Proyecto para una Capilla en el Fundo «Los Pajaritos»
por Alberto Cruz Covarrubias
Anales de la Universidad Católica de Valparaíso
• 12 de septiembre, 1954
[En el sitio en internet aparece un plano de ubicación,
algunos planos y secciones de la obra,
más una perspectiva a vuelo de pájaro
de la capilla proyectada en dicho lugar
A. LA POSICIÓN ESPACIAL.
Para hacer esta Iglesia
hubo que vadear una gran zona.
La gran zona era este interrogarse:
¿Cómo debe ser la forma dentro de la cual se ora?
En la Iglesia unos se arrodillan,
otros doblan una rodilla,
otros apenas se inclinan,
los últimos soportan de pie
las campanillas de la consagración.
La Iglesia no es un estadio mirando a los atletas.
Me sentía desnudo ante esta pregunta.
Estaba extrañado de sentirme tan desnudo.
Porque la ciudad se construye todos los días
para el vivir de todos los días con los regalos
que los grandes arquitectos nos han hecho.
En un comienzo quería estudiar
todos los aspectos que podían entrar en la obra.
Quería hacer las carpetas de antecedentes.
Un recuerdo no me abandonaba.
Cuando llegué a Europa,
al día siguiente, en París,
fui a Notre Dame.
Tuve una sensación especial en ella,
diferente a cuantas había tenido
antes en las iglesias de aquí.
Me parecía estar dentro de un espacio
cuyos acondicionamientos y limitaciones
no eran obstáculo: muros, pilares,
ventanas, bóveda, piso, posibilitaban
el mirar y que este mirar,
este ver el espacio con sus límites
no era un obstáculo para el orar,
para el estar hincado orando.
Al contrario, toda esa espacialidad,
todos esos vidrios y piedras se venían al ojo
para colocarnos en una posición corporal diría yo de oración.
Tal como la arena de la playa
nos deja en posición para estar junto al mar.
No hablo aquí de lo interior,
yo hablo de la posición,
de la posición espacial.
No hablo aquí
de la oración del fariseo
o del publicano.
Hablo de esa zona que viene a ser
circunstancia exterior
de la posibilidad del acto interior.
Tampoco se teoriza aquí
acerca de que el acto interior
exija necesariamente
tales o cuales circunstancias exteriores.
Cuando volví, me fui a recorrer y contemplar
las iglesias actuales habituales de Chile
Contemplé y comprobé
unos interiores vacíos,
rodeados, circundados
de un complicado juego
de motivos arquitectónicos,
pilares, bóveda, molduras,
luces, ventanales, casetones,
cuadros, adornos,
miles de otros detalles.
Juego que puede ser
simplificado, estilizado,
modernizado como se dice
corrientemente.
Y que estos interiores
nada tienen que ver
con lo que pretenden.
Mejor es estar en ellos con ojos cerrados.
Mirar las naves es casi igual
a salir en el entreacto al foyer del teatro.
Sus arquitectos no sabían,
no saben cómo armar
la arena del mar de la oración.
No saben de la situación espacial.
No saben de las circunstancias
externas del hecho interno.
¿Hay menos hecho interno
en los que sólo doblan una rodilla?
Pensaba en los arquitectos
góticos de Notre-Dame
y me sentía más desnudo.
B. LA MARCHA DE LA MODERNIDAD.
Desnudez cuando sobre nuestras cabezas
pasan volando los últimos modelos de aviones.
Los aviones volando sobre nuestras cabezas
que vienen señalando nuestra marcha en lo de acá abajo.
Y nosotros abajo, creemos, vivimos en la creencia,
en el temor de que nos están señalando la marcha,
la verdadera marcha del hoy, de la modernidad.
Porque los ofrecimientos de la técnica,
la multiplicidad y potencia de sus medios de realización
y la vertiginosidad de la multiplicación de estas
multiplicidades y potencias ha abierto en nosotros,
ha desatado en nosotros el culto de la posibilidad.
Aviones: ¿posibilidades que estamos cumpliendo acá abajo?
Sí. Estamos cumpliendo. Bajo el vuelo de los aviones
estamos realizando otro vuelo acá abajo, estamos empeñados
en una gigantesca empresa: renovar el mundo.
Renovación.
Eficiencia en la renovación,
la magia de la eficiencia.
