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Sergio Larraín Echeñique: Las fronteras interiores en la visibilidad de la mirada...‏



PASAJES SELECCIONADOS | Gonzalo Leiva publica contundente investigación:
Reveladora biografía de Sergio Larraín, el chileno más grande de la fotografía mundialpor Cecilia Valdés Urrutia
Diario El Mercurio, Artes & Letras, domingo 1˚ de julio de 2012


Siempre logró escapar del estereotipo para sus reportajes de gran impacto. Instaló el desenfoque, los efectos fluidos y luminosos, las salidas de ejes de perspectivas. Abarcó temas muy diversos, como el de la mafia siciliana o aquel sobre los niños abandonados a orillas del río Mapocho. Fue el único chileno en ingresar a Magnum, invitado por Cartier Bresson. El nuevo libro de Gonzalo Leiva viene a completar la memoria de un referente mundial para quienes trabajan con la imagen.  

"No era muy alto, flaco, tímido, pero con muchos amigos", recordaba uno de los compañeros de curso de Sergio (Queco) Larraín, en el colegio Saint George, donde algunos de sus más cercanos fueron el actual artista Ricardo Irarrázabal y el arquitecto Cristián Valdés, creador de la "silla Valdés".

Ese joven, retraído y sensible, se convertiría después en el fotógrafo chileno más universal, uno de los grandes de la escena internacional. Llegó a integrar la famosa y codiciada agencia Magnum. Fue autor de reportajes emblemáticos de la historia del periodismo gráfico, como aquel de la mafia siciliana y otros de gran sentido social, como el de los niños a orillas del río Mapocho, o el de las callejuelas y suburbios de Valparaíso.

Su obra ha ocupado las páginas de las principales publicaciones en Europa y Estados Unidos, con temas que han fluctuado desde las vivencias del grupo de reflexión Arica (del que fue cofundador), hasta la ilustración de una encíclica papal, tal como se revela en el nuevo libro de Ediciones Metales Pesados, "Sergio Larraín: biografía, estética y fotografía" (que llega a librerías el 17 de julio), escrito por el profesor de Estética de la Pontificia Universidad Católica, Gonzalo Leiva.

El investigador reconoce que Larraín ha sido objeto de muchas calificaciones, pero su originalidad es demandante de una nueva categoría. "Su mayor aporte fue definir una estética certera en la imagen, con precisión, ausencia retórica y marcas autorales reiterativas. La fotografía chilena marca con él una autonomía visual y se constituye en la emisaria del nuevo paradigma cultural contemporáneo", afirma.

Mundo cultural

El libro parte por situar el movido ambiente cultural que se vivía en su familia paterna. Queco Larraín era hijo del destacado arquitecto, coleccionista y académico Sergio Larraín García Moreno y de la señora Pin Echenique.
Creció en un ambiente de creadores e intelectuales. Le tocó vivir en París, y la pasión de su padre por la arqueología y el arte lo vinculó a personajes como Tristan Tzara y André Breton. La casa familiar en Santiago era "un centro de una intelectualidad inquieta". Se daban cita Matta, Orrego Salas, Nemesio Antúnez, entre muchos otros... "Jorge Opazo era uno de los asiduos, el mejor retratista que había en Chile en los años 40, quien llegó a ser uno de los mejores amigos y también una influencia", se destaca en el libro.

En la biblioteca familiar, solo en fotografía, había primeras ediciones de Vicuña Mackenna con imágenes del fotógrafo Pedro Adams, acompañante de Darwin; la colección de Félix le Blanc sobre Valparaíso, libros de Cartier Bresson y uno del maestro Brassai. Mucho tiempo después, Larraín reconoció, reconciliándose emocionalmente con una parte de su pasado, que "la excelente biblioteca de mi casa me posibilitó el deseo por las cosas bellas".

