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Hildegard von Bingen, 914 años de influencia

Proclamación | Nueva Doctora de la Iglesia:


Mística y teóloga, pero también compositora, naturalista, médica, mujer de fuertes convicciones y excepcional para su época. La priora del convento de Rupertsberg y Eibingen, Hildegard, rompió todos los moldes de su tiempo, el floreciente siglo XII. Nueve siglos después, exactamente hoy, el papa Benedicto XVI la proclamará Doctora de la Iglesia Universal, un honor que compartirá con Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena y Santa Teresita de Lisieux.  

MARÍA SOLEDAD RAMÍREZ

Diario El Mercurio,  Artes & Letras, domingo 7 de Octubre de 2012

Nació en un siglo excepcional y ella estuvo a la altura de su época. Fue incluso más allá, al abarcar áreas del conocimiento y tener una vida pública que la sociedad medieval reservaba casi exclusivamente a los hombres. Hildegard von Bingen fue una monja benedictina del siglo XII (1098-1179) que habló de Dios sin limitarse a la oración y la iglesia. Su experiencia mística, con sus visiones y profecías, fue notable, así como su teología, su composición musical, su poesía, sus conocimientos en hierbas y medicina natural, su correspondencia con los más poderosos de la época y su prédica. Todo a lo largo de 81 años de vida.
Más de 900 años después su figura despierta interés y estudio. Las feministas la ven como una mujer que se adelantó a su tiempo; los new age admiran su visión holística del hombre y la naturaleza; el papa la menciona para explicar los tiempos de crisis que vive hoy la Iglesia. Su música se toca, graba y escucha; sus textos han sido traducidos a diferentes idiomas. No será masiva, pero los y las "hildegaristas" tienen mucho de qué sentirse fascinados.
"Era una mujer con un inmenso carisma, que se escribía con los personajes más importantes de su época, desde el Papa hasta emperadores, y a la cual le hacía caso todo el mundo, y acudían a ella pidiéndole consejo por su capacidad profética, adivinatoria", señala la historiadora Victoria Cirlot, estudiosa de su obra.
Su contribución a la Iglesia es lo que este año ha reivindicado el Papa Benedicto XVI al realizar una "canonización equivalente" en mayo pasado, es decir, reconocerla santa en forma oficial, extendiendo su culto a la Iglesia Universal. Esto, porque su proceso de canonización, que se inició medio siglo después de su muerte, nunca llegó a término, pero en la práctica ha sido venerada desde que murió, en 1179.
A este paso se suma el que se dará hoy, al nombrarla Doctora de la Iglesia Universal, un título que compartirá con Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena y Santa Teresa de Lisieux (ver recuadro) y que hace justicia a su contribución a la Iglesia gracias a su extensa creación. Al anunciar esta proclamación, el Papa la describió como una "auténtica maestra de teología y profunda erudita en ciencias naturales y música".
Las palabras de Benedicto XVI no son sólo de buena crianza. Su figura ha sido recurrente en este papado, quizás primeramente porque comparten una tradición cultural común. Benedicto XVI, por ejemplo, ha utilizado su figura para hablar del rol de las mujeres en la Iglesia al destacar el poder espiritual de Hildegard y su mirada femenina sobre la teología y los misterios divinos. En el 2010, le dedicó dos homilías de los miércoles contando su vida, explicando su pensamiento y vinculando sus palabras con el presente. Recordó, por ejemplo, el desacuerdo de Hildegard con el movimiento de los cátaros, que en el siglo XII pedía cambios radicales en la Iglesia para luchar contra los abusos de los clérigos. Ella los reprendió duramente, dijo el Papa, "por buscar la subversión de la verdadera naturaleza de la Iglesia, recordándoles que la verdadera renovación de la comunidad eclesial se obtiene con un sincero espíritu de arrepentimiento y demandando un proceso de conversión, más que cambiando las estructuras. Este es el mensaje que nunca debemos olvidar".
Ora et labora