Todo está transido por el placer,
por el goce de la eficiencia
que grita que la renovación
se está llevando a cabo,
que las posibilidades
están tomando carne.
Los grandes arquitectos de hoy día
con sus obras, con sus doctrinas,
con sus teorías y sus congresos
cantan la posibilidad de este advenimiento.
Cantan la emoción
de crear el advenimiento
y ya no hacemos más distingos
entre lo que está realizado
y lo que intentamos realizar,
entre la obra y los caminos
que esa obra abre a futuras obras.
Canto de los arquitectos:
un patrimonio de nuestro tiempo.
Un patrimonio ordenado,
ordenado por la eficiencia de la renovación
por la eficiencia que celosamente
quiere integrar en sus obras todas las invenciones.
Todas las invenciones
que son manifestaciones de modernidad.
Canto de los arquitectos:
regalo de un testimonio
de nuestro tiempo que se nos hace.
C. EL SECRETO DE LAS FORMAS /
FORMAS PRESENTES / FORMAS DE LA AUSENCIA /
Pero si se logran
las bellas formas constructivas y funcionales
que ese patrimonio entrega, a quienes lo estudian
y poseen un equipo realizador de esas bellas formas:
¿Se iría a lograr con esas bellas formas?,
¿Querrían con su belleza, con su llegar al ojo,
dar las circunstancias, la posición espacial de la oración?
¿No fracasaría a pesar de todo
igual que todas las iglesias habituales?
Pues, seguiría sin conocer los secretos,
que seguramente llevaban en la sangre,
los que levantaron Notre-Dame.
O había que establecer entonces
que ya no llevamos,
que yo no llevaba en la sangre el secreto.
Que no podía, entonces,
la iglesia que es muros, bóveda,
pilares, vitraux, pavimentos,
formar el ámbito espacial de la oración.
Yo no podría construir
una iglesia que se hiciera presente.
Iglesia que se hace presente con sus formas.
Iglesia de las formas presentes
llamaba yo a Notre-Dame.
Iglesia de las formas de la ausencia
llamaba yo la iglesia que iría a hacer,
¿por qué llamarlas, por qué poner nombres?
Porque las palabras nos señalan una tarea.
Ellas están al comienzo y al fin de la obra;
son ellas los que juzgan lo realizado.
Iglesia de las formas de la ausencia: ésa era la tarea.
Ahora no me sentía tan desnudo.
D. LA LUZ: CIRCUNSTANCIA DEL ORAR.
Fue precisamente antes de recibir
el encargo para realizar la capilla
que participe en una misa recordatorio
en la casa del fundo Los Pajaritos.
Las ventanas se entornaron
para quitar el paisaje del living
y transformarlo en un oratorio.
Suavísima, delicadísima,
luminosa penumbra surgió.
Una luz que hacía mirar al espacio, sólo al espacio.
Ningún muro, ninguna pared
(el living era un living normal:
lleno de complicaciones, se entiende).
La luz, me dije.
La luz es la arena para estar junto al mar de nuestro orar.
Hoy no comparece nada más que la luz.
Hoy al ojo llega sólo la luz.
Lo demás no importa,
no interesa nada,
puede ser lo que se quiera.
E. LA FORMA Y LAS FORMAS.
¿Pero los aviones volando sobre nuestras cabezas,
pero sus últimos modelos no vienen señalando,
no vienen despertando en nosotros
que nuestra marcha de acá abajo es lenta, es atrasada?
Atrasada en el cumplir la modernidad de nuestro tiempo.
¿No debería por tanto cumplir
con todo lo que el patrimonio atesora,
con esa ética que la eficiencia de la renovación establece?
¿Cómo decir, sólo entonces, la luz
y lo demás no me importa nada?
Por esto: hace algún tiempo
estaba arreglando apresuradamente
la casa para un amigo
y la cubierta de la mesa la pintamos
en diversos rectángulos coloreados.
Era la técnica de la pintura concreta.
Era un ensayo, abría camino, me decía,
y era un mundo de las posibilidades en el que yo vivía.
Algún tiempo después,
con una placa de contraplacado
y unos caballetes
armé una mesa en el comedor de mi casa
y la mandé a un garaje a pintar blanca
para después pintarle las superficies coloreadas
pero cuando llegó creó en la casa
una especialidad tan viva
que me pareció un verdadero crimen tocarla.
Y en el blanco, relucen los platos, el vino, los guisos.
