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Where Lies the Truth...‏



...hay que tener cuidado! 

Así con la comarca del lenguaje. 
Todo lo admite y a la vez lo segrega. 

Así como las mentiras tienen "patas cortas", 
no llegan lejos, el hombre como ser racional 
que es -(o debiera ser)- 
o vive de acuerdo a lo que piensa 
o termina pensando como vive. 

Situación lamentable, 
hoy más común de lo que se supone. 

El cordero y el león 
conviven en la actualidad, 
pero el que lo hagan 
no implica la bondad de ello.

En su peregrinar por esta tierra 
el hombre va muriendo constantemente. 

La aceptación de su finitud sea tal vez 
uno de los elementos propios de su existencia. 

Analogando y yendo al límite de las playas,
más allá, en las posibilidades del pensamiento, 
la mentira es ya una especie de muerte prologada 
antes de la gran muerte final. 

Muchas muertes vamos aceptando,
produciendo y a otras colaborando
-lo aceptemos o no- en la vida. 

Y aquí es cuando aparecen 
los límites propios,
los de la existencia misma,
los del construir, habitar 
y los del pensar, por último. 

La muerte es una posibilidad cierta.

La esperamos y habitamos 
como una posibilidad presente 
y no como un mero límite final de la vida. 

Como decía Heidegger 
"desde que el hombre vive 
es suficientemente viejo para la muerte".

Y por lo mismo el hombre siempre 
puede acceder a la novedad 
de lo inacabado o por hacer, 
dado por su propia naturaleza 
y vida inacabada. 

Una vida que va siempre siendo.
¡He aquí la gran buena nueva!

Rilke escribía:
"Pues sólo somos corteza y hoja.
La gran muerte que cada cual tiene en sí,
éste es el fruto en torno al cual todo gira. "

Para apreciar y valorar 
el don que la muerte entrega,
el fruto que nos da como totalizadora 
del inacabamiento constitutivo 
que en el hombre es,
su constitutivo poder ser,
en cada momento, siempre más.

Así el sujeto mirando su propia muerte, 
el hombre auténtico 
acepta su más extrema posibilidad 
y la reconoce: su nada.

La imposibilidad de hacer 
de cada posibilidad puntual 
un logro definitivo, por el contrario, 
la convierte en un peldaño 
hacia las demás alternativas. 

Umbrales en los que el hombre 
ya no se detiene, 
ya no hace casa en ninguna de ellas 
como en una totalidad 
sino que las inserta en la trama 
de un contexto siempre abierto. 

Abierto hacia la muerte 
como horizonte 
y no como muro sartreano. 

Fuerza y fluir 
de "la libertad ante la muerte",
de la libertad para vivir 
dejando ser ya que nada es,
que nada puede ser aferrado.

"La muerte hace de la vida una despedida, 
siempre reanudada y nunca acabada, 
pero por lo mismo, deja las manos 
siempre libres para el nuevo saludo,
para el encuentro siempre renovado 
y siempre único con la novedad.

La irrepetibilidad 
que es el ahora de la muerte.

La que hace cada instante único 
y por único e irrepetible, sagrado."

La muerte quita casa,
cimientos de toda solidez,
para ponernos en camino
"a la intemperie"
-en lo abierto-,
en la vida como camino, 
o, mejor aún, como caminar.

Precariedad opuesta 
a acontecimiento, 
dado por cada instante: 
original,único e irrepetible.

Hoy nada fácil de captar y percibir 
en medio de la alocada vorágine,
en un mundo de la verdad de las mentiras 
y dónde solo o casi solamente lo tangible prima.

Post escrito por María Ines Amenábar Christensen
como parte del blog de una columna escrita por 'Sagitario'
que comienza hablando de Rudy Gutendorf,
y comienza con esta línea:
«El mentiroso se puede atragantar con las espinas de la verdad...»
Diario El Mercurio, Día a Día18/10/2012 

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Why we deceive ourselves?

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