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Simonetti, el activista



Era un escritor que se reconocía gay y opinaba del tema. Pero desde la creación de su Fundación Iguales, Pablo Simonetti se transformó, en apenas un año, en un activista de los derechos de las minorías sexuales y en figura pública de esa batalla. Esta es la historia de cómo lo hizo. Entre aplausos y críticas.

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Ahí está Pablo Simonetti. Hundido entre las cámaras y los micrófonos, alrededor de la senadora Isabel Allende y del ministro de Educación, Harald Beyer. Escoltado por banderas y en su chaqueta el autoadhesivo de Iguales, su fundación que lucha por la diversidad sexual y que coorganiza esta marcha del 23 de junio. A un costado de Plaza Baquedano, donde se pasea con soltura como si fuera su despacho, él recibe a sus invitados y le pregunta a Beyer, a quien convidó personalmente, si el gobierno le puso muchos problemas para llegar hasta acá. “Hoy es un día en que vamos a celebrar la diversidad”, dice después. Cerca de las 15.00, cuando ya había reunidas unas 50 mil personas dispuestas a marchar, habla sobre el escenario, mirando de nuevo a Beyer: “Este es el primer ministro de Educación en la historia en venir a una marcha por la igualdad”.
Cuando termina, un muchacho le grita “Pablo, te amo”.
Más allá, en otro escenario distinto al de Iguales, pero de la misma marcha, Rolando Jiménez, presidente del Movimiento de Liberación Homosexual (Movilh), que hace 21 años da batallas a favor de este grupo, se da cuenta de que Simonetti toma un pendón y comienza a bajar por la Alameda, junto a Beyer y Andrés Velasco.
Jiménez sólo entiende una cosa. Si no se apura, se va a quedar atrás.
1.
Simonetti (50), desde el comedor de su departamento, habla de una carrera entre dos Pablos. Que había un Pablo sensible que hasta los 14 años corría contra otro Pablo, más racional, que respondía a las exigencias que se pedían en la casa de los Simonetti Borgheresi, donde Renato, su padre y un hombre que a los 24 años ya podía presumir de ser el administrador general de Mademsa, veía en él la continuidad de su legado: un hombre heterosexual de sangre italiana, ingeniero industrial y casado ante la ley de Dios. En esa casa, como en tantas otras, no se invitaba a parejas separadas ni se hablaba de las historias que estuvieran en los márgenes de la épica que la familia quería proyectar: como la de los tres primos gays que entre Renato y su mujer, Eliana, silenciosamente tenían.
Simonetti, dividido entre la personalidad de estos dos Pablos, sintió que tenía que optar por uno. Entonces lo hizo y eligió al Pablo más contenido y estructurado en lo que su familia podía pensar que él necesitaba ser, y postergó al otro: al que escribía y al que a partir de los siete años comenzó a sentir cierta atracción culpable hacia los hombres.
Entonces vino la historia que se conoce: Simonetti trató de convencerse de que no era homosexual. Lo hizo en el Luis Campino, la Escuela de Ingeniería de la UC y recién logró cierta apertura al irse a estudiar un posgrado a Stanford, donde vivió su primera relación gay. Regresó a Chile en 1989 y ese año, a los 28, salió del clóset frente a su madre, cuando le dijo que tenía una pareja en Chile, con la que duraría 16 años. En 1996 renunciaría a su trabajo en Copec, se metería al taller de Gonzalo Contreras y comenzaría una carrera de escritor, en la que suma un libro de cuentos y tres novelas.
Eso, claro, y una tribuna que empezó a desarrollar desde 2004, en la que a través de columnas y cartas a diarios buscó espacios para defender los derechos de las minorías sexuales.
Simonetti no lo intuía, pero más adelante, y en un año, iría aún más allá: de ser un escritor que reconocía ser gay y opinaba al respecto, se transformaría en activista, vocero y figura del tema.
2.
Estaba en Zapallar escribiendo una novela que aún no entrega y observaba el discurso del 21 de mayo de 2011, esperando que se hiciera algún anuncio sobre el Acuerdo de Vida en Común (AVC), como se había rumoreado en las semanas anteriores.
