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El modelo

El modelo
Diario El Mercurio, Lunes 17 de Octubre de 2011 
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/10/17/el-modelo-4.asp

Señor Director:
En el debate sobre el "modelo" chileno, hoy en crisis, me permito terciar porque siento que algo esencial se escapa. Eugenio Tironi afirma que trajo muchos beneficios, pero ya está agotado y hay que pensar en otro. Alex Káiser replica que no hay otro modelo por el que pueda obtenerse lo que hemos conquistado en Chile, por lo que sólo cabe ajustarlo. Pero hay una tercera alternativa, que sin caer en un insípido término medio, propone centrar el debate en otro ámbito: en los perjuicios concretos que nos han acarreado las promesas incumplidas (e imposibles) de la modernidad. Promesas que a modo de pasajes a la felicidad nos vienen vendiendo durante décadas, en un maridaje impúdico, la derecha puramente económica y la Concertación.
Ambos comparten una lógica materialista, economicista, en torno a lo que es el "modelo" chilensis. Pero la culpa no parece ser del modelo. Sino de su pésima gestión. Si aquel se entiende como una vía hacia el desarrollo económico fundado en la libre iniciativa y en la interdicción de la "nomenklatura" estatista, son pocos los que pueden objetarlo. Lo hacen los comunistas, por cierto, pero ellos aún viven de sus terribles sueños fantasmales. El problema entonces es el desborde exclusivista del "modelo" -al que nos hemos acostumbrado- a ámbitos no permeados por criterios únicamente mercantiles, gracias a la defección del bien común expurgado por grupos de intereses que han pensado que todo puede comprarse y venderse con miras al beneficio individual.
En otros términos, los beneficios del modelo han arrojado perjuicios que causan una honda y cada vez más amplia insatisfacción. Los ejemplos se reproducen por cientos. Se ha mejorado la cobertura y calidad de la salud, pero hay que tener dinero y entereza para pagar los remedios expedidos a un precio seis o siete veces mayor de lo que cuestan. Contamos con vías de tránsito rápido, pero nos cobran (y más) cuando nos quedamos detenidos en ellas por inmensas congestiones. Pagamos por un transporte "moderno" (así nos dijeron): el Transantiago, pero en realidad se trata de una rutina infernal no compensada. Y lo peor de todo, mirando las cosas sistémicamente: una vez que ingresamos al sistema de consumo que nos beneficia, pero que nos solicita y nos impone su seducción a la carta en cada recodo de nuestra existencia, no podemos salir de él cuando nos damos cuenta de que no es lo mismo consumo que bienestar. Sólo nos queda sustituir las plazas y paisajes naturales por pantallas led y antenas de teléfonos móviles.
¿Quiénes han sido los responsables de todo esto? No es el modelo. Son sus gestores. Son sus pilotos quienes lo han desorbitado. Los que, con una cuota de malicia, han contado con nuestra complicidad. Son signos de los tiempos, que hay que discernir para rectificar y mejorar. El debate, entonces, debe abrirse a horizontes más amplios, como ocurre hoy en Europa, en términos, por cierto, muy distintos a los que cree el señor Kaiser o el señor Tironi.
Julio Alvear Téllez

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