Su primera Leica

En 1949, en Berkeley, Estados Unidos, "un día caminando por una calle pasé frente a una vitrina, y lo más bonito que había era una Leica III. Leí revistas de fotos, vi todo lo que había en ese campo y terminé enamorado de esa maquinita de segunda mano. La compré a plazo, cinco dólares al mes. En esa época lo hice sin pensar que la fotografía se me iba a transformar en una profesión".

En Florencia conoció la obra de Cavalli. "Se sintió impactado por la lucidez de la mirada fotográfica plasmada en el libro '8 fotógrafos italianos de hoy'. Cavalli tenía la intención estética de buscar, con la austeridad del blanco y negro, la belleza de lo simple o luminoso", puntualiza Leiva.

A su regreso, Larraín se recluye en una parcela en La Reina y experimenta en su pequeño laboratorio. "Es entonces cuando con especial sensibilidad hacia los seres vulnerables -a raíz de la trágica muerte de un hermano- se enfoca en los niños de las calles". En 1953, se difunde ese trabajo en una campaña social del Hogar de Cristo. "Eran cuatro fotografías que mostraban el problema de la vagancia infantil, y cuatro que exhibían las paupérrimas condiciones de los espacios de acogida", relata Leiva.

Esas imágenes estremecieron. Recibe más pedidos para realizar reportajes sobre los niños vagabundos a orillas del Mapocho y de los suburbios de Santiago. "Esa serie es para muchos un trabajo refundador de la fotografía chilena", precisa el especialista.

Envía al MoMA

En 1954, Larraín ya ocupa un lugar entre los creadores jóvenes. Exhibe con Nemesio Antúnez. Dos años después, reúne en un portafolio sus mejores imágenes y las envía al Museo de Arte Moderno de Nueva York, que dirigía el fotógrafo Edward Steichen. Con una "alegría indescriptible" recibe la noticia de que le comprarán cuatro de ellas".

En 1957 le publican sus primeros reportajes gráficos en revistas brasileñas: "Danza de los diablos", que hizo en Bolivia, y "La fiesta de la tirana". El de Bolivia es considerado como uno de los más célebres. Durante su producción, Queco le escribe a su gran amiga, la artista Carmen Silva: "Carmencita linda, aquí voy pasando por Bolivia, ya bajé del altiplano al frío, y estoy comenzando a entrar en calor y trópico, y mañana voy a fotogafiar uno de los lugares por los cuales he hecho este viaje, el mercado de Tarabuco".

Para el reportaje de la Fiesta de la Tirana "incluye una fotografía que llama particularmente la atención: presenta un contrapicado donde la luz de las velas y los promeseros seconfunden en siluetas apenas esbozadas".


Su trabajo en las tierras australes de Chile es considerado notable. Vuelve a escribirle a su amiga Carmen: 

"Últimamente hemos entrado a los canales y ya es lindo el panorama. Me paro arriba de la parte más alta del barco, pongo las máquinas fotográficas en el suelo y me dedico a mirar, y tomo una máquina del suelo y la apunto un rato contra una nube. Luego la bajo y miro otro largo rato. Y así pasa el agua al lado del buque y ligerito llegamos a Punta Arenas, donde tengo organizado todo un plan para revolotear en torno a la zona y pescarles sus increíbles maravillas".
Su relación con esa artista fue tal que su primer reportaje -donde fue el autor del texto e imágenes- trata sobre ella. Se llamó "El marco es una ventana".

"Me siento agitado con esas bellezas..."

Leiva cuenta que, desde un inicio, Larraín tenía claro que quería ingresar a Magnum . Y lo consiguió en 1959, gracias a una invitación que le hizo el mismísimo Cartier Bresson. Lo sabroso de la historia es que el "fotógrafo francés René Burri se encontró en plena playa de Copacabana con Larraín, quien le entregó ahí sus carretes sobre un reportaje acerca de esa ciudad, junto con una carta de presentación para Cartier Bressson. Así partió su relación con Magnum", consigna el libro.

