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Bachelet por las nubes, Concertación por los suelos por Héctor Soto



Publicado en Reportajes de La Tercera, 29 de septiembre, 2012.

No obstante tener una candidata cuyo magnetismo y liderazgo están muy legitimados en lo más profundo del cuerpo social, la Concertación cuenta miserias y está sin brújula. ¿En qué va a terminar esta disociación?

LA DECISION de los máximos dirigentes de la Concertación de suspender la celebración prevista con motivo del aniversario del 5 de octubre es antes un gemido de agonía que un reconocimiento de adversidad. Simplemente, el horno no está para bollos. Desde luego, no tiene mucho sentido rasgar vestiduras. Veinticuatro años en política es mucho tiempo, y eso es lo que nos separa del día del triunfo del No en el plebiscito de 1988. Que la coalición se haya mantenido unida tanto tiempo -confiada a veces, decaída en otras, tensionada casi siempre- ya es bastante meritorio.

Aunque, sin duda, fue perdiendo capacidad de acción con los años, hasta terminar jugando a los puros empates entre las dos almas del bloque, durante largo tiempo la Concertación fue exitosa en el manejo de sus divergencias internas. Ahora, claro, ya no. La pérdida del poder la está enfrentando a serios problemas de proyecto e identidad. Atrás quedaron la épica del bloque y las recíprocas lealtades internas. Al interior, nadie logra ponerse de acuerdo respecto del camino a seguir en el futuro y la oferta que habría que hacerle al país. La situación es complicada. Desmotivada y confundida, desarticulada y sin brújula, lo único que a la Concertación le va quedando es una candidata. Una candidata potente, muy cercana a la gente no obstante lo lejos que está, emocional y políticamente blindada contra todas las operaciones que hasta ahora se han urdido para cuestionar o destruir su liderazgo. Una candidata, sin embargo, que junta el liderazgo con la abstinencia.

LOS PROBLEMAS

Lo que podría ser una solución -porque sin liderazgos no hay alternativas políticas exitosas- en el caso de Bachelet, al menos en este momento, es problemático por varios conceptos.

El primero es que esta es una candidata que no habla. No habla porque, en principio, se lo prohíbe su contrato con la ONU. El que tiene José Miguel Insulza con la OEA no es menos restrictivo que el suyo y, sin embargo, el secretario general puede opinar hasta del escenario municipal en Renca.

El segundo es que esta candidata advirtió que para ella es mucho más rentable no hablar que hablar.

El tercero es que, con los niveles de ansiedad existentes en la Concertación, son muchos los que quisieran transformarse en intérpretes oficiales de los silencios de la gran jefa en Nueva York.

El cuarto es que ella -como les consta a diversos colaboradores o amigos suyos, desde Ricardo Solari hasta Juan Carvajal- puede ser muy suspicaz con lo que se dice o pueda interpretarse a partir de lo que se dice. El resultado es que hay mucho temor en la coalición a desentonar respecto de lo que supuestamente ella podría estar pensando.

El quinto factor es que esta es una candidata que necesita a todas sus huestes. A los que estuvieron lealmente con ella en su gobierno y a los díscolos que se le escaparon. A los que quieren asamblea constituyente y a los que creen que se puede gobernar con la Constitución que hay. A los que están a su derecha, como la DC, y a los que están a su izquierda, como el PC y algunas facciones del socialismo. En eso no hay novedad. Las candidaturas presidenciales son plataformas, en principio, acogedoras, que reúnen a gente de muy distinta sensibilidad y con diferentes escalas de prioridad.

El sexto problema es que ella es desconfiada. Tiene sus razones para serlo. No se casa con nadie y prefiere no tener voceros oficiales. 

El séptimo es que, llegado el caso, y de manera excepcional, podría eventualmente tenerlos, pero sólo como voceros oficiosos, y sólo a condición de que digan cosas que sumen, no cosas que puedan restar. Si suman y son funcionales, vale. Si no, bueno, serán desmentidos ipso facto y, de paso, habrán perdido la totalidad del capital político que pudieran haber acumulado ante ella en un momento. Gran riesgo, por cierto.

EL ESCENARIO
Un escenario así podrá ser bueno para la candidata, pero no para la coalición. Ella, Bachelet, no corre riesgos, no asume responsabilidades ni paga costos. Puesto que en política nada es gratis, flor de negocio. Bien por ella.

Pero la coalición se hace pedazos en función de su desorden y de la guerrilla interna a que dan lugar las indefiniciones. También a raíz de las zancadillas entre sus distintos caciques para aparecer cerca de ella en la foto que se tome Bachelet el día que arme su comando. En esas circunstancias, ¿qué tiene de raro que, según las encuestas, la Concertación siga en caída libre y muchos de sus dirigentes se avergüencen de los gobiernos que hicieron?

No es fácil saber en qué terminará esto. Es el típico cuento que puede concluir bien si hay un liderazgo fuerte que con autoridad les inyecte sentido a piezas heterogéneas que aisladamente no lo tienen; justo lo que Bachelet no hizo cuando estuvo en La Moneda. O puede terminar mal, si prosigue la disociación entre ella por las nubes y la Concertación por los suelos.

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