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Alberto Salcedo - El cronista del lado B‏




Considerado el mejor exponente del periodismo narrativo en Colombia
y uno de los mejores de América Latina, Alberto Salcedo Ramos
vino a Chile a dictar talleres y lanzar un libro.  Ha escrito crónicas
sobre un equipo de fútbol de travestis, sobre un hombre
que cuenta chistes en los velorios y se han convertido
en material de decenas de antologías y en lectura obligada
en escuelas de periodismo del continente.
 
 
Como muchos chilenos pre Cecilia Bolocco,
Salcedo Ramos creció celebrando triunfos morales.
 
Hasta sus nueve años,
la mayor hazaña deportiva de su país, dice,
era el partido de fútbol de la selección colombiana
en el Mundial de Chile del 62 contra Unión Soviética,
el que iba perdiendo cuatro a cero
y terminó empatando a cuatro.
 
-Había un chiste, incluso.
Decíamos que las iniciales CCCP
que llevaban los soviéticos en su camiseta
significaba Con Colombia Casi Perdemos.
 
por Gazi Jalil F. | Fotos Felipe González
Diario El Mercurio, Revista Sábado, 13 de octubre de 2012
 
 
Alberto Salcedo Ramos es una persona tan común que en la caja de un
banco en Providencia no le cambian un cheque de 100 dólares. Pero y
por qué, qué pasa. Porque no coincide la firma, señor. Pero es que me
lo dieron así, qué hago con esto ahora. Lo siento, no se puede. Pero
son 100 dólares no más, qué vaina, ni que fuera por un millón de
dólares. No se puede. Pero acá dice Alberto Salcedo Ramos, señorita,
¿ve?.
Bajo estas circunstancias, es lógico preguntarse ¿quién es Alberto
Salcedo Ramos?
Ahora, en este momento, frente a la cajera, es un sujeto indignado.
Pero el resto del tiempo es una persona tranquila, habitualmente
reposada, descrito como un buen tipo y considerado como uno de los
mayores exponentes del periodismo narrativo de América Latina.
El hombre que no puede cobrar un cheque de apenas 100 dólares ha sido
definido por Jon Lee Anderson como el "cronista de cronistas" y en su
país lo presentan como el mejor de la nueva generación colombiana y
uno de los más importantes de su historia. Es autor de cinco libros,
sus artículos han sido traducidos al francés, italiano, inglés, alemán
y griego, ha ganado diversos premios de periodismo y continuamente es
invitado a dictar charlas y talleres por toda América Latina.
Pero si se lo dijera, si Alberto Salcedo Ramos le declamara sus
logros, todos los aplausos que ha cosechado, si le contara que ha
estado en selvas, mares, ríos, aviones, lanchas, barcos, a la cajera
no podría importarle menos. La firma en el cheque no coincide y ya.
Son las normas, qué le va a hacer. Y Salcedo Ramos, el gran cronista,
el hombre que mejor cuenta las historias del lado B de la vida, se
retira del banco ofuscado, con la sensación del tiempo perdido y sin
sus 100 dólares.
-Qué vaina -repite.
Invitado por la U. Finis Terrae, Salcedo Ramos, 49 años, separado, dos
hijos, estuvo la semana pasada en Chile para realizar varias
actividades académicas y lanzar su libro El oro y la oscuridad, bajo
el sello Lolita, la historia gloriosa y trágica del boxeador Kid
Pambelé, el primer campeón mundial que tuvo Colombia.
Salcedo Ramos nació en Barranquilla, la cuarta ciudad de Colombia,
pero se crió en un caluroso pueblo llamado San Estanislao, en pleno
Caribe. Tras estudiar Periodismo, trabajó en el diario El Universal,
de Cartagena, cubriendo reinados de belleza, cumbres antinarcotráfico,
salud, policía y política, antes de dedicarse a lo que en verdad
quería: contar historias. Desde entonces sus crónicas -sobre el
árbitro que expulsó a Pelé, sobre el enfermero de los secuestrados por
las FARC, sobre un equipo de fútbol de travestis, sobre un hombre que
cuenta chistes en los velorios- se han convertido en material de
decenas de antologías y en lectura obligada en escuelas de periodismo
del continente.
-Cuando era niño sólo quería contar historias, pero mi madre me dijo
que como escritor me iba a morir de hambre y me sugirió que estudiara