Y los codos y las manos en las conversaciones.
Un género de vida ha creado esta blanco.
Que ya no es sólo un color, sino una calidad del espacio.
Y que no es sólo color, pues como es de comedor
está ensuciada por todos los días de una casa o por las moscas.
Es que, cuando pintaba las superficies coloreadas
con gran fe en los ensayos y en el ensayar, buscaba las formas.
Varios estudios fueron necesarios,
la premura del tiempo impidió
que se continuara con miles de variantes.
En cambio, la mesa blanca planteó un encuentro.
Ninguna variante. Todo definido. Era una forma.
Y ella, por ser una forma,
recogía miles de imperfecciones,
como ser las manchas actuales.
Al contrario, cuando después se repitió,
esta mesa se hizo una mesa tan alba
que hay que cuidar tanto su blancura
que no es ya la mesa del comedor de una casa.
Forma y formas.
F. LA TORTURA DEL MANEJO DE LAS FORMAS
FRENTE AL MISTERIO DE LA GENERATRIZ.
Las formas nacen de la potencialidad,
de la capacidad de operar
que las obras de los grandes maestros engendran.
Capacidad de engendrar bastardos.
Extraña capacidad
que cree que cuando su ojo,
su propio ojo imbuido en lo ya visto,
asegura que el manejo del patrimonio
que hace la mano es justo,
ha conseguido en virtud de esa justeza,
las arenas del estar junto a los mares.
Manejo justo entonces sería la condición.
Condición que es tortura.
Tortura de infinidad de formas,
persiguiendo su unidad.
Unidad de formas
siempre planteándose
en la justeza por sus límites.
Por sus perímetros.
Por ello siempre
en la posibilidad
de ajustar la justeza.
Por ello siempre
en peligro de variar y caer
y de arrastrar en su caída al todo,
que precisamente se apoya
en minuciosa persecución de la unidad.
No las formas, entonces. La forma sí.
No es poner en marcha
un vocabulario
con sus estrategias existentes,
es encontrar, por un milagro,
la carne espacial que traduce una tarea,
es encontrar el misterio de las formas
que se plantean por su generatriz.
Por eso debo ahora corregir
el nombre de mi tarea,
de la obra a crear.
No la iglesia de las formas de la ausencia.
Sino la iglesia de la forma de las ausencias.
Por eso no me preocupo de lo demás.
Es por eso no me preocupo de mi generatriz: La luz.
G. ESPACIALIDAD DE LAS ACTITUDES
En aquella misa recordatoria
el altar portátil se colocó al medio del living
y todos quedamos muy próximos al sacerdote y sus oraciones.
Todos quedamos en iguales condiciones,
todos quedamos muy próximos entre sí.
Esto, junto a esto otro:
En la catedral de Valparaíso
el altar está en el centro del crucero,
en las misas solemnes el obispo cruza la nave,
viene el altar, va a la cátedra, a la Capilla del Santísimo,
los otros sacerdotes y los acólitos también se desplazan.
La espacialidad de los gestos, las actitudes,
los ornamentos se engendran en el desplazarse.
No digo que solamente
en estos largos desplazarse de misas solemnes
sino que en esa circunstancia reparé en ello.
Espacialidad del sacerdote
requiriendo una amplitud del desplazarse.
Especialidad del sacerdote
que se comunica a los fieles,
porque ellos, tan separados
que se colocan en las iglesias,
tanto espacio que desplaza cada cual,
hasta cada pequeña última viejita
en la iglesia ya vacía.
H. UN PARALELEPÍPEDO DE LUZ CÚBICA
/ NACIDO DEL MIRAR /
Estas dos cosas. Más lo dicho.
Crearon el interior como un cubo.
Un cubo de luz, es éste.
Un cubo con la suavísima,
delicadísima penumbra luminosa
de la misa recordatoria buscaba yo.
Luz al ojo, no paredes,
no cielos, no piso buscaba yo.
No ningún motivo arquitectónico quería yo.
Fui estudiando mi cubo de la luz.
Luz inmovilizada
que arrojara por reflejos
una envolvente homogeneidad.
Luz sin color.
Pensé en ventanas superiores y ocultas,
que evitaran la dualidad focos de luz
y paños de muro opacos
y que iluminaran rasantemente los muros.
Blancos muros para los reflejos de la homogeneidad sin color.
