y hacer felices a aquellos que te rodean. No es otro el
verdadero fin y el auténtico THE END al que debe aspirar toda película
de una vida. Plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Acá
comulgan esas tres acciones primordiales en 135 minutos de película
y, de nuevo, no, no es perfecta. Pero una cosa sí es segura: The Tree
of Life es única. Días atrás leí que es posible que esa suerte de
compendio de nuestro ADN histórico, científico y artístico que viaja
hasta el infinito y más allá en las tripas del Voyager tal vez no
pueda ser decodificado por inteligencias superiores y extraterrestres.
En nuestra soberbia, a nadie se le ocurrió pensar que nuestro lenguaje
y simbología pueden resultar ilegibles, primitivos, palotes y
garabatos.

Desde aquí recomiendo que, en futuras sondas interestelares, se
incluya una copia de The Tree of Life. Podría jurar que -a quienes les
corresponda-no sólo la entenderán sino que, también, la admirarán y
hasta es posible que les ayude a perdonarnos todo lo malo que hemos
hecho antes de extinguirnos como esa luz con la que abre y cierra esta
película.

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