La creciente constatación de la inexistencia en Magallanes de hidrocarburos que permitan una extracción significativa obliga a pensar en el futuro de esa zona con aún mayor urgencia, para impulsar el desarrollo de actividades alternativas -que las hay- y, especialmente, para cambiar la mentalidad a que en 1945 dio lugar el descubrimiento de petróleo en esa región, y que hoy contribuye a dificultar su desarrollo. Pese al esfuerzo que se continúa realizando, la escasez de gas ha llevado a la empresa Methanex a cerrar tres de sus cuatro unidades, y probablemente deberá cerrar también la última. A su vez, la ausencia de petróleo contribuye a deteriorar la ya enormemente desmejorada situación de Enap, no obstante lo cual su presencia en la zona sigue estando sobredimensionada respecto de su realidad económica. Asimismo, la población recibe del resto del país subsidios del orden de 500 dólares por persona, al entregársele gas barato para sus requerimientos energéticos. Así, en vez de redespertar el admirable espíritu pionero con que se desarrolló Magallanes, se cubre a esa región con un manto asistencialista que no incentiva la innovación ni el emprendimiento.
Sin embargo, Magallanes cuenta con otras riquezas que podrían brindarle prosperidad. Sus fiordos y zonas costeras ofrecen condiciones extraordinarias para la acuicultura. Por cierto, la experiencia de la X Región exigiría establecer un estricta zonificación, para resguardar sanitariamente esa actividad y, además, no interferir con la otra gran fuente evidente de impulso, el turismo. El atractivo de esa zona -fiordos, glaciares, canales, montañas, lagos, bosques nativos y llanuras, entremezclándose en un paisaje exótico y remoto- le abre posibilidades insospechadas a una población mundial ávida de opciones turísticas distintas, con circuitos que incluyan Tierra del Fuego y Argentina. Eso requerirá el desarrollo de infraestructura -caminos, hoteles, términos de referencia modernos para el uso de terrenos actualmente de Bienes Nacionales, flexibilización de las restricciones de la Armada a la navegación, entre otras-, cuyo diseño debería comenzar sin más tardanza. A lo anterior se agrega el carbón, que la zona aún posee en cierta abundancia, con el proyecto de Isla Riesco como una muestra emblemática de ello.
Para abrirse ese futuro auspicioso se requiere apoyo estatal, pero no asistencialista, sino uno que incentive la reconversión de su economía hacia opciones como las mencionadas. Los magallánicos han dado pruebas históricas de su capacidad emprendedora: es hora de que sacudan su dependencia de subsidios y del sueño concluido de los hidrocarburos.
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