Tenía que ser un espacio luminoso amplio:
que los muros, que el cielo se expandieran,
que ningún límite se acercara para no sentirnos
en ninguna dimensión comprimidos.
En ninguna dimensión distinto a los demás.
Por eso un cubo.
Por eso múltiples experiencias
en iglesias existentes habituales de aquí.
¿Cuál sería la forma exacta de ese cubo?
¿Cuáles serían sus dimensiones?
Debía pensar en una obra pequeña,
eso quería el propietario.
Llegué a un cubo que
en realidad es un paralelepípedo.
No nacido de ninguna teoría, sino del mirar,
del ver la luz cúbica podría decir.
De prever la luz cúbica mejor podría decir.
No se trata por tanto de un estudio de perspectiva
desde puntos de vista dados o de recorridos al avanzar.
Ni se trata de experiencias
de hacer un cubo geométrico
que aunque se vea deformado al ojo
por la fuerza misma de la geometría
este lo reconstruye como tal.
Llegué a las menores dimensiones
que me dieran esa amplitud
en que el ojo vea el espacio,
la luminosa penumbra reflejada.
Con estas dimensiones
en cualquier punto que se encuentre uno
en el cubo se participa de la luz,
de la forma total en su plenitud.
Hay otra experiencia que también debía participar:
las oraciones del sacerdote debían llegar con toda claridad,
con toda diafanidad a todos los oídos.
Por eso estudié la acústica más óptima.
Cielo acústico, corrige la forma.
Cielo acústico no hay problemas
de cubicidad, ni luz, no color.
Solución óptima entonces para este cubo.
I. NUEVA UBICACIÓN PARA QUE
EL CUBO HERMÉTICO TUVIESE LUGAR.
Este cubo de luz
era evidentemente
un cubo por fuera.
Un cubo hermético.
Cuando me hicieron el encargo,
evidentemente ya, como es tradicional,
tenían pensada la ubicación.
Estaba cercana a la entrada del fundo
y también cercana pero independiente
de la casa del fundo, para que la gente
pudiese acceder fácilmente
y no interrumpir la vida de la casa.
Cambié la ubicación.
Se colocó la capilla justo en la entrada del fundo.
La entrada se corrió a un lado
de manera que la capilla
quedó con su frente fuera del fundo,
dando a un camino de entrada que ahí justo
se divide en dos caminos vecinales.
¿Por qué hice esto?
Porque quería lograr que la capilla tuviese un lugar.
J. LA ESPACIALIDAD DEL CUBO BLANCO
CREA EL LUGAR DE LA RETENCIÓN.
Cuando uno recorre las ciudades
hay una cosa muy fuerte que lo toca:
es que las marquesinas de luces,
los foyers con afiches,
los cines, los rotativos,
cada día aparecen más abiertos
y las iglesias con sus torres sin altura,
sin sus plazas, con sus fachadas como chalets,
con sus puertas tantas veces cerradas
aparecen tan herméticas.
No quería que esta capilla
siguiera siendo hermética
adentro de su potrero cercano a la entrada.
Era necesario que estuviera
justo en el ángulo de los caminos
interceptando la pasada,
tal como la iglesia de San Francisco
hace más de un siglo cabalga
sobre la Alameda Bernardo O’Higgins.
La situación de la capilla
es un antiguo núcleo de instalaciones
y construcciones que el desarrollo
de las labores de un gran fundo
hoy algo dividido ha ido creando
y que tiene todo ese abandono, fealdad,
algunas cosas nuevas que parecen viejas,
varias cosas que en un primer momento no se ven,
el encanto de la sombra de un árbol o de su copa al viento.
En un núcleo agrícola
en un paisaje que aún se prolonga más allá,
pero que es inexplicablemente penoso de atravesar.
No tiene vista a la cordillera.
A pesar de que ella está ahí
y evidentemente
tras de un esfuerzo podemos verla.
Esto hace que este paisaje sea muy encerrado.
Encerrado
y todo parece cubierto de polvo,
ningún color verdaderamente.
Hay algo en el paisaje santiaguino
con su cordillera que nos lanza hacia ella.
Podemos ir por cualquier parte
y nada nos es penoso,
porque tenemos los ojos puestos allá.
Es como el mar.
Quise al colocar el blanco cubo hermético,
neta forma en este paisaje cerrado sin color.
Que, este cubo, por su ubicación
en los caminos por donde pasamos
anudara todo ese paisaje.
