Se suponía que el barón de Coubertain
-uno de los fundadores del olimpismo moderno-
estaba inspirado por altos valores.
Siempre se le atribuye a él la máxima:
«Lo importante no es ganar sino competir»,
en el sentido de que lo esencial es luchar bien
más que obtener el triunfo como sea.
Pero el reverso de la medalla
estaba en los prejuicios de su época
que él también encarnaba:
Ninguna mujer compitió en 1896,
la primera olimpíada moderna
celebrada en Atenas,
ya que de Coubertin
consideraba que su inclusión
no era práctica, ni interesante,
además de no estética e incorrecta.
No es necesario ser un agudo observador
para percibir la gracia y componente
estético que aporta la mujer
en muchas de las disciplinas olímpicas.
No vale la pena argumentar acerca
de lo práctico, interesante y correcto,
es tan obvio hoy en día que ni siquiera
es necesario argumentar...
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