Dice Simonetti: “Recuerdo con mucha contrariedad ver la foto de Juan Antonio Coloma y Carlos Larraín entrando a La Moneda el viernes antes del discurso. En las noticias dijeron ‘vinimos a hablar con el Presidente sobre lo que es importante, la agenda social’. Se rumoreó mucho si Piñera iba a anunciar el AVC o no. Recuerdo leer en los medios que habría un párrafo dedicado a él. Entonces me puse a ver el discurso completo”.
Pero en esa cuenta pública, Piñera no dijo las palabras que Simonetti esperaba.
“Ya llevaba un año en Twitter, tenía gente que me seguía. Comenté harto el discurso y tenía mi audiencia. Había gente que seguía mis opiniones. Cuando vi que no salió nada sobre el AVC, me tiré en picada. Tuve discusiones bastante duras con el que fuera sobre AVC y matrimonio igualitario. Yo no me había dado cuenta, pero estaba completamente preparado para estas discusiones por todo lo que había escrito y leído. Tenía la bibliografía, los argumentos. Entonces me puse a pelear y a argumentar en 140 caracteres. Ese mismo día apareció Luis Larraín en Twitter, dando su visión crítica. Hicimos una especie de tándem. A él, en ese entonces, sólo lo conocían porque había aparecido en la franja de Piñera”.
Mientras expresaba sus ideas con su celular, Simonetti volvía a los días cuando Sebastián Piñera era candidato y gente cercana le decía que quizás era una opción real para conseguir sus demandas. “A Piñera lo considero una persona abierta. Pero yo decía ‘acuérdense que eligiendo a Piñera, también estamos eligiendo al grupo más conservador del país para llegar a gobernar. Piñera no va a gobernar solo’. Dije ‘detrás de la estrella multicolor también hay oscuridad’. Para mí, en estos temas, la oscuridad es la UDI, Carlos Larraín y sus secuaces. Son personas que tienen una visión integrista de la sociedad”.
Ese discurso también lo devolvía a las restricciones normadas de su infancia. A esa idea de que sólo hay una manera buena de vivir la vida. “Eso -dice Simonetti- fue lo que me comprometió en esa discusión en particular”.
Regresó a Santiago el lunes 23 de mayo y se reunió en su departamento con el abogado Antonio Bascuñán, a quien conocía desde su juventud, y con Luis Larraín, para ver cómo daban la batalla política para que el AVC no se quedara abajo. Larraín recuerda: “Antonio nos dijo que ya tenía pensado cómo canalizar el momentum que teníamos en esos días, que lo mejor era crear una fundación sin fines de lucro, que nos permitiera recibir donaciones. Y eso hicimos”. Simonetti agrega que la idea de Bascuñán era sumar los esfuerzos que cada uno hacía en sus áreas y darles sustento institucional.
En esos días, Simonetti sería invitado a Tolerancia cero. Dice Luis Larraín que “la intervención de Pablo en esa entrevista fue fundamental porque mostró a los chilenos las dificultades y las penas que vivimos los homosexuales de una forma tal que generaba inmediata empatía en cualquier persona heterosexual. Quizás mucha gente tenía la imagen del gay farandulero, fiestero, a la moda, o del transformista que desfila por la Alameda, pero faltaba mostrar el profundo sufrimiento que puede significar en el mundo de hoy tener una sexualidad diferente a la mayoría”.
Luego de eso, Simonetti comenzaría a destinar todo su tiempo a la lucha por los derechos de las minorías sexuales. Cuenta que lo llamarían personas como Rodrigo Hinzpeter, Andrés Allamand y Carolina Tohá y que una noche, después de salir de una reunión en el PPD, no sabe si el 30 ó 31 de mayo, él, Larraín y Bascuñán decidieron que tenían que concretar algo pronto y juntos.
La manera de hacerlo, dice Simonetti, sería con la marcha del 25 de junio de ese año, pues el último fin de semana de ese mes se celebra en todo el mundo el Día del Orgullo Gay. Incluso, llamó a pariticipar en ella en Tolerancia cero. No sabía, como alegaría después el Movilh, que era la fecha en que ese organismo celebra su fundación.
3.
Rolando Jiménez, presidente del Movilh, recuerda una época en la que él y Simonetti eran aliados. Como cuando el Movilh decidió poner una placa donde estaba la Divine, la discoteca gay de Valparaíso que se quemó en 1993, dejando cerca de 20 muertos, y le pidió a Simonetti escribir un mensaje sobre ella, que terminó siendo: “El fuego encendió nuestro espíritu”.