Para que este paisaje, núcleo y cubo blanco
nos retuviera en nuestro paso.
¿Qué es retener?
En Valparaíso el salir de las oficinas
la gente se queda en las calles del centro
algunos minutos y después se van para sus casas
y la calle se queda vacía aparentemente iguales a las demás.
En Santiago dura mucho más
lo que la gente se queda.
En Buenos Aires, más todavía.
¿Por qué se quedan?
Porque hay cosas abiertas.
Sin ir más lejos, están las vitrinas.
No para tentar. Sino para más allá de eso
para mostrar los logros, los triunfos obtenidos
en la gran empresa que mueve la ciudad
que conduce lo ciudadano de la vida ciudadana.
Vitrinas del balance.
Mirando las vitrinas ciudadanizándose.
Y las ciudades
tienen sus entramados
de las calles de la retención.
Y cada ciudad vive en la nostalgia
de otra ciudad que la retendría.
Entramado de nostalgias son las ciudades.
Eso mismo la forma de la capilla.
El blanco cubo exterior
va a retenernos un instante
aunque no más sea en nuestro paso.
K. UN MOTIVO REAL PARA
LA PARTICIPACIÓN EN LA RETENCIÓN.
Así vamos a participar en la capilla.
Participación.
Forma que nos obliga a participar,
forma que crea un lugar.
La iglesia siempre trae la ciudad.
¿Pero cómo vamos a retenernos
para bien de la capilla cuando ella
va a ser un oratorio privado
que va a pasar la mayor parte
de su tiempo cerrado y sólo va a ser abierto
cuando haya función religiosa?
A mi juicio:
Nada de transparencia a su interior
y puertas cerradas y no entrar.
Nada de pórticos abiertos
y en seguida la puerta cerrada.
Nada de símbolos.
Lo que se necesita es un motivo real, verdadero,
para que al retenernos especialmente
en virtud del blanco cubo y su espacialidad
participemos con una jaculatoria
o un pensamiento recordatorio.
Porque esta capilla va a levantarse en este fundo
en recuerdo de un familiar del dueño, recién fallecido.
Nosotros lo primero que pensamos fue que el deudo
podía ser enterrado en la misma iglesia.
El Arzobispo no dio su consentimiento a ésto.
Pero se lo dio para que levantara un oratorio privado.
El dueño entonces puede determinar la dedicación de la capilla.
Esta capilla estará dedicada a la Santísima Virgen,
ella será su patrona el motivo real será entonces
un nicho con la imagen de la Santísima Virgen.
El nicho estará justo en el vértice de los caminos.
Ahí el nicho cogerá esa fuerza que en el campo,
en las ciudades construye las “animistas”,
las ciudades prenden velas.
Esa fuerza
será retenida por este nicho
e incorporada a participar
en ese establecer la ciudad
que una iglesia lleva consigo.
El nicho quedará delante del blanco cubo de la capilla.
L. NACE EL ESPACIO RITUAL DEL PÓRTICO.
Entre el nicho y cubo habrá un espacio.
Un espacio a recorrer,
será una terraza a mayor altura que el terreno.
¿Por qué esta terraza que hace de patio entre el nicho y la capilla?
En Buenos Aires se puede ver
que cualquier contratiempo en el ir y venir,
entrar o salir, encontrar o reconocer, exaspera-.
La ciudad tiene una gran fe en su potencia
para desarrollar su propia vida ciudadana,
todo contratiempo es signo de pérdida
de esa potencia que es su alegría.
Ir y venir sin contratiempo,
entrar y salir sin contratiempo.
Todo sin contratiempo pero con ritual,
ritual de los cines con todos los incidentes de la entrada.
Por eso las iglesias de aquí, las habituales, parecen sin ritual.
Tan sin ritual de la preparación de la salida y la llegada.
Habrá una alta terraza en el nicho y el cubo.
Todo lo que llegue o salga
tendrá que pasar delante del nicho
y atravesar esta terraza elevada
para que no entren a ella los animales.
He medido los pasos del recorrido
de esta terraza en el terreno mismo.
He establecido los pasos
que hacen nacer entre el cubo y el nicho,
entre la luz del cubo y el retener de la imagen del nicho
un espacio que es de la iglesia, que es de la iglesia al exterior.
No será pues una capilla hermética. Sí al contrario.