Pero a Larraín le incomodó la exposición mediática. Escribe: "Estoy nervioso porque me han publicado un reportaje en Paris Match, porque he estado en Via Veneto, donde está todo el mundo brillante de Roma, y los fotógrafos me han recibido bien, la aristocracia de Magnum, y he estado con las divas y vedettes ... Todo ese ambiente me hace saltón, esas bellezas, y tirito y me siento agitado de poder participar de ese mundo de luces".

Sus primeros trabajos para Magnum son más magazinescos, como el Festival de Cine de Venecia. Luego hace reportajes más duros en medios como Jour de France. "Uno de sus primeros éxitos es su registro de la violencia en la Casbah de Argelia. Lo publicó el New York Times", precisa Leiva.

Con la mafia siciliana

Pero su reportaje de más impacto, entonces, fue el que hizo sobre la mafia siciliana. Larraín contactó al jefe de ésta, Giuseppe Russo, y luego de ganarse su confianza "convivió con ellos y los retrató con toda naturalidad en su vida cotidiana. Esas fotos que individualizaban a un capo de la mafia en planos íntimos provocaron gran revuelo; con candidez había ingresado en el secreto universo de la Cosa Nostra", comenta Gonzalo Leiva.

Sorprende el primer plano de Russo. Fotografía a mafiosos bajo un cuadro del Sagrado Corazón o despertando flanqueado por el retrato de una anciana. Otra imagen muestra a las víctimas de las luchas internas. Fotografías de Lucky Luciano son contrastadas con escenas de muertes, destaca Leiva. Queco ´Larraín aesoró, luego de tres meses, seis mil fotografías de Sicilia, cuya selección apareció en más de 17 revistas del mundo.

"La lucidez de su propuesta gráfica es que siempre logra escapar del estereotipo, instalando el desenfoque, los efectos fluidos y luminosos, las salidas de ejes de perspectivas, las multifocalidades de los escorzos", precisa Leiva.
Otro reportaje famoso fue la cobertura del matrimonio de Farah Dibah y el sha de Irán.

Cercano a Couve

Entre 1962 y 1964, Larraín reside en su casa paterna, en la calle El Comendador. "A pesar de su éxito, aún no podía independizarse del todo económicamente. Quizá por eso crea la agencia artística de publicidad Tecni-Kalyas, en la que participan figuras como Federico Schopf y Grinor Rojo. Toma ahí contacto con Adolfo Couve, quien también trabajó en Tecni-Kalyas", escribe Leiva.

Couve fue una gran inspiración, por su conocimiento de la pintura, de la luz, sobre la importancia que daba al tema más nimio en sus cuadros. Ambos habían sido alumnos de Pablo Burchard. La mirada de Couve la siguió usando hasta sus últimos días. "Su casa en Ovalle estaba llena de pequeñas pinturas al óleo de Couve". Su hija Gregoria contaba: "Mi padre dice que Couve es el único que realmente le explicó en forma coherente cómo pintar al óleo un tema realista...".
Pero su mayor referente europeo fue, por cierto, Cartier Bresson. Queco, decía, "es un genio que está en una categoría aparte".

Valparaíso secreto

En 1958 tomó sus primeras imágenes sobre Valparaíso. Escribe: "Valparaíso no es tan solo una de las ciudades más bellas e interesantes de América Latina, es también el más hermoso poema entre el océano Pacífico y Los Andes". Se publican numerosos reportajes suyos sobre el lugar.

"...Es así como lo observamos instalado en el pasaje Bavestrello de Valparaíso... En ese espacio con escaleras interminables y departamentos interconectados se produce una hendidura visual que convierte en una de sus fotografías fundamentales. Se ve a dos niñas que bajan la escalera: el trabajo delineado por una luz rasante es fundamental. Se provoca la ambigüedad en la repetición de la acción: ¿suben o bajan?, ¿es la niña replicada?...", reflexiona Leiva.

Laraín reveló que "estaba en un estado de paz absoluta, haciendo lo que de verdad me interesaba, todo tenía que salir perfecto. Apareció otra niñita de la nada... Más que perfecto fue un momento mágico. Fue la primera fotografía mágica nunca antes presentada".

