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Avistamientos sencillos en una tranquila mañana de primavera...‏



El pequeño Chercán,
uno de los integrantes
de la pareja que frecuentemente
se asoma a mi ventana
trayendo alternadamente 
ramitas pequeñas y material diverso
necesario para el nido
que están habilitando
en el entretecho de mi oficina,
se cuelga por un momento
de una rama de olmo
cortada hace un tiempo
y que quedó ligada
por su extremo más delgado
a otra rama de su misma especie.

Es la imagen misma de la levedad suspendida
y sostenida por un accidente providencial.

Alegra la mañana escuchar
su melodioso y entusiasta trino
distintivo de su canto territorial
con que anuncia regularmente 
su presencia y su dominio...

Un par de Cortarramas chilenos
-conocidos localmente como Raras-
se posan en las inmediaciones
atraídos por la semilla del olmo.

Los tonos color ladrillo
y pardos con algunas 
coberteras blancas del macho,
los ojos anaranjados
de ambos géneros
y su curioso voceo
parecido al de la matraca
o al carrete de pesca
que da línea cuando un
pez ha mordido el anzuelo
destacan en cualquier lugar
en que se posen.

Momentáneos vecinos en mi ventana
y permanentes vecinos en la Guía de Campo 
de las Aves de Chile que tengo a mano,
la más popular entre los avistadores
profesionales y aficionados,
escrita por el  gran Álvaro Jaramillo.

[Hay otras guías notables dignas de mencionar
y que se complementan unas con otras.
como la González y Martínez;
la de Couve y Vidal; Araya y Millie;
Marín Check List), Chester y otros; 
aunque como texto, el clásico 
de Goodall, Johnson & Philippi
no ha sido superado].


Otros visitantes ocasionales
son el Chincol y el Zorzal.

Uno de estos últimos
baja hacia el valle
extendiendo y recogiendo las alas,
descendiendo como si se deslizara 
por una rampa invisible,
sinuosa y descendente.

Un tiuque solitario
cruza el aire relajado,
sin la compañía
de algún congénere
con el que en esta época
suelen protagonizar
audaces acrobacias
y escaramuzas.

Todavía no aparece el Peuco,
ya se escuchará al Fío-fío
o veremos al Diucón
que anida a pocos metros
en las ramas altas de un Ligustro.

Diviso también algunas tórtolas
y escucho a lo lejos a unas Codornices.

Hay un canto al que no alcanzo
a reconocer de qué especie se trata
[tal vez sea el Chirihue
que suele visitar el Tralhuén
que está aquí a unos metros
ladera abajo de este cerro],
así como algunos paseriformes
que pasan raudos
sin alcanzar a identificarlos.

Una tarea que queda pendiente
-hay que volver al trabajo-.

Como suele ocurrir con las aves,
los misterios en torno a las aves
nunca se agotan, y son un acicate
para continuar observándolas
y maravillándose con su belleza
y los sorprendentes secretos
que van revelando poco a poco...

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