Prolongándose bajo los árboles
de la entrada de unión
con el camino a Santiago.
Será el verdadero pórtico de la iglesia.
Y en sus festividades
ella podrá ver alguna vez
la nave de una misa de campaña:
el altar portátil se colocará
delante del nicho: todo está previsto.
M. EL CUBO BLANCO ES CAPAZ DE ACOGER
LAS FORMAS DE LA PIEDAD DE TODOS.
Mientras esto sucedía.
El dueño del fundo,
porque los dueños de fundo
organizan y dirigen
cuanto sucede en sus propiedades,
había comprado muchos materiales
que según él debían entrar en esta capilla,
en la capilla de su fundo.
Ya había comprado un altar románico,
había mandado hacer los ornamentos, etc.
Él fue el que compró la imagen para el nicho
cuando no pudo conseguir que alguna imagen
ya venerada pudiera ser trasladada ahí.
Por otra parte él explicó que por el momento
no se podía llevar el agua potable hasta la sacristía,
habría que esperar una nueva etapa de los trabajos del fundo.
Recogí todas estas cosas para mi obra. ¿Por qué lo hice?
Una vez en Venecia,
delante de Santa María della Salute,
en la góndola en el Gran Canal
me explicaron que ella como otras iglesias
fue levantada como acción de gracias
a la Santísima Virgen por haber librado a la ciudad
de una de las pestes que trían las aguas de estos canales.
Así de la ciudad entera y su vivir
nacieron estas hermosísimas formas.
¿Dónde está el nacimiento?
Hoy día el nacimiento
está en cualquier acontecimiento;
está en esta capilla recordatorio,
está en la planificación parroquial de la ciudad.
No añoro edades de oro, no juzgo mi época.
Recojo lo que hoy acaece.
Recoge esa piedad que coloca flores y velas
y planchas de acción de gracias en el nicho
y que hace arreglos de novenas
y teje manteles en el interior.
Recoge esa piedad de todos.
Con esa fealdad intrínseca a las cosas de todos.
La piedad de todos en el blanco cubo de luz.
Cubo de la situación de luz.
Cubo de forma, por eso.
Porque si fuera de formas, si que ellas,
las formas de las imágenes, del altar,
de los bancos, de los adornos
y arreglos de las novenas.
Sería un eterno estar preocupado
por la desaparición de su obra.
La piedad no puede interferir,
modificar, desviar la luz, la luz del cubo.
N. LOS ARQUITECTOS CANTAN
Y ABREN EL PRESENTE /
LO QUE HOY ES, TAL CUAL ES /
Pero esta afirmación,
aunque aparentemente sea
sin mayor importancia, es fundamental.
Porque dice relación
con lo que dije al comienzo;
unos se hincan, otros doblan una rodilla,
otros permanecen de pie.
Otros arreglan novenas.
¿Por qué?
Porque siempre que pensamos
en la gigantesca empresa de la ciudad.
Siempre que pensamos en la renovación.
Siempre que pensamos
en el nuevo mundo a construir
pensamos en el nuevo hombre.
Hombre concebido como nuevo
para habitar ese mundo nuevo.
Hombre nuevo y nuevo mundo
apoyándose mutuamente,
levantándose entre sí
como los peldaños de una escalera.
Y este hombre nuevo
nos aparece con sus actos
inscritos en una continuidad.
Continuidad:
para que todos los actos
adquieran su unidad.
Unidad que les dará
los postulados
que realizan esta gran tarea.
Entonces
el momento actual nos aparece
como un momento de transición
que se viene de un estar donde
no hay tal continuidad en plenitud
y se marcha a esa plenitud.
Pero el no querer aceptar
el que vivimos en un tiempo de transición
que nos conducirá a una plenitud,
cree que siempre lo del hombre
irá acompañado de eso que no es pleno
y que lo no pleno va tomando siempre
diversas formas y ubicaciones,
es aceptar al hombre de hoy, al de aquí,
y esa es la afirmación de esta obra.
En Achupallas se dijo:
siempre en la ciudad,
los hombres con traje viejo
y sombrero nuevo
o con traje nuevo y sombrero viejo,
y los que andan con traje y sombrero nuevo
quizá qué cosa tendrán de viejo.
Arquitectos cantan lo que es,
abren el conocer lo que hoy es: El presente.
Establecen por tanto el verdadero futuro.