Simonetti, durante años, colaboró con Jiménez. No iba a las oficinas del Movilh, casi en la esquina de Coquimbo con Lord Cochrane, pero escribía columnas por la diversidad en varios medios y cuando a Jiménez le pedían que alguien que no fuera del movimiento hablara sobre la causa gay, en debates o entrevistas, siempre daba el nombre de Simonetti.
“Pero mi participación en todas estas demandas -aclara Simonetti- fue comunicando mis ideas al respecto, y no a petición del Movilh, AcciónGay o Mums. Es decir, yo no respondí a los requerimientos de Jiménez para participar, sino que llevaba adelante una agenda de cartas y columnas que nacía de mis intereses en el tema”.
El año pasado, varias semanas antes de la marcha del 25 de junio, Jiménez y el Movilh le dieron una medalla a Simonetti y otros ciudadanos, reconociendo su ayuda.
Dice Jiménez: “Nosotros le entregamos esa medalla, a pesar de que teníamos diferencias políticas y tácticas con él, que se habían expresado meses antes. Fue a principios de 2011, cuando Pablo empieza a señalar matrimonio homosexual o nada. Y nosotros, desde 1993, estamos por las dos tesis: uniones civiles o matrimonio igualitario. Nosotros íbamos a trabajar por ambas. Por la que saliera primero. Pablo nos emplaza -en buena- por los medios, que matrimonio homosexual o nada”.
Durante esos días, después de su entrevista en Tolerancia cero, Simonetti llamó a Rolando Jiménez, porque quería ayudar en la marcha del 25 de junio, “la marcha histórica por las dos décadas de nuestro movimiento -dice Jiménez-. Pablo me cuenta que está la posibilidad de preparar un spot publicitario para convocar a la marcha. Yo le digo que bueno, pero que tenía que agregarle el logo del Movilh. Me sugirió también agregar el tema de la igualdad a la marcha. Le dije que sí”.
Alberto Roa, secretario general del Movilh, cuenta que cerca del 18 de junio comenzaron a escuchar el rumor de que Simonetti lanzaría una nueva organización en su marcha. “Le preguntamos a Pablo si era efectivo que iba a lanzar un grupo. El nos reconoce que sí, pero nos dice ‘no se preocupen, que este grupo lo lanzo después de la marcha’”.
La gente del Movilh dice que el 25 de junio vio por primera vez el logo de Iguales en banderas y poleras. Rolando Jiménez lo resume así: “Fue un acto que hablaba de poca transparencia. Nos dijeron que no iba a haber ningún lanzamiento y sí lo hubo”. Pablo Simonetti aclara que para ese día, los spots publicitarios de la campaña, con el logo de patrocinio de Iguales y del Movilh, ya llevaban dos semanas rotando en televisión, además de una campaña por Twitter. “Nosotros existíamos y ellos estaban al tanto”, explica.
La relación entre Movilh e Iguales siguió con pequeños incidentes: diferentes formas y estrategias para conseguir el matrimonio igualitario, discusiones agresivas por Twitter entre distintos miembros, mails de rechazo y la sensación, por parte de Movilh, de que Iguales buscaba negar su historia y su trabajo, con tal de “posicionar la marca de su nueva fundación”, según dice el vocero del Movilh, Jaime Parada.
Jiménez recuerda que el año pasado se topó con Simonetti en el Congreso. Que el escritor le dijo: “Rolando, ¿por qué no conversamos?”, justo semanas después de que Jiménez se enterara de que Iguales había mandado su spot publicitario para la marcha al concurso Effie, adjudicándose, a su modo de ver, el éxito de ese 25 de junio. Jiménez dice que le contestó: “Pablo, lo que hicieron fue impresentable”.
Desde entonces, Jiménez no recuerda haber vuelto a hablar con Simonetti. Su último desencuentro fue para la marcha del sábado 23 de junio de este año, cuando Iguales y el Movilh le pidieron a la Intendencia manifestarse el mismo día. La decisión de la autoridad fue salomónica: las dos la organizarían y se tomarían la Alameda el mismo sábado, aunque con escenarios y espacios distintos. Iguales no participaría del escenario montado en el Paseo Bulnes, y el Movilh no sería parte de la fiesta que Iguales haría en el Teatro Caupolicán.
