por Gonzalo MazaRevista Qué Pasa, 13/10/2011
Es curioso lo que ocurre con el festival de cine en Valdivia (disclaimer: soy parte del equipo de programación): muchos cinéfilos viajan para ver esa porción ínfima de películas que circulan por los grandes festivales del mundo y que difícilmente se estrenan comercialmente. Ese castigo de los circuitos tradicionales de distribución a este cine se basa en un supuesto prejuicioso: las películas de festivales son aburridas y/o demasiado intelectuales. Pues bien, La pivellina (en salas esta semana en Santiago) patea ese prejuicio. El 2009 se llevó el Pudú, premio principal de Valdivia, y también el premio del público, y eso confirmó que es una película para todo público. La pivellina es una niñita de dos años abandonada en los columpios de una plaza en Roma. La encuentra Patti, una mujer de 50 años que vive con su marido y ambos deciden cuidarla mientras buscan a su madre. La llegada de la niña es un milagro fantástico: Patti se encariña, y su marido hace lo imposible por no hacerlo, y en ese tironeo sentimental se construye un encanto directo, simple pero nada simplón, que nunca juega sucio, y que se ve poco en el cine actual.
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