O. RECOGER EL PROBLEMA DE LA CONSTRUCCIÓN:
UN PLAN DE ASTUCIAS PARA LOGRAR LA LUZ CÚBICA.
Por eso también esta capilla
recoge el problema de la construcción
y al recogerlo no lo hace límite
o indigencia para el cubo de luz.
Como ya hemos visto esta capilla está en un fundo
muy próximo a Santiago, casi al lado.
Sin embargo ella deberá ceñirse
al ritmo de los dueños de fundo.
Ya hemos visto cómo será construida
con muchos materiales ya adquiridos:
ladrillos, las planchas
de fierro galvanizados de la cubierta,
bolón, arena, ripio, madera
para la enmaderación de techumbre, etc.
El constructor será una empresa de Santiago.
La obra es muy pequeña y no habitual.
Representa muchos viajes
que no son traslados urbanos
sino viajes fuera de la ciudad.
La obra, en realidad,
no se inscribe en buena forma
en los intereses administrativos y económicos
de una empresa constructora, luego,
aunque el constructor tenga la mejor voluntad,
en la práctica hay que preverlo,
no podrá dirigir la construcción con minucioso rigor,
no podrá realizarla al milímetro.
Hay luego que trazar con esto por una parte
y con los materiales ya adquiridos todo un plan de acción.
Un plan de astucia para lograr la luz cúbica.
También hay que pensar que de muchas terminaciones
no conviene en este instante definirlas en forma cerrada.
Pues una iglesia no es una casa
o un edificio de departamento,
los cuales cuando son pensados y llevados a cabo
porque tienen para sus dueños claridad,
pues son caminos que todos los días
se están recorriendo por casi todos,
en cambio la iglesia es para quien la levanta
una obra que comienza a cogerlo,
a cogerlo más y más,
que tiende a sobreponérsele
tal como ya en su ubicación
ella hizo a un lado a la entrada y sacó la terraza
y el nicho fuera del cierro de la propiedad.
Un plan de acción:
Obra gruesa de albañilería reforzada: labor corriente.
La altura definitiva exterior
se fijará en el terreno mismo
pues hay que medirla
al andar por los caminos.
En seguida, cinco o seis partidas
hechas como en la mejor obra:
entramado metálico del cielo,
campanario metálico,
base metálica del nicho,
ventanales superiores,
puerta giratoria de entrada al cubo
y cielo acústico.
Después habrá que terminar
conforme a las posibles mejoras
que se puedan introducir
a un presupuesto base muy ajustado.
Vendrá entonces hacer
diversas experiencias
de terminaciones,
por ejemplo: experiencias
con la estructura metálica
para transformarla del campanario,
de la cruz en la entrada, etc.
Batalla por el cubo de la luz.
Obra que no debe desarrollarse
según el proceso habitual,
con sus etapas tan precisadas en el tiempo,
la proyección y la ejecución.
P. LA HISTORIA DE LA CAPILLA:
FIDELIDAD AL OJO
EN LOS ACTOS QUE DICTÓ LA FORMA.
Ahora cuento con todas las energías para realizar la obra.
Realizar ese plan de astucias que ella requiere,
astucias ya determinadas por los demás,
astucias menores diría yo.
Ya no desnudo.
Porque la capilla de los Pajaritos
propone otro tipo de continuidad
que la que se apoya en las vistas
y esto, considero, representa ese vadear
que dije al comenzar este es escrito.
Espacialidad no nacida
de las interpenetraciones del ver,
del espectáculo, sino del actuar,
del venir, del ir por los caminos,
del ser retenido, del estar en la luz del orar.
Todo el ir, el ir de nuestro vivir,
adquiriendo sus matices
al ir atravesando diferentes actos.
Debo confesar que en un momento dado
mandé mis formas a un amigo.
Recálculos con proporciones áureas le pedía.
No abrí la respuesta.
Fiel al ojo que me dictó y cómo me lo dictó.
Fiel al ojo que me dictó la forma y no las formas.
El cubo de luz y no geométrico, ni de perspectivas.
El cubo de la retención, el cubo ciudadano.
La iglesia de la forma de la ausencia.
Esta es pues la historia de esta capilla.
Ella no fue levantada conforme a estos planes ni por nosotros.
Pero, ¿cómo serán los confesionarios en este cubo de luz?
¿Cuál será su luz, la luz de la forma
de estas pequeñas iglesias dentro de la gran iglesia?
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