Periodismo. Llegué a la profesión para hacerle el quite al supuesto
hambre y con la idea de que estaba a préstamo. Pero cuando descubrí
que aquí también se podían contar historias, entendí que estaba en un
punto donde quería estar.
-De las historias que ha escrito, ¿cuál le ha gustado más?
-"El testamento del viejo Mile", que escribí sobre Emiliano Zuleta,
autor de la canción "La gota fría". Pero la que considero mejor de
todas es "Un país de mutilados", un reportaje de largo aliento que
escribí sobre las víctimas de las minas antipersona en Colombia.
-En sus crónicas los protagonistas son casi siempre personajes
populares o freak, ¿no le parece interesante retratar el poder?
-Sí. Es un tema que seguramente abordaré más adelante. Hasta ahora no
lo he hecho, pero no por falta de interés, sino porque me he ocupado
de otros proyectos. Contar historias de los poderosos es uno de los
retos de los cronistas de América Latina.
Como muchos chilenos pre Cecilia Bolocco, Salcedo Ramos creció
celebrando triunfos morales. Hasta sus nueve años, la mayor hazaña
deportiva de su país, dice, era el partido de fútbol de la selección
colombiana en el Mundial de Chile del 62 contra Unión Soviética, el
que iba perdiendo cuatro a cero y terminó empatando a cuatro.
-Había un chiste, incluso. Decíamos que las iniciales CCCP que
llevaban los soviéticos en su camiseta significaba Con Colombia Casi
Perdemos.
Todo eso se acabó para siempre cuando Kid Pambelé se convirtió en
campeón mundial de boxeo y, junto a ello, en una figura poderosa,
influyente, rica e idolatrada.
Salcedo Ramos nunca lo vio pelear en vivo, pero fue testigo a través
de la televisión de cómo Pambelé noqueaba a todos los contrincantes,
no importaba dónde ni cuándo, uno tras otro, en Bogotá o en Botswana,
en una interminable caravana de triunfos que sólo hizo más triste y
decadente su caída hacia el despilfarro, las drogas y el alcohol.
-Pambelé es un personaje que, para bien y para mal, nos representa. Al
ser campeón le mostró al mundo de qué somos capaces y al descender
después por la pendiente del fracaso nos recordó que en un país con
tantos problemas sociales, la gloria es algo efímero.
-¿Supo si Pambelé leyó el libro?
-Sí.
-¿Le gustó?
-A él le gusta que uno hable de él, bien o mal. Para él la tragedia no
es que le arranquen la mandíbula con un gancho de izquierda, sino que
lo ignoren. Es un hombre que tiene un gran aprecio por lo que fue.
Suele mirarse no como un presente, sino como un pasado. Ama locamente
lo que fue y le tiene sin  cuidado lo que es en este momento.
-¿Mantiene relación con el?
-Hablamos con frecuencia. La última vez que lo vi fue en enero, en
Cartagena. Yo lo invité a almorzar. Lleva dos años limpio de drogas.
Salcedo Ramos pasó dos años investigando la vida de Pambelé y seis
meses escribiendo su historia. Hoy, El oro y la oscuridad lleva dos
ediciones en Colombia, y después de Chile se editará también en
Argentina. Además, los derechos del libro fueron comprados por una
productora para llevarlo al cine y la televisión colombiana realizará
una serie.
-Me gusta mucho el boxeo, sobretodo como una cantera de historias. Son
muy humanas y muy conmovedoras. En el boxeo la derrota es
intransferible, en el fútbol se divide entre 11. En el boxeo tu no
dices "perdimos". Además, es el único deporte en el que no se utiliza
el verbo jugar. Juegas tenis, juegas fútbol, juegas béisbol, pero no
juegas a boxear. Para mí el boxeo es una metáfora de la lucha del
hombre por la supervivencia.
-Pero el boxeo ya no es tan popular en Colombia como lo fue.
-Sí. Hoy es una actividad romántica venida a menos. Antes los chicos
pobres tenían en el boxeo la posibilidad de resarcirse socialmente, de
soltarse de las garras de la pobreza, pero luego descubrieron que ser
sicarios era más rentable y más rápido que subirse a un ring. De todos
modos, es el deporte que más títulos mundiales nos ha dado. Cuatro, o
más. Pero ninguno al nivel de Pambelé. Es el único deportista