Simonetti repasa así esta parte de la historia: “Tuvimos reuniones con el Movilh. Pero ellos ya tienen su lógica, sus énfasis, sus matices y su manera de hacer las cosas. Y nosotros los nuestros. Entonces no se produjo una fusión natural. Y puede que sea hasta bueno. Nosotros tenemos un mensaje que es más participativo, más inclusivo. Hablamos menos desde la denuncia y más desde la proposición. El Movilh ha sido siempre muy activo en la lucha contra la discriminación, en proponer políticas contra ella. Tiene una historia y una manera de ser. Yo no le puedo pedir a Rolando Jiménez que sea de otra manera. Y él tampoco me lo puede pedir a mí. Entonces es bueno que existan el Movilh e Iguales. Estamos en un momento expectante para el movimiento, en que no hay espacio para peleas mezquinas”.
4.
Iguales tiene una oficina en el Parque Bustamante, en un departamento antiguo. Simonetti dice que es un espacio de 100 m2, donde trabajan tres personas a tiempo completo: Andrés Soffia, director ejecutivo; Mauricio Martínez, el encargado de comunicaciones; y Pedro Espinoza, director de administración y finanzas. El resto son voluntarios, que suman 300. Buena parte de su presupuesto se va en pagar la oficina y los sueldos.
Pablo Simonetti se aparece por la oficina tres o cuatro veces por semana, para reuniones y directorios. Prefiere trabajar desde su departamento, donde se queda hasta las 23.00 trabajando por la fundación. Ahí, como presidente, evalúa el trabajo de las nueve comisiones de Iguales y revisa proyectos. Aunque él siente que es más detallista en lo que tenga que ver con las comunicaciones, como las cartas que envían a los diarios y que él revisa personalmente. Esa dimensión es una de las que Luis Larraín padre, director ejecutivo del Instituto Libertad y Desarrollo, más valora: “Pablo tiene una capacidad deliberativa superior a la que siempre tuvieron estos movimientos. La suya es una argumentación impecable. Y al ser una figura conocida, también le da al movimiento una connotación más global”.
Lo otro es reunirse con gente. Instituciones, funcionarios de gobierno, parlamentarios, charlas en universidades y municipalidades, encuentros vecinales. Se junta también para coordinar los proyectos “Joven confundido” y “Todo mejora”, y va a las reuniones del directorio de la fundación, donde están los abogados Daniela del Campo y Alfredo Montaner, el arquitecto Sebastián Gray y Luis Larraín hijo. Hasta enero estuvo Antonio Bascuñán, pero después de votar en contra de un proyecto educativo por el que el resto del directorio votó a favor, decidió irse. Simonetti dice que la relación de ambos sigue cercana.
El presidente de Iguales debe interactuar también con el consejo consultivo de la fundación, donde participan figuras conocidas, como el vicepresidente de Celfin, Jorge Errázuriz; el rector de la UDP, Carlos Peña; el investigador del CEP, Lucas Sierra, y políticos como Carolina Tohá y Andrés Velasco. Además, para aumentar los fondos del grupo, ha tenido que ir a las dos reuniones que han hecho para captar socios.
En eso, el nombre y la imagen de Simonetti pesan. Un ejemplo es la campaña de spots publicitarios que han hecho con la agencia Los Quiltros, que trabaja pro bono para Iguales, al igual que los productores y los directores que fueron necesarios para realizarla.
5.
Al final de la tarde del sábado 23 de junio, Pablo Simonetti, camino a Las Condes, va dejando atrás la marcha y las banderas. Va con su nueva pareja en un taxi, cuyo conductor no repara tanto en sus clientes como en la radio que transmite el partido entre O’Higgins y la Unión Española. Se detienen en Hendaya, suben al duodécimo piso y en la cocina ven en televisión las imágenes de lo que ocurrió ese día en la Alameda. En algunas horas recibirían invitados, comerían sushi y después de la medianoche saldrían a un Teatro Caupolicán que no dejarían hasta las 5.00.
Pero en medio hay algo que a Simonetti lo detiene lo suficiente como para que el Pablo que había postergado y perdido tome, ahora sí, la delantera. Dice: “Recibí mensajes muy bonitos de amigos. De mis amigos, que son los que más valen”.
Entonces su voz se quiebra y mira por la ventana hacia la ciudad que ya se oscureció.
-Decían que se sentían orgullosos de mi trabajo.

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