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¿Llegará el día en que la eficacia y la calidad del gasto público sean más relevantes que su nivel?

Cifuentes, Cecilia 
Diario La Segunda, Jueves 04 de Octubre de 2012

El Gobierno acaba de dar a conocer el Proyecto de Ley de Presupuestos 2013, ejercicio complejo, qué duda cabe. Entre otros, porque debe equilibrar la necesidad de responsabilidad fiscal en un contexto externo muy incierto, con las crecientes demandas sociales de la población, respaldadas fuertemente por la oposición. Un primer aspecto que llama la atención es un cierto grado de inconsistencia en el discurso político opositor, que cuestiona la existencia de un déficit estructural, pero por otro lado hace eco de las peticiones de más gasto por parte de diversos sectores. En este complejo escenario, caracterizado además por el hecho de ser 2013 un año de elecciones presidenciales, la propuesta del Gobierno parece prudente y razonable. Prudente, porque cumple con la meta de reducir el déficit estructural a 1%, y razonable, porque el gasto público crece al mismo ritmo que el producto de tendencia, por lo que desde una perspectiva de mediano plazo no afecta la competitividad de la economía a través de presionar el tipo de cambio real a la baja. Destacable es también el hecho de que el gasto crezca a un ritmo moderado en un período eleccionario, situación que no se dio en los gobiernos anteriores. Las cifras son bien elocuentes en este aspecto. En los primeros cinco años del gobierno de Frei el gasto público creció a un promedio de 5,8%, y en el año de elecciones el gasto creció 7%. En el gobierno de Lagos la brecha fue algo mayor, 3,9% promedio en el quinquenio, y 6,6% en el año eleccionario. El gobierno de Bachelet marcó un récord en este aspecto, aunque influido en algún grado por la crisis; 8,1% en los tres primeros años, y 16,9% en el último año. En este gobierno el gasto habría crecido un 5,6% promedio en los tres primeros años, y un 5% en el año de elecciones, lo que pone bastante en duda las acusaciones de falta de responsabilidad fiscal, sobre todo cuando vienen de personeros del gobierno anterior. Por primera vez el Gobierno no estaría llevando a la economía a seguir el llamado “ciclo político”.
Es efectivo que un gasto fiscal aún menos expansivo sería favorable para el comportamiento del tipo de cambio real, considerando que va a crecer a un ritmo probablemente superior al del PIB efectivo, pero el discurso de que un déficit estructural de 1% es insostenible tiene fundamentos más políticos que técnicos. Esto porque un déficit de esa magnitud, en un país cuya deuda pública neta es negativa, es decir, el Gobierno es acreedor neto, y que crece a un ritmo de tendencia de 5%, no permite concluir que la sostenibilidad fiscal esté amenazada. Si eso fuera así, la situación fiscal de la gran mayoría de los países ya habría hecho estallar al planeta. El argumento es más político porque es el fundamento que usará la oposición para justificar una segunda reforma tributaria. Sin embargo una segunda alza de impuestos, aunque eliminara el déficit estructural, llevaría a un aumento del tamaño del gobierno, lo que en una situación de pleno empleo, inevitablemente afecta la competitividad de la economía, a través de un menor tipo de cambio real. A esto habría que sumar también los costos en eficiencia de los tributos. La oposición ha planteado que para resolver los problemas de equidad se requiere aumentar el gasto público entre 4 y 5 puntos del PIB. Sin embargo, entre 2006 y 2009 la importancia del gasto público efectivamente aumentó en 6 puntos del PIB, y la equidad no mejoró, en cambio sí cayó el tipo de cambio real. 
Independiente de la discusión macro anterior, me pregunto si llegará el día en que la eficacia y la calidad del gasto público sean más relevantes que su nivel, y la discusión presupuestaria se centre realmente en los resultados efectivos y esperados de los programas que se están realizando. 

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