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El chiste del retiro



Por: Rodrigo Barría  Revista Caras, Octubre de 2011   http://www.caras.cl/cultura-espectaculos-y-tv/espectaculos/2011/10/el-chiste-del-retiro








Fotos
 RODRIGO LÓPEZ PORCILE 
Próximo a jubilar y a cerrar su teatro, el humorista se siente ‘aterrado’ por la escasa adhesión ciudadana al mundo político. Para él los nuevos líderes están en las calles y el personaje que mejor representaría al Chile de hoy sería un abogado. Todo, mientras aún espera recibir el Premio Nacional de Teatro.
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Alejandro Javier González Legrand (64) vive una doble cuenta regresiva. En menos de un año jubilará y deberá entregar su Teatro Circus OK. El recinto —que inauguró en 1990 y donde hoy presenta el espectáculo Terrícolas, corruptos pero organizados— fue vendido a una empresa inmobiliaria y será demolido. El plazo de entrega fatal también está claro: 31 de julio de 2012. Mientras tanto, el humorista no sabe bien qué destino tendrá la veintena de personas que trabajan en el lugar, las motos que se reparten por el espacio y toda la instalación técnica de un complejo de primer nivel.
“Yo nunca lo puse en venta. Me ofrecieron comprarlo. La razón principal por la que acepté es que estoy a un año de mi jubilación y me pregunté cuánto tiempo más podía sostener una mochila como ésta. ¿Cuatro? ¿Cinco años? No lo sé…”.
Pero Coco advierte que no dejará de emprender. De hecho, compró una oficina en Apoquindo, donde instalará su nuevo cuartel general. Desde allí ofrecerá espectáculos a la medida. “Seremos como un sastre. Preguntaremos dónde y cómo lo quiere. Haré un delivery del Coco Legrand”, dice. Incluso, ha estado evaluando la posibilidad de adquirir una carpa de última generación, ojalá italiana, para moverse de manera itinerante.
“También existe la idea de asociarse con algún mall o un casino”. Pero nada está aún decidido y por eso Legrand evalúa entre distintas opciones para un momento clave en su vida.
coco-texto-—¿Difícil enfilar rumbo a los 70 años?
—Son cambios fuertes. Todo se transforma en cansancio y es más lerdo: vista, piernas y espíritu. Pero si fuesen sólo cosas negativas ya estaría con un disparo en la sien.
—¿En Chile a quién observa?
—A la gente joven, por ejemplo el Club de la Comedia. Y he dejado un espacio de mi tiempo para estar con jóvenes, visitar colegios y universidades. Aprendo mucho de ellos, de la manera que tienen de ver las cosas.
—A propósito de jóvenes, ¿cómo ve las movilizaciones sociales que enfrenta el país?
—Claro que me preocupa. Es necesario que existan cambios sustantivos. La sociedad nunca había tenido tanta presión como la que soporta hoy. La gente está agobiada, hay desconfianza permanente y todo eso es peligroso. ¿Quién defiende de tanta mentira, de tanto engaño y de la coima? Hemos estado sometidos a miedos permanentes: que se desploma la bolsa, que el 2012 se acaba el mundo… Ya no confiamos ni en la sombra. Primero yo, segundo, yo y tercero mi sombra.
—Alguna vez representó al país con personajes como el Lolo Palanca o el Cuesco Cabrera. ¿Qué estereotipo reflejaría el Chile de hoy?
—Ufff, fuerte la pregunta… (Después de pensar un rato retoma la palabra). Un abogado. Hoy todo está en pelea, en disputa y en litigio.
LE HA COSTADO HACER HUMOR NEGRO, tampoco es de chistes religiosos. “Esto es como ser médico: algunos de ellos prefieren no ser cirujanos”.
—¿Acaso usted no es un cirujano del humor?
—Bueno, creo que sí. Pero hablo lo que me gusta decir. Lo importante es que debe existir un sentido de ubicación, estar pegado en la línea. Si uno se pasa de ese límite, genera tensión, lo que no es bueno. El fin en mis espectáculos es la entretención y la distensión. Y ese equilibrio es un tema complicado.
—¿Es complejo porque a usted no le gusta hacerlo o porque el público chileno no lo recibe de buena manera?
—Hay de ambas cosas. Los chilenos aguantan algunas cuestiones y otras no.
—¿Qué no aceptan?
—Por ejemplo, ciertas dudas frente a lo político. En el espectáculo que estoy presentando trato el asunto de una manera límite. Un milímetro más y ya no se soportaría.
—Lo extraño es que, cuando hace referencias políticas, el público suele celebrarlo de manera especial…
—Así es. Pero lo importante es que esté dosificado. Me gusta el azúcar, pero no soporto más de dos cucharadas en un café. Mira, al final, si milito, me limito. Y yo debo tener amplitud para poder decir de todo y a todos. Lo que debo hacer es pegar un remezón al público, pero la determinación final la deben tomar ellos mismos.
—Usted habla permanentemente de la confusión que se vive en el país, de todos los cambios que se han generado en los últimos años. ¿Qué elemento le parece el más notorio en este nuevo Chile?
—Hay varios: el idioma, los dichos, la tecnología, la gente… (Entonces, mira por la ventana del tercer piso de su oficina y retoma la conversación). Basta mirar los edificios y su oferta de departamentos de uno y dos dormitorios. Ya no existe el living de la casa, que era el espacio donde compactábamos los cariños. Yo no podría haber vivido en un ambiente. Pero parece que a los jóvenes eso les gusta.
DICE QUE ESTÁ ‘ATERRADO’ ANTE LA ESCASA ADHESIÓN que exhibe en las encuestas el mundo político. Pero no por ello deja de ser severo: “Los partidos políticos no representan a nadie, sino a ellos mismos. ¿Y los votos? Los obtienen, pero no les pertenecen”. Sin embargo, a la par de la dura crítica que hace, Legrand muestra cierta indulgencia. Dice: “A la gente le da con atacar a los políticos, ¿pero de dónde creen que caen? ¿Del cielo? ¡No! Llegan de familias chilenas, educados en colegios y universidades chilenas. Y eso es lo mejor que podemos mostrar. No hay más. Es lo que produce nuestro país. Ellos y nosotros”.
—¿Dónde cree que están hoy los nuevos líderes de los chilenos?
—En las calles, gritando para producir cambios. Ahí están.
—¿Qué le pasa cuando ve al Presidente?
—Siento que trata de hacer bien las cosas y que se entrega a lo que hace. Ahora, la percepción de la gente puede ser otra, como lo muestran las encuestas. Pero más que a su persona, puede que el tema tenga que ver con las decisiones que ha tomado. El trata de ser cercano, se nota el esfuerzo, pero es algo que le cuesta. Muchas veces es más importante la actitud que la aptitud.
Aunque no estudió actuación, Legrand siente que su trayectoria perfectamente lo haría merecedor del Premio Nacional de Teatro.
El mismo lo explica: “Lo mío es una representación permanente sobre el escenario. Además, monté una sala que se entregó por completo a la entretención. Por lo demás, un país que luchó tanto por los derechos humanos debe entender que uno de los derechos más humanos más importantes es el de la diversión”.

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