Se interna también en bares, boites y prostíbulos del puerto, como la Tía Lucy y Las Lolis . "Una imagen mágica es aquella de 'Los siete espejos', en la que transita la timidez nacional proyectada con quiebres visuales, desde los grandes espejos que amplifican las escenas de seducción, sueños y pasiones", describe Leiva.

Es el tiempo en que, asimismo, participa en el Taller 99. Hizo una serie fotográfica de grabados de Dinora Doudtchitzky, roser Bru, "la Hormiguita", Ricardo Irarrázaval y otros. Queco llegaba en una motoneta que le gustaba mucho, recordaban. Para el Mundial de 1962, la revista Life lo contrata para que despliegue "un trabajo profundo sobre el fútbol". Y participa en una publicación de la encíclica "Peace on the Earth", escrita por el Papa Juan XXIII. "Se incluyeron seis fotos suyas. Dos que había hecho antes: las velas encendidas de La Tirana y los niños del Cusco. La primera imagen a doble página era de Queco: un cielo con arrebol, captado en el sur de Chile", resalta.

Había hecho una celebrada serie de Londres y más. Una de sus últimas colaboraciones fue para la revista Paula: "Sobre casas coloniales que aún quedaban en Las Condes en los años 70". En julio de ese año, Claudio Naranjo y un grupo de 50 personas llegan de Estados Unidos a tomar el entrenamiento del Grupo Arica. Queco fue el fotógrafo de esa experiencia y publica un libro.

Ese grupo y su fundador, Óscar Ichazo, fueron decisivos para el "retiro del mundo" que él hizo y su posterior vida de silencio y meditación en un pueblo en Ovalle.

Leiva señala a Luis Poirot, Carmen Ossa y Luis Prieto Balmaceda como los grandes discípulos de Queco Larraín. "Pero es Lucho Prieto su discípulo directo, por la osadía visual y el ámbito vivencial poético con que viste sus imágenes. Ambos son poetas de la imagen que filtran descarnadas experiencias visuales entre los instersticios de la cultura oficial chilena".

 "Creo que lo conocí mucho..."

"Lo conocí por sus amigos, familiares, fotos y reportajes, pero nunca estuve con él, confiesa Gonzalo Leiva. Cuando intenté visitarlo, me aconsejaron que no era oportuno. Lo divisé varias veces en Ovalle, aunque mi primer contacto había sido en París, en la librería Chambre Claire, donde fui cerca de 20 veces hasta que adquirí el libro 'Valparaíso' ".

-¿Qué motivó su investigación?

"Había que ordenar y completar la memoria de una figura muy viva en las redes sociales, un referente de los jóvenes que trabajan con la imagen. Era llenar una deuda de gratitud del país para un artesano de la imagen".

-¿Qué es lo más inédito que encontró?

"Hasta hace muy poco se pensaba que él era un Avis Rara , una suerte de anacoreta de la imagen, pero hemos decubierto a un hombre de cercanías y de colectivos, con sus amigos pintores en los años 50; su grupo de trabajo en Tekni-Kalyasa. Y me sorprendió su estrecha relación con Violeta Parra. Y su desinterés por el mundo que Fellini había retratado tan bien en su film 'La Dolce Vita'".

-¿Qué considera lo más singular en la fotografía de Larraín?

"El tema de las fronteras interiores, el redescubrimiento de lo evidente, el mundo del abandono de los niños... Con una ternura infinita vuelve a situarlos en la visibilidad de la mirada. Y está el tema de las fronteras del paisaje nacional. Traza un recorrido inédito en la visualidad nacional".

-¿Y cuáles son sus series y fotos preferidas?

"Las de los niños del Mapocho, una propuesta entre una composición Bauhaus con los resabios de un documentalismo expresionista a lo Lewis Hine. La foto que más me gusta es la de un pie del niño del río Mapocho , que parece indicar el calvario de esos niños que San Alberto Hurtado acogió con su Hogar".

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