colombiano que está en el hall de la fama del boxeo.
Antes, Salcedo Ramos estuvo en Honduras haciendo una crónica por
encargo. Después de Chile, regresó por tres días a Colombia para
viajar a México donde asistió a una cumbre de cronistas, y más tarde a
Monterrey a un encuentro de escritores y de vuelta a Colombia y otra
vez a Valencia, Venezuela, a participar en la Feria del Libro y vuelta
a Colombia y luego a Argentina, donde dictará talleres y presentará su
libro en Buenos Aires, Tucumán y Rosario.
-Últimamente estoy yendo a mi casa a calentar la cama de vez en cuando
-bromea-. Es muy demencial. Me ha tomado por sorpresa en los últimos
dos años. Siempre he sido viajero, pero no tanto. Noto que esto está
ocurriendo a costa de mi tranquilidad. Lo disfrutaba cuando no era tan
seguido. Ahora no lo disfruto mucho.
Y enseguida añade:
-Estoy solo, pero si tuviera a alguien sería complicado.
Para ejemplificar, Salcedo Ramos cita a Hemingway, para hablar de
periodismo cita a Cortázar, para cambiar de tema cita a Capote, y así
cita a Scott Fitzgerald, a Woody Allen, a Kennedy, a Gay Talese, a un
jugador de fútbol y a sí mismo, y se diría que posee una memoria
prodigiosa para aprender frases ajenas y una habilidad innata para
saber dónde ponerlas.
Después del banco, tras su frustrado intento de cobrar su cheque de
100 dólares, Salcedo Ramos entra a una cafetería de Bilbao. Pide café
negro y el mozo le dice que hay sólo de máquina. No debe ser un buen
café para un colombiano, pero el periodista lo pide igual.
-En Colombia decimos que un buen café lo hace la buena compañía.
Ayer ha ido a Valparaíso y dice que le encantó, que conoció la casa de
Neruda, y que en un restaurante pidió una parrillada de mariscos que
no tenían buena cara.
Salcedo Ramos salta de un tema a otro con la misma facilidad y
sutileza de su prosa y así como pregunta por Nicanor Parra, enseguida
habla de fútbol y dice que es hincha del Junior de Barranquilla y
cuenta un chiste y aunque es conocido, causa gracia cuando lo relata
con su acento colombiano y sus modales tranquilos y sin prisa.
Y después habla de sus narradores favoritos de ficción, de García
Márquez, Camus, Rulfo, Borges, Hemingway y Ribeyro. Y de los de no
ficción, y menciona a Capote, a Talese, a Mitchell y a Mailer.
-Los autores que me han influenciado son muchos más. Evado hacer estas
listas porque la gente suele fijarse más en las omisiones que en los
nombres que uno cita.
-¿Hay algún libro o crónica que le haya causado envidia después de leerla?
-No. Lo que he sentido no es envidia, sino un contagio poderoso. Los
grandes autores le producen a uno ganas de escribir, de salir
corriendo a dejar un testimonio. Cuando leí El amor en los tiempos del
cólera, por ejemplo, tenía una fe enorme en el poder de las
narraciones, en el valor de contar historias.
-¿Cuál es su relación con García Márquez?
-Es un narrador adictivo, un mago de la eufonía, un prosista con una
gran malicia literaria. Su adjetivación es luminosa. Además es un
escritor siempre ambicioso que jamás elige atajos fáciles para
resolver los conflictos que plantea en sus tramas. Lo he visto dos
veces en la vida, pero siento que lo conozco a fondo, porque he leído
todos sus libros.
-¿Está tras alguna historia hoy?
-Tengo un proyecto con el que sueño: contar la historia de América a
través de un tambor. Quisiera ir a África y venirme con un tambor y
que ese instrumento me ayude a encontrar las voces de los negros desde
Chile a Alaska. Siempre he creído que el tambor es un libro que suena
y que si a los negros les hubieran arrebatado el tambor se habrían
revelado mucho antes.
-En Chile, ¿ve alguna historia que contar?
-Ufff, sí, claro, muchas. Por de pronto, aquella del minero que tenía
dos mujeres.
 
http://diario.elmercurio.com/2012/10/13/el_sabado/_portada/noticias/10453581-06E9-47D2-B2C9-330AE81E4F41.htm?id={10453581-06E9-47D2-B2C9-330AE81E4F41}

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