Nacida en 1098 en Bermersheim, en lo que era el Palatinado del Rhin, la última de 10 hijos de una familia noble, fue entregada a los 8 años al cuidado y educación de Jutta von Spanheim, quien vivía en una celda cerca del monasterio benedictino de Disibodenberg. Jutta le enseñó el evangelio, a leer y escribir. Al morir ésta, en 1136, Hildegard, de 38 años, fue elegida "magistra" (o priora) del monasterio. En 1150 decide fundar su propio convento, Rupertsberg, cerca de Bingen y luego otro en Eibingen. Murió el 17 de septiembre de 1179, a los 81 años, sus restos están hoy en Eibingen.
Durante su vida fue testigo de la Querella de las Investiduras (la pelea entre el emperador Federico Barbarroja del Imperio Sacro Romano Germano y el papado), de la primera y segunda cruzadas; del florecimiento de la cultura trovadoresca con Leonor de Aquitania; la polémica de Abelardo, la herejía de los cátaros.
Su prestigio e importancia fue sustentada principalmente por su condición de visionaria y profeta -Dios hablaba a través de ella- como explica Victoria Cirlot. "Eso es lo que le dio la posibilidad de la escritura, de hablar en público, lo que le ofreció el carisma y lo que le permitió trascender su condición femenina. Esto es lo fundamental para comprender la figura de Hildegard en pleno siglo XII, sino sería incompresible", señala la historiadora.
Las visiones las tuvo desde pequeña, pero en 1141 tuvo una que decía que debía escribir y darla a conocer. Dudosa de su don, le escribe a Bernardo de Clairvaux, de la orden cisterciense, quien la anima a seguir. Luego el Papa Eugenio III lee sus escritos y, en el Concilio de Tréveris (1147-1148), le da permiso para publicarlos, viendo en ellos el influjo del Espíritu Santo.
El espaldarazo no fue menor para Hildegard, quizás la primera mujer en tener tal privilegio.
Este fue el origen de su primer escrito místico, "Scivias", dividido en tres libros donde cuenta 26 visiones y habla de la creación, la redención y la santificación. Demoró 10 años en publicarlo, entre 1141 y 1151. Por la misma época escribió la "Symphonia armoniae celestium revelationum", un conjunto poético-musical de más de 70 himnos, secuencias, antífonas que muestran su genialidad musical.
No contenta con esto, también creó una Lingua ignota y entre 1151 y 1158 escribió sobre ciencia y medicina, en las obras "Physica" y "Causae et Curae".
Entre 1158 y 1163 escribe "Liber Vitae Meritorum", visiones sobre los vicios y virtudes. Por el mismo tiempo sigue con sus composiciones musicales e inicia viajes para predicar en Alemania. Finalmente escribe el "Liber Divinorum Operum", que termina hacia 1174 y es considerado el más impresionante de sus tres libros místico-teológicos.
"Desde un punto de vista teológico, Hildegard es profundamente moderna porque tiene una mirada muy unitaria y nada de dualista. Por ejemplo, en su teología no hay una contraposición entre la carne y el espíritu; sino que hay un gran enaltecimiento de la materia y es una visión muy monista. También, se ha hecho notar que es una teología feminista, sobre todo porque presta atención al aspecto femenino de Dios", señala Victoria Cirlot.
A su muerte era una mujer reconocida y admirada, una profeta como los del antiguo testamento. Hoy su fama llega hasta el universo con el asteroide 898, dedicado a su nombre. Eso se llama prestigio milenario.
 Para leer, escuchar y ver
La mejor manera de conocer y entender a Hildegard von Bingen es leer sus obras originales. Destaca la traducción al español del "Libro de las Obras Divinas" (Liver Divinorum Operum) de María Isabel Flisflisch y Ana María Góngora, chilenas, publicada por Herder en 2009. Y la traducción de "Scivias. Conoce los caminos" y de "Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales", ambos por Trotta Editorial.
De la obra biográfica, destaca la traducción que hizo la historiadora Victoria Cirlot de "Vita Sanctae Hildegardis", el trabajo del último secretario de Hildegard, Thedoric of Echternach. Bajo el nombre "Vida y Visiones de Hildergard von Bingen", está publicado por Siruela en 2009. También "Hildegard von Bingen: A Visionary Life", de Sabina Flanagan, Routledge, 1998.
Para oír su música está "Canticles of Ecstasy", "Voice of the Blood" y Ordo Virtutum" del Sequentia Ensemble, muy recomendables. También, Emma Kirby en "A Feather on the Breath of God".
Por último, la película "Vision" de la cineasta alemana Margarethe von Trotta, con Barbara Sukowa en el rol de Hildegard, si quiere una versión más